Trabajadores esenciales y desechables
Los trabajadores esenciales en nuestra economía son nuestra gente, nuestra comunidad, aquellos a quienes nos debemos, la gente de color, los inmigrantes, los pobres.
De Trump para abajo, pasando por gobernaciones republicanas y demócratas, el poder está en una afiebrada carrera por reactivar la economía y devolver a la gente al trabajo y al consumo como si no existiese la pandemia.
Esto genera espectáculos intolerables. Trump, como es Trump – con sus adictos – inventa una nueva realidad en donde el coronavirus ya fue vencido por un todopoderoso líder – él. No hay nada que temer. Quien diga lo contrario – médicos, epidemiólogos, gente de sentido común – es demócrata, enemigo del pueblo, conspirador.
No comenzó ahora: Trump se negó a emitir órdenes a la industria para que, por ejemplo, reemplace la fabricación de vehículos por la de aspiradores. Pero sí la emitió para que las procesadoras de carne en todo el país reabran sus puertas y reanudaran sus operaciones. No fue contra la voluntad de los propietarios, sino acatando su demanda. Pero fue contra la vida misma de los trabajadores. Hasta mediados de mayo, casi 50,000 de ellos han enfermado – incluyendo a 155 aquí, en la ciudad de Vernon, en la fábrica Farmer John – y más de 50 han muerto.
Muchos empleados siguen trabajando, como quien firma, desde su casa generando la edición y publicación de un diario todos los días, lo cual constituye de por sí un pequeño milagro. Pero las cajeras en los almacenes o quienes reparten a domicilio, no. Campesinos en el Valle Central de California. Choferes de camiones en el puerto de Long Beach, tampoco. Ni trabajadores de hoteles, de supermercados, de la limpieza, de la basura.
Viven en continuo temor de contraer el COVID-19. De ser atacados, golpeados o asesinados por pedirle a alguien que se coloque la máscara. Y de ser deportados.
Son quienes aseguran nuestra supervivencia económica. Centenares de miles que trabajan y siguen pobres porque reciben salarios de pobreza. Generalmente de las comunidades de color en general e inmigrantes en particular.
En los códigos postales más pobres en California vive la gente en peores condiciones de hacinamiento. Ahí se concentran los casos del coronavirus. Uno de cada californiano, 6.3 millones, viven en condiciones de alta densidad. De ellos, cuatro millones son trabajadores esenciales o viven con un trabajador esencial. A mayor densidad en un cuarto, más probabilidades de enfermar.
En esos mismos códigos, la tasa de infección es el doble que la nacional.
Para ellos, enfermar es un lujo que no se pueden permitir.
Los trabajadores son esenciales pero olvidados, porque son los más pobres, los inmigrantes.
En esta publicación hemos estado siguiendo de cerca, informando a la comunidad y apoyando a los trabajadores esenciales, desde el comienzo de la crisis. Y apoyando que los gobiernos se ocupen de ellos para proteger sus vidas, primero, y para recompensarlos por la labor que cumplen. Lo seguiremos haciendo, porque es lo que nos define.