¿Que significan para México las tres grandes guerras que se han librado en el país por la religión católica?
Se cumplen 99 años de una de las más violentas en la historia de México en la que participó activamente la Iglesia católica
Para la mayoría de los mexicanos el 21 de junio representa el fin de la primavera y el inicio del verano. Pero para muchas personas, especialmente católicas, este día es más que una efeméride.
Hace 99 años terminó la Guerra Cristera que ocurrió entre 1926 y 1929, un período de intensas batallas entre fieles de la Iglesia católica y el Ejército Mexicano.
Los combates se desarrollaron en casi todo el país, aunque fueron particularmente intensos en la región central conocida como El Bajío.
En la Cristiada, como también se le conoce, murieron más de 250.000 personas según documentaron historiadores.
Fue la tercera de las guerras en la historia de México donde la religión y particularmente la Iglesia Católica, tuvieron un papel relevante.
Las otras dos fueron el proceso de Independencia iniciado en 1810 por el sacerdote Miguel Hidalgo y Costilla, así como la Guerra de Reforma o de los Tres Años entre 1857 y 1861.
En distintas formas los procesos contribuyeron a la formación de lo que ahora es México coinciden especialistas, sobre todo por el carácter laico del país.
Pero de las tres la más reciente, la Cristera, es la que tiene una influencia más sensible.
En algunas regiones del país y entre muchos católicos existe la idea de que se trata de una herida no cerrada. Pero otros creen que la prolongada batalla dejó una fuerte enseñanza a los mexicanos.
“La iglesia y el Estado aprendieron la lección”, dice a BBC Mundo Jean Meyer, maestro emérito del Centro de Investigaciones y Docencia Económicas (CIDE).
“No hay que jugar con la fe del pueblo, sería como incendiar la pradera en una temporada de sequía”.
La Independencia
Cuando ocurre la guerra de Independencia, al inicio del siglo XIX, en el Virreinato de la Nueva España se vivían casi 300 años del período conocido como La Colonia.
En el territorio de lo que hoy es México existía una creciente inconformidad entre los criollos, que eran la mayoría de la población en las grandes ciudades, hacia los españoles peninsulares.
Un ambiente que también prevalecía dentro de la iglesia Católica, recuerda el especialista en religiones Bernardo Barranco.
“La independencia se plantea como una gran lucha, pero al mismo tiempo también son luchas intereclesiásticas“, explica a BBC Mundo.
“Existía lo que se llamaba el bajo clero o un clero ilustrado frente a la hegemonía del clero imperial, casado con la Corona Española y que detentaba los resortes de la autoridad”.
El clero ilustrado eran sacerdotes con una educación adicional a la formación religiosa, y que en esa época estaban influenciados por las ideas de la Ilustración, populares en Europa.
Sacerdote ilustrado
Uno de ellos fue Miguel Hidalgo y Costilla, párroco en el pueblo de Dolores, Guanajuato en el centro del país.
Hidalgo se unió a una sociedad secreta que impulsaba la creación de un congreso para gobernar el territorio a nombre del rey Fernando VII, quien había sido depuesto por las tropas de Napoleón Bonaparte.
La conspiración fue descubierta y el 16 de septiembre de 1810 el sacerdote reunió a una multitud en Dolores y emprendió la lucha contra el Virreinato.
La jerarquía católica reprobó la insurrección, e inclusive excomulgó al sacerdote. Era parte de las diferencias internas en la Iglesia, recuerda el historiador Barranco.
“La Iglesia es un conglomerado de instituciones, de diócesis, personajes y actores locales, no es homogénea”, explica.
En la época de la Independencia “el bajo clero ilustrado no tenía control del aparato, pero sí de las masas”.
Hidalgo fue derrotado en 1811. Meses después fue sentenciado a muerte pero la guerra por la independencia no se detuvo.
Otro sacerdote, José María Morelos, se hizo cargo del Ejército Insurgente aunque también fue derrotado. La lucha terminó en 1821.
Guerra de Reforma
A partir de 1855 se promulgó una serie de leyes conocidas como de Reforma que fueron rechazadas por la iglesia Católica.
Las legislaciones establecían, por ejemplo, la obligación de vender todas las propiedades de la iglesia, anulaba los tribunales especiales para militares y sacerdotes y establecía la libertad de opinión y de imprenta.
También se estableció la libertad de cultos y de educación, además de abolir la esclavitud en todo el país.
En los hechos implicó la separación de la Iglesia de las tareas de gobierno, pero lo que más causó inconformidad fue la obligación de vender sus propiedades.
“Se desató la furia del clero hegemónico porque la iglesia Católica era dueña de más de un tercio del territorio del país“, dice el historiador Barranco.
El conflicto se profundizó cuando las Leyes de Reforma se incluyeron en la Constitución de 1857. En ese entonces el presidente de México era Benito Juárez.
Invasión francesa
La jerarquía católica amenazó con excomulgar a quienes acataran las nuevas leyes mientras que los conservadores, apoyados por la iglesia, desconocieron la Constitución.
Un grupo de militares se levantaron en armas mediante el llamado Plan de Tacubaya, al que se sumaron varios gobernadores.
Empezó entonces una guerra civil que duró tres años, hasta 1860 cuando los conservadores fueron derrotados.
La confrontación, sin embargo, arruinó las arcas del gobierno de Juárez, quien suspendió el pago de la deuda con Francia, Reino Unido y España.
En represalia el emperador Napoleón Bonaparte envió tropas para invadir México. La decisión fue apoyada por los conservadores y la iglesia.
Inclusive en 1863 promovieron la creación de un estado monárquico en México gobernado por Maximiliano de Habsburgo.
La invasión fue derrotada en 1867. A partir de ese año se promulgaron más leyes que separaron definitivamente a la iglesia del Estado.
La Cristiada
Los primeros gobiernos tras la Revolución Mexicana (1910-1915) aplicaron medidas severas para tratar de controlar el culto religioso en el país.
El presidente Plutarco Elías Calles, por ejemplo, promulgó un decreto para obligar a todos los sacerdotes a registrarse ante la Secretaría de Gobernación para ejercer su ministerio.
No era sólo una acción administrativa, explica Jean Meyer, uno de los historiadores que más ha documentado este período.
“En 1925 el gobierno intentó formar una iglesia cismática, una iglesia católica, apostólica y mexicana cortando relaciones con el Vaticano”, explica.
La jerarquía católica trató de frenar en los tribunales el decreto presidencial pero sin éxito.
En 1926, cuando la ley empezó a aplicarse, la iglesia suspendió el culto público.
En respuesta las autoridades cerraron todos los templos con el argumento de hacer un inventario, pues legalmente los recintos son patrimonio nacional.
“En muchos lugares la gente se amotinó o llenó los templos para impedir su cierre y empezó a correr la sangre” recuerda Jean Meyer.
“Así de manera espontánea entramos en la etapa de la lucha armada. Pasó a la historia como una cristiada que duró del verano de 1926 al 21 de junio de 1929”.
La herencia
A este período se le conoce como la Guerra Cristera pues quienes se enfrentaron al Ejército lo hicieron en nombre de la religión católica. Su grito de batalla era “Viva Cristo Rey”.
Las hostilidades terminaron en 1929 después de varios años de negociaciones donde inclusive participaron las embajadas de España y Estados Unidos, por ejemplo.
No hubo ganadores, asegura Jean Meyer. “Era una situación muy difícil, fue como un empate”.
Los cristeros “no tenían la suficiente fuerza para derrocar al gobierno y el Ejército fue incapaz de derrotar a la guerrilla”.
Una de las razones centrales para terminar el conflicto fue el alto número de víctimas.
Más de 250.000 personas murieron en la Cristiada pero de ellos unos 80.000 eran combatientes dice Jean Meyer.
El resto fueron campesinos de las tierras donde se libraron las batallas. Por eso, afirma el maestro del CIDE, la Guerra Cristera es uno de los momentos de más violencia en la historia de México.
La influencia de ese período aún permanece en algunos sectores del país, sobre todo en la iglesia Católica.
Varios sacerdotes y combatientes cristeros han sido canonizados por Juan Pablo II y el papa Francisco. De los 31 santos mexicanos 26 participaron en la Guerra Cristera.
El más reciente fue José Sánchez del Río, un adolescente de 14 años quien según la iglesia fue ejecutado en 1928 por el Ejército en Sahuayo, Michoacán.
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