Inmigrante lucha por mantener el Sueño Americano en plena pandemia

Glenda Rivera llegó de su natal Honduras a Los Ángeles hace cuatro años para reunirse con su esposo Armando Pérez quien ya vivía aquí. Para ayudar a sustentar los gastos del hogar, Rivera comenzó a trabajar en restaurantes, pero siempre con la finalidad de algún día poder tener su propio negocio en lugar de ser empleada.

Hace poco más de un año comenzó a hacer sus tradicionales tamales hondureños los cuales ofreció para vender en diferentes establecimientos.

Entre ellos estaba la Troca Catracha, un camión de comida hondureña localizado a media cuadra del Consulado General de Honduras, en Los Ángeles. Rivera comenzó a vender tamales a los dueños de este camión quien se convirtió en cliente regular.

Poco después, el dueño ofreció venderle el negocio a Rivera. Ella un poco dudosa pero ansiosa de emprender un nuevo camino habló con su esposo y aceptaron el reto.

“Los primeros días sí fue difícil porque no es lo mismo ser empleado que trabajar lo propio”, dijo Rivera. “El reto fue tratar de darle el gusto al paladar de la gente. Tratar de quedar bien con ellos para que regresen”.

Afortunadamente Rivera y Pérez lo lograron en poco tiempo y al paso de unos meses su negocio de comida hondureña iba viento en popa. Rivera asegura que sus clientes son muy variados, desde los fieles hondureños hasta mexicanos, americanos y asiáticos.

Venciendo en la pandemia

Rivera y Pérez no son dueños del camión, pero de lo que venden y todo lo que se encuentra dentro de este. Así que ellos están encargados de pagar la renta diaria de la camioneta de comida y el local. Esto es un aproximado de $120 diarios, dijo Pérez.

A mediados de marzo, Rivera, al igual que miles de dueños de empresarios, se vio obligada a cerrar su negocio temporalmente debido a la pandemia del coronavirus COVID-19.

“Estuvimos cerrados por tres semanas, pero nos vimos obligados a regresar porque la renta del camión y del espacio seguía corriendo, al igual que los gastos de la casa”, dijo Rivera. “Mi esposo tenía otro trabajo y también lo descansaron así que teníamos que seguir en el negocio”.

Con un poco de miedo, pero siendo cuidadosos, la pareja abrió nuevamente la Troca Catracha. Inicialmente, la reapertura fue devastadora ya que Rivera recuerda que las calles estaban desoladas y el consulado hondureño, donde están sus principales clientes, cerró sus puertas por la pandemia.

Ella recuerda que los primeros días vendían alrededor de $60, lo cual no alcanzaba ni para la renta del camión.

“Fue bastante difícil, no obstante, con la ayuda de Dios hemos salido adelante”, indicó Rivera quien no cuenta con empleados. Ella y su esposo son los únicos trabajadores del negocio de comida rodante.

Acatando las órdenes

Rivera expresó que las nuevas restricciones de mantener todo limpio no ha sido muy difícil para ellos ya que desde antes se encargaban muy a menudo de mantener muy limpia el área donde trabajan.

“Si hemos agregado el desinfectante de manos y estamos constantemente esterilizando las áreas que toca el cliente y adentro también”, dijo Rivera.

Sin embargo, lo que más les ha costado trabajo es usar la mascarilla todo el día porque dentro del camión a veces suele calentarse demasiado con la estufa prendida.

“Es bastante duro porque de por si la respiración de uno es caliente y con lo caliente del camión cuesta más trabajo, pero ahí vamos saliendo adelante”, indicó Rivera.

La empresaria agregó que ahora que la nueva normalidad parece estar regresando la gente a la calle, ella no planea cerrar. Después de todo, Rivera siente que con su negocio y la aceptación de la gente ella y su esposo comienzan a lograr su sueño americano.

Para más información de la Troca Catracha visite: https://www.facebook.com/Latrocacatracha