Azul como la Tierra o rojo como Marte
Sierra & Tierra es una columna escrita por Javier Sierra, del Sierra Club
No, no están creciendo palmeras en Marte. Esta imagen dantesca de cielos rojos debido a los incendios alrededor de Los Angeles la captó el 10 de septiembre el fotógrafo Chris Allen en la sección de Mountain View.
El Oeste del país está sufriendo la peor ola de mortales incendios en su historia. Solo en California han ardido 3 millones de acres, mil cada 30 minutos, y cada día se quema un área equivalente al Distrito de Columbia. En Oregón, más de 500.000 personas han sido evacuadas debido a la virulencia de las llamas.
El fuego ha sido siempre parte esencial de los bosques del mundo. La gran diferencia es que, ahora, la crisis climática abanica las llamas con catastróficas consecuencias. Y los científicos nos advierten que la frecuencia e intensidad de estos incendios van a empeorar.
¿Por qué? Por décadas, la industria de combustibles fósiles ha tratado a la atmósfera del planeta como su cloaca particular en la que ha vertido cantidades estratosféricas de gases de calentamiento global. Entre los que más han contribuido a esta lacra planetaria están Chevron (2do), ExxonMobil (4to), BP (6to) y Shell (7mo). Ellos y el resto del top 20 han vertido 480 billones (trillions en inglés) de toneladas de dióxido de carbono a la atmósfera.
Esta industria no solo devora la atmósfera de la que todos dependemos, también devora el erario público. Según un estudio del Fondo Monetario Internacional, en 2015, la industria fósil recibió $650 mil millones en subsidios solo en Estados Unidos ?$50 mil millones más que el Pentágono, el mayor gasto del gobierno federal.
Asimismo, su mortal contaminación y la crisis climática que crea impactan desproporcionadamente a comunidades vulnerables, como nosotros los latinos. Además, la industria fósil —como Chevron, Shell o Valero— y los bancos que la apoyan —como JPMorgan Chase o Wells Fargo— constituyen un pilar financiero para las fuerzas policiales del país, especialmente en regiones donde abundan las instalaciones petroquímicas. Esta alianza garantiza la protección que estas compañías necesitan frente la oposición de las comunidades colindantes que envenenan.
La naturaleza rapaz de esta industria quedó una vez más al descubierto tras la debacle financiera causada por la pandemia de COVID-19. La industria petroquímica, pese a llevar años en declive y cientos de bancarrotas, resultó ser el sector más favorecido por el rescate financiero aprobado por el Congreso bajo la Ley CARES. En total, gracias al descarado favoritismo de la administración Trump y el Senado republicano, la industria recibió más de $10 mil millones en asistencia directa e indirecta, y $75 mil millones en protecciones financieras por parte de la Reserva Federal, es decir, del contribuyente.
En cambio, la industria de energía limpia, la de mayor crecimiento del país hasta la pandemia, recibió menos de $188 millones pese a haber perdido más de 600.000 empleos, un desastre que ha impactado desproporcionadamente a trabajadores latinos.
Aún así, la industria fósil, gracias en parte al activismo climático, se ahoga en la abundancia de su producto y sus deudas. Tras la pandemia, las petroleras tenían casi 400 millones de barriles almacenados en tanqueros alrededor del mundo. Antes de la pandemia, esta industria y la gasífera acumulaban una deuda de $200 mil millones. Este sector es el de menor valor inversionista en Estados Unidos, y en agosto, Exxon, uno de los fundadores del Down Jones, fue expulsado de este crucial índice financiero.
La ciencia nos advierte que para 2030 tenemos que reducir la quema de combustibles fósiles en un 45% y para 2050, en un 100%. La tempestad de fuego que tiñe de rojo los cielos del Oeste del país es una nueva advertencia de la Naturaleza, que nos pregunta: ¿Quieren un planeta azul como la Tierra o rojo como Marte?