A pesar de todo, un antídoto para el Covid-19
Grego Pineda es escritor, Magister en Literatura Hispanoamericana, abogado y ex-embajador
Son tiempos inesperados de encierro, incertidumbre y aislamiento humano. Fuimos sorprendidos por algo tan micro, pero de efectos macros. La Humanidad ha sido puesta a prueba y el tiempo dirá si estuvimos a la altura de las circunstancias o si por pigmeos mentales y espirituales pagamos con más pérdidas de las que debíamos. Por ahora basta con no enloquecer.
Las redes ¿sociales?, cual gigantescas ventanas, se abrieron para que el mundo entero se mirara y remirara. El internet estaba allí para ¿salvarnos?, y es a través de las múltiples plataformas cibernéticas donde se perciben imágenes y voces de un conglomerado universal que no sabe cómo lidiar consigo mismo. Millones usan esos espacios para expresar sus ideas, sentimientos, temores y esperanzas, el punto es no sucumbir en el enclaustramiento de la individualidad, urge ser visto, escuchado, ¿entendido/a?, ¿comprendido/a?, en fin, hay millones de monólogos pululando en el ciberespacio. Mientras el encierro e incertidumbre sigue tenaz, mordiendo nuestra paz cotidiana y carcomiendo nuestras seguridades.
A pesar de lo que vengo diciendo, hay un claro espacio de encuentro consigo mismo que viabiliza nuestras energías afligidas.
Es algo que podemos practicar en paz, ajenos a la mercantilización de la pandemia, en los momentos que nos plazca o que necesitemos. Sin tener que exponer, irracionalmente, nuestro desamparo a otras soledades agudizadas con un existencialismo exacerbado. La práctica es activa o pasiva, según la inspiración o depresión, capacidad y recursos.
Me refiero a practicar cualquiera de las manifestaciones artísticas, como pintar o escribir, entre muchas más. “Escribir es en cierto modo formalizar nuestras obsesiones, ponerlas en palabras y liberarnos de ellas. Es un acto de fe y de coraje pero también de liberación.
Al hablar de nuestras dificultades y problemas, al objetivarlas y fijarlas fuera de nosotros en palabras, en cierto sentido nos deshacemos de ellas o las miramos desde afuera”, dice Alonso Cueto, prominente escritor peruano, en su exquisito libro La piel de un escritor, el cual recomiendo a los ávidos o novatos lectores y con especial interés a los escritores.
Pero también se puede disfrutar y gozar la lectura de lo que plazca a cada uno. Leer es una alternativa que debe ser utilizada porque, desde cualquier punto que se mire, deja réditos apreciables y enriquecedores al nivel de vida del lector o lectora. “Si bien es cierto que nos olvidamos del mundo real mientras leemos, después de la lectura volvemos a él convertidos en otras personas. Los autores acomodan, idealizan, deforman, degradan la realidad, y ese prisma es el que nosotros mantenemos con nosotros, en nuestra biblioteca personal”, concluye el escritor de profusa obra publicada y nos recuerda que: “La imaginación de cada uno de nosotros es, en otras palabras, equivalente a los libros que hemos leído y que conservamos en la memoria.”
Leamos y escribamos, pues, como un antídoto contra el tedio de esconderse del Covid-19, o de esperar que pase sin dejarnos mayores daños o para superar/paliar cualquier asalto a mansalva a un ser querido. Leamos y escribamos, es bueno.