Veterano y madre deportada se casan en el muro fronterizo donde se conocieron
A través del activismo se enamoraron, y seis años después unen sus vidas
El sol empezaba a caer en las Playas de Tijuana, a un lado del muro fronterizo, cuando Yolanda Varona, activista por las madres deportadas y Héctor Barajas, un veterano del ejército de los Estados Unidos que ha luchado incansablemente por los veteranos deportados, pronunciaron los votos matrimoniales.
“Jamás pensé que me iba a casar con él cuando lo conocí el 30 de abril de 2014. Hubo por ahí alguna chispa. Se me hizo muy guapo en su uniforme del ejército. Yo creo que fue amor a primera vista. Yo dije: Este soldado no se me va a ir vivo,” relata Yolanda, soltando la risa.
En el mismo lugar donde se conocieron hace más de 6 años, Yolanda y Héctor recibieron la bendición católica del padre Dermot Rodgers de San Diego. El 27 de agosto se casaron por las leyes civiles. Es el segundo matrimonio para ambos.
“Cuando lo vi por primera vez en el faro de las Playas de Tijuana, me acerqué a saludarlo y le pregunté si me podía tomar una foto con él. Yo no sabía quién era. Nos despedimos prácticamente sin hablar. Pero 15 días después, por casualidad nos encontramos en el mismo lugar. Esta vez sí empezamos a platicar”.
Yolanda y Héctor tenían en común, una historia de deportación; y ambos vivían en Tijuana.
La historia de Yolanda
Originaria de Guerrero, México, Yolanda tenía 18 años de vivir como indocumentada en Estados Unidos, en la ciudad de El Cajón en el condado de San Diego, cuando se le ocurrió salir a México.
“Yo crucé la frontera porque quise hacerle el favor a una viejecita de 82 años que quería venir a ver su familia a México y nadie quería traerla a Tecate [Baja California]. Me vine hasta con las llaves del negocio de comida rápida donde trabajaba. Ni siquiera les di un beso a mis hijos”, recuerda.
El 31 de diciembre de 2010 fue deportada cuando intentó reingresar al país. “En un abrir y cerrar de ojos cambió mi vida. En El Cajón se quedaron mi hija de 16 años y mi hijo de 22 años”.
Cuando le explicó su situación a su ahora esposo, Héctor, éste le ofreció un cuarto para vivir y empleo como secretaria en el Albergue de los Veteranos Deportados en Tijuana, más conocido como El Bunker.
En mayo de 2014, cuatro años después de ser deportada, Yolanda formó el grupo Dreamers Moms USA/Tijuana (Madres Soñadoras USA/Tijuana) para dar apoyo a las madres deportadas.
En 2016 con la asesoría de Sophia Sobko, una maestra, migrante rusa radicada en San Francisco, las madres deportadas escribieron sus historias en forma de cuentos infantiles como un regalo de Navidad para sus hijos.
Yolanda título su libro infantil La ciudad más triste del mundo en alusión a Tijuana, la frontera en la que habitan decenas de miles de deportados que buscan regresar a Estados Unidos.
La historia de Héctor
Héctor Barajas nació en Zacatecas, México, pero llegó a Estados Unidos a los 7 años de edad.
Al salir de la secundaria se enlistó en el ejército donde sirvió en la fuerza aérea militar. Cuando regresó a la vida civil, en 2002 se metió en líos con la justicia y fue condenado a un año de prisión. Al recuperar su libertad, perdió su residencia permanente y fue deportado en 2004. En 2011 fue deportado de nuevo cuando intentó regresar a EE.UU.
En 2013, un año antes de conocer a Yolanda, fundó la Casa de Apoyo para los Veteranos Deportados para ayudar a los militares deportados a México con servicio médico, y otros apoyos para integrarse a la patria desconocida a la que dejaron siendo niños
En abril de 2017, el gobernador de California le perdonó el delito que le ocasionó la deportación, debido a que desde que fue puesto en libertad había llevado una vida honesta y recta, y una buena conducta moral dentro de la ley.
“Estoy arrepentido y avergonzado del delito que cometí”, declaró en ese momento.
Barajas solicitó la reinstalación de su residencia en 2016; y en abril de 2018, en una emotiva ceremonia en San Diego, Héctor prestó juramento como ciudadano de Estados Unidos.
Amor y activismo
Yolanda platica que el amor entre ellos fue desarrollándose poco a poco a través del activismo que ambos hacían por los deportados.
“Empezamos una relación al poco tiempo de conocernos, pero no quisimos hacerlo público para evitar críticas y malos entendidos”.
En 2015, Héctor le propuso matrimonio, pero ella se resistió, aún cuando estaba enamorada.
“Me costaba confiar en un hombre porque yo venía de una relación de violencia doméstica”, dice.
Incluso cuenta que cuando Héctor se hizo ciudadano, pensó que tal vez ya no volvería a ver, pero a los tres días estaba de regreso en Tijuana.
Desde que Hector se hizo ciudadano hace más de dos años, ha estado yendo y viniendo de Los Ángeles a Tijuana; y ha seguido abogado porque los veteranos de las fuerzas armadas que han sido deportados puedan retornar a EE.UU.
“En abril pasado durante la pandemia, me propuso matrimonio por segunda vez. Esta vez le di el sí, porque ya no me podía negar”, dice Yolanda bromeando.
Confía que Héctor fue el de la idea de que ella se vistiera de blanco y recibieran una bendición. “Dice que así vamos a estar bendecidos; y que en 10 años vamos a tener una gran fiesta de celebración”.
Desde que se casaron por la vía civil, Héctor buscó a un abogado para que explore la posibilidad de presentar una petición de residencia para Yolanda, para que ella pueda regresar a EE.UU.
“Yo a los seis años después de mi deportación, solicité una Visa U por la violencia doméstica que sufrí, y los delitos fueron certificados por la policía. Espero una respuesta para el año que entra”.
Además Alberto su hijo mayor, quien es ciudadano estadounidense por naturalización, presentó una petición de residencia para Yolanda.
“Desde que me deportaron, mi sueño es el mismo: reunirme con mis hijos Alberto y Anel; y ahora con mis seis nietos“, subraya.
A Héctor, su esposo, dice que lo ama profundamente. “Es un hombre muy carismático, muy bromista. Lo admiro porque es un hombre entero, que se ha caído muchas veces y se ha vuelto a levantar. Yo lo rechacé mucho, y él fue muy persistente hasta que conquistó mi corazón; y a mi se me cae la baba por él”.
Héctor dice que Yolanda ha estado a su lado en las buenas y en las malas. “Me ha apoyado en mi lucha porque los veteranos deportados regresen a Estados Unidos, y ha estado al pie del cañón todo el tiempo”.
Agrega que su historia de amor nació a través del activismo por ayudar a otros. “Nuestra relación demuestra que el amor lo trasciende todo, y va más allá de las barreras físicas”.
La boda religiosa de Yolanda y Héctor se realizó el 23 de octubre al aire libre, guardando la sana distancia y usando mascarillas en cumplimiento de los protocolos de protección contra la pandemia de COVID-19.