“Cuando Trump habla de los mexicanos como violadores y vendedores de drogas, convierte la furia en un arma política”
Dedicado a investigar los fundamentos económicos de la rabia social, Blyth analiza en una entrevista con BBC Mundo las causas del descontento y propone algunas soluciones
“Somos economistas de la furia”, dice Mark Blyth.
Con esa inusual manera de definir su trabajo, Blyth, director del Centro de Economía Internacional y Finanzas William R. Rhodes de la Universidad de Brown en Estados Unidos, explica su interés en la comprensión de los procesos que provocan el descontento en las sociedades.
Junto al economista Eric Lonergan, especializado en la administración de fondos de capital de riesgo, publicaron el bestseller “Angrynomics”, un juego de palabras en inglés para referirse a la economía del descontento social.
El libro explora la evolución histórica de la globalización, los estallidos sociales que recientemente han proliferado en el mundo y propone algunas soluciones concretas para desconcentrar la riqueza que, para sorpresa de muchos, no incluyen ningún aumento de impuestos.
En diálogo con BBC Mundo, Blyth asegura que la democracia en Estados Unidos ha sido socavada y explica cómo Donald Trump ha aprovechado la furia social para transformarla en un arma política.
La entrevista fue editada por razones de concisión y claridad.
Su libro analiza el tema de una creciente ola de descontento que existe a nivel global. ¿Cómo puede demostrar que efectivamente existe un aumento de ese fenómeno? Hay investigadores que afirman que el descontento social es un parámetro bastante subjetivo si se quiere medir a nivel global…
Podemos ver dos cosas claramente. La primera es que la furia ha ido en aumento como estrategia de movilización utilizada por los políticos. Si miras el colapso de los sistemas de partidos políticos en Europa, se ha producido una completa transformación en Italia, Francia, Alemania, el Reino Unido.
Lo segundo son las manifestaciones que han aparecido en lugares como Chile o Hong Kong. En el caso de Hong Kong, no se trata solo de protestas para exigir más democracia, es esencialmente un malestar por la desigualdad que existe en cuanto a las oportunidades de trabajo y de vivienda.
En Estados Unidos, el ascenso de Donald Trump al poder es el ejemplo perfecto de cómo reacciona la gente que se siente abandonada en medio de los procesos de industrialización y globalización. Gente muy molesta y con un fuerte discurso contra los inmigrantes.
En el libro intentamos traer la atención a que la furia no solo se trata de gente molesta. La furia es un arma política y la furia es un lente a través del cual entender la política.
Un arma política que se vuelve más poderosa cuando hay grandes crisis económicas…
Sí, cada vez que hay una crisis macroeconómica a gran escala, especialmente en los colapsos financieros, los activos de las personas quedan aplastados. Usualmente eso se traduce en que las personas más afortunadas reciben apoyo estatal o algún tipo de salida para preservar el valor de su capital.
Luego, eso se transfiere a las cuentas del sector público bajo la forma de un aumento en el endeudamiento público y lo que ocurre después es que los gobiernos dicen que hay que equilibrar el presupuesto. Entonces recortan el gasto al mismo tiempo en que el sector privado también está restringiendo su nivel de gasto y se produce una recesión que afecta a las personas que no tienen activos, que son la mayoría de los trabajadores.
Ese escenario lleva a un período de furia social. En la década de 1920 se produjo un aumento de los movimientos socialistas y fascistas. En los 70, por ejemplo, puedes encontrar de todo, desde el surgimiento de las Brigadas Rojas en Italia y el IRA en Irlanda, hasta largos períodos de huelgas y agitación en las calles.
Lo interesante sobre la crisis financiera de 2008 es que los bancos centrales salieron a extinguir las llamas con gigantescas inyecciones de dinero que de alguna manera contuvieron el malestar. Aunque los costos de la crisis no habían desaparecido, vimos campañas de austeridad en varios países, como Italia, donde básicamente se destruyó el sistema de partidos. Algo similar ocurrió en Grecia, que terminó con un ascenso de la izquierda al poder.
El libro incluye un análisis sobre la evolución de la globalización y las distintas transformaciones que ha sufrido. ¿Hemos llegado al fin de lo que usted denomina como capitalismo 3.0?
Si miramos la historia, la primera fase fue el capitalismo 1.0 o la globalización 1.0, cuando se usaba el patrón oro antes de la década de 1920.
Luego tuvimos el capitalismo 2.0, vinculado a la industrialización entre los años 50 y los 80, y más tarde la globalización 3.0, el modelo que privatiza, integra, desregula.
El modelo neoliberal en el que hemos estado viviendo en los últimos 30 años. Ese modelo de globalización 3.0 básicamente colapsó y murió, pero ha sido mantenido con medidas de reanimación aplicadas por los bancos centrales. Como está en una especie de agonía, es un sistema que se ha vuelto frágil y donde se producen fracturas que se expresan bajo la forma de una política populista de derecha y de izquierda que se ha extendido por el mundo.
Los gobiernos deberían hacerse cargo de dos grandes crisis: la crisis de la desigualdad que nos lleva a una crisis de representación y a una crisis de la democracia. La otra es la crisis medioambiental. Si no se hace nada, la furia seguirá creciendo y el sistema quedará sobrepasado.
Ustedes exploran la existencia de una furia social a gran escala y de una furia individual, relacionada con una sensación de impotencia.
Esencialmente, cuando dejas de ver la furia como una simple respuesta nerviosa de la gente, comienzas a pensar en qué es lo que te está diciendo. Por eso hacemos la distinción entre macro “angrynomics” y micro “angrynomics”.
Las crisis a nivel macro producen furia política. Lo que ha estado desarrollándose a partir de 2008 es que la responsabilidad de controlar el riesgo en nuestras vidas ha sido puesta en nosotros, pero no tenemos suficientes herramientas para manejarlo.
Ahí es donde se produce el nivel micro de la furia que se traduce en una especie de reclamo sobre nuestro derecho a ser escuchados.
En los últimos 20 años hemos visto que la rentabilidad generada por la actividad económica se concentra cada vez en menos personas. Es el gran aumento de la desigualdad.
Y esa desigualdad se traduce en más incertidumbre en nuestras vidas. Pasamos a tener menos control de nuestro tiempo, menos control de nuestro ambiente laboral, menos poder de negociación. Ese tipo de cosas aumenta los niveles de estrés de la gente.
Piensa en lo que pasa con los trabajadores perjudicados por la globalización en EE.UU. o los reclamos del movimiento Black Lives Matter. Son reclamos que necesitan ser abordados. Y en el otro lado, hay un fenómeno en que la rabia se convierte en un arma. A eso lo llamamos furia tribal, que se ve perfectamente con el ascenso de Trump.
¿Qué hace Donald Trump con la furia de la gente?
Trump les dice “yo soy tu voz”. De hecho, lo dijo textualmente en 2016. “Yo los escucho”, “yo entiendo que China los estafó” y ese tipo de cosas. Y después va a Arizona y le da otro giro al discurso.
Cuando Trump habla de los mexicanos como violadores y vendedores de drogas, convierte la furia en un arma política.
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Lo que sugerimos es que la furia en la vida privada y la furia pública están vinculadas.
Sobre las próximas elecciones en EE.UU., ¿estará realmente en juego la democracia del país?
Cuando tienes un presidente que no da garantías de que está dispuesto a dejar el poder, la elección ha sido corrompida. La democracia ya ha sido socavada.
En relación a la fragilidad que puede llegar a tener un sistema democrático y el aumento del malestar social, su libro contiene una batería de propuestas para enfrentar el problema del descontento. Si tuviera que elegir las tres más importantes, ¿cuáles son?
La primera es que cuando hay una crisis, bajan las tasas de interés y el costo del capital es negativo. En esas condiciones los países deberían crear un fondo ciudadano de riqueza a un plazo de 10 o 15 años, invertir en acciones y repartir las utilidades en beneficio como salud o educación.
Es una forma innovadora de enfrentar la desigualdad porque no tienes que subir los impuestos ni en un dólar. Los gobiernos pueden operar como un negocio.
Otra medida tiene que ver con los gigantes digitales. Empresas como Facebook ganan dinero con tu información. ¿Por qué les damos nuestros datos gratuitamente a estas empresas? Deberíamos cobrarles por el uso de nuestros datos y compartir los beneficios del negocio. Tenemos un derecho de propiedad sobre nuestra información.
La tercera propuesta es más técnica y se refiere al uso de tasas de interés duales como una manera de facilitar la inversión productiva en la economía real, de promover inversiones verdes, sin castigar a los ahorristas.
¿Pero para que se aprueben ese tipo de propuestas, no se requiere primero una transformación política?
Estas propuestas no implican subir impuestos, son amigables con el mercado con la diferencia de que benefician a la mayoría en vez de a una minoría. Las propuestas del libro son cosas que pueden ocurrir. No son propuestas que radican en revoluciones políticas, que podrían nunca ocurrir.
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