‘No tengo más que una cobija’: se agudiza crisis de desamparados en Los Ángeles
Desamparados de LA sufren los estragos de las bajas temperaturas durante la madrugada
LOS ÁNGELES – La temporada de frío apenas comienza en el Sur de California y en las calles céntricas de Los Ángeles, particularmente en Skid Row, miles de desamparados que viven a la intemperie han tenido que soportar bajas temperaturas — algunos, apenas si cuentan con un cobertor delgado para mitigar el clima helado de las madrugas.
“No tengo más que esta cobija que tengo encima”, dijo Francisco Cruz, de 55 años de edad, un inmigrante de Oaxaca (México) que recién se despertaba en una mañana de noviembre. “Y, cuando llueve, me refugio debajo de los techos de los comercios”.
La cama de Francisco es el duro piso de concreto. Su almohada, una mochila negra donde tiene una muda de ropa. Su rostro muestra los signos evidentes de una piel enferma con cirrosis hepática y su boca, sin ningún diente. Los perdió todos a causa de los efectos de la droga.
“Yo quiero salir de aquí. Ya no quiero seguir estando en este lugar… ¡Necesito ayuda!”, expresó.
Francisco y otros latinos desamparados se congregan a diario en la esquina de las calles 4th y Crocker.
A unos pasos de distancia, encima de unos cartones duerme una mujer afroamericana cuya mirada se pierde entre la nada. A simple vista se nota que ella padece de alguna enfermedad mental.
“Ella está mal de la cabeza”, indicó Gustavo Ortiz, un desamparado originario de la Ciudad de México. “Nosotros la cuidamos para que nadie le haga daño”.
Mientras recogía sus cobijas, su casa de campaña y pertenencias, Gustavo, de 55 años de edad, dijo que cada noche se protege del “duro frío”, solo poniéndose una camiseta debajo de una sudadera.
Como cada noche y madrugada, miles de desamparados pernoctan en las calles, en las riberas de los ríos y debajo de puentes.
Crisis de vivienda
“La crisis de personas sin hogar en el condado de Los Ángeles está ocurriendo junto con una crisis de vivienda. No hay suficientes opciones de vivienda asequible para nuestros residentes y eso está llevando a nuestros vecinos y seres queridos a las calles, a [vivir en] sus autos y a los muchos otros lugares a los que nuestros residentes sin vivienda recurren cuando pierden sus techos”, declaró la supervisora del condado, Hilda Solís.
“Debemos continuar abogando por viviendas asequibles en todas nuestras comunidades y debemos continuar brindando servicios críticos para mantener a nuestros vecinos en sus hogares y ayudarlos a recuperarse”.
Sentado en una silla de plástico, Rafael Ramírez, de 41 años, originario de Guadalajara, México, desayunaba un poco de cereal con leche que algunas almas caritativas le obsequiaron y compartió su plato de fruta con Gustavo Ortiz. Él dejaba que los primeros rayos de sol le pegaran de frente para calentar un poco el alma y el cuerpo.
“Mientras uno no se aleje de Dios, lo demás de nada sirve”, afirmó Rafael. “Llevo cuatro años viviendo en las calles y para mí lo importante es tener a Dios en tu corazón para que no te hundas más”.
A una cuadra de distancia de Francisco, Gustavo y Rafael se encontraba Rosalinda Paz, una mujer de 54 años de edad que emigró de Buenavista de Apatzingán, Michoacán (México) a Estados Unidos.
“Míreme, no paso frío porque me pongo mi gorra y tengo una cobija bien calientita que guardó en mi casa de campaña”, dijo.
“Yo terminé en la calle porque mi novio que me trajo de México a Long Beach hace más de 30 años fue detenido por la policía; él se dedicaba a vender drogas”.
Rosalinda recordó que a los 26 años llegó a Estados Unidos. En su tierra dejó a su hija María Guadalupe, de quien nunca supo más, como tampoco de su otra hija, Karen, quien quedó bajo el cuidado de la familia de su novio, en Ensenada, Baja California, antes de cruzar a Estados Unidos.
“Nunca más supe de ellas, y menos ahora que vivo en las calles”, dijo la mujer a La Opinión, quien “presumió” que estaba estrenando un pantalón deportivo negro que la cubre de las noches frías, así como una chamarra que le regaló una amiga suya.
“No tengo un colchón dónde dormir, pero la espalda ya está bien curtida para aguantar lo duro del piso”, expresó con una sonrisa en los labios.
Su “hogar” se ubica frente a una tienda de juguetes de la calle Boyd, que no ha sido abierta desde que comenzó la pandemia del coronavirus.
Mientras tanto, Francisco Cruz, aquella mañana de noviembre le daba los últimos tragos a su pequeña botella de vino que guardaba debajo de su cobija.
No obstante, dijo que ansiaba desintoxicarse del alcoholismo y drogas. Por ello. el personal de Living Word, un ministerio cristiano que ayuda a las personas a recuperarse de sus adicciones fue por él.Lo someterán a tratamiento físico, psicológico y espiritual durante tres meses, de forma gratuita.
En 2019, el recuento de las personas sin hogar en el condado de Los Ángeles era 58,936 y otros 36,300 viven en la ciudad de Los Ángeles. Esos fueron aumentos del 12% y 16%, respectivamente, con respecto a 2018.
Recursos de ayuda:
Christina Villacorte, portavoz de la oficina del supervisor Mark Ridley Thomas, dio a conocer a La Opinión que existen planes específicos para cuidar la salud y la vida de las personas sin hogar en el condado ahora que ha comenzado una temporada de frío:
“Todos los años, el condado de Los Ángeles financia a organizaciones sin fines de lucro basadas en la comunidad para operar el Programa Winter Shelter y la Autoridad de Servicios para Personas sin Hogar de Los Ángeles (LAHSA) están en proceso de seleccionar organizaciones sin fines de lucro con experiencia.
Además, los refugios existentes (incluidos los sitios del Proyecto Roomkey, que brindan habitaciones privadas a personas mayores sin hogar) continuarán operando durante el invierno. Para ver un mapa de las viviendas provisionales disponibles visita: bit.ly/32I0xhf
Pero, si tú o alguien que conoces, necesita servicios inmediatos o vivienda temporal o permanente, llama al 211 o visita: www.LA-HOP.org