Tiempos de pandemia: tiempo de repensar la vida

Grego Pineda es escritor salvadoreño-estadounidense, Master en Literatura Latinoamericana, Exembajador de El Salvador en Perú

Hay que tener un pensamiento crítico.

Hay que tener un pensamiento crítico. Crédito: Shutterstock

Cada persona decide seguir las señales de su destino. La vida, desde un inicio, inocula al nuevo ser con ingredientes suficientes para que él o ella haga de su existencia lo que su intuición e inclinación le indique. Sin embargo, como todos sabemos, la opinión e intermediación de los padres es importante en las dos primeras décadas. Y como obedientes hijos o hijas, guiamos nuestras decisiones momentáneas con la influencia de los seres a quienes amamos y debemos el Ser. 

Esta sumisión de amor nos presenta, muchas veces, una disyuntiva, entre ser lo que quieren otros que seamos o lo que uno siente [¿piensa?] que debe ser. Esta dicotomía se manifiesta, mayormente, entre las personas que tienen el llamado del arte: literatura, música, pintura, escultura, fotografía, danza, etc. 

Y seguir el camino que otros indican desemboca, inevitablemente, en un vacío existencial. Y tarde o temprano, terminamos andando el camino que siempre, desde un primer momento, debimos seguir por mandato de nuestra vocación artística. También se aplica esta apreciación a la vocación profesional, pero, ¡claro está!, son dos dimensiones diferentes: seguir su vocación profesional y acudir al llamado de las artes. Cada uno elige la profesión que desea, pero en el arte son las musas quienes escogen a quien será su interlocutor o interlocutora, intermediario(a) o exponente. Parafraseando a Mateo 22:14 digo: en el arte, muchos son los llamados y pocos los escogidos. 

En pintura tenemos a Vincent Van Gogh, que en sus inicios se hizo religioso como su padre, pero la atracción de los colores fue tan fuerte que terminó pintando lo que ya todos conocemos y es muy recomendable leer, entre otros, el libro Cartas a Theo, donde conoceremos las inquietudes estéticas y angustias existenciales que vivió durante su camino de realizarse como pintor. Hoy sus pinturas valen millones de dólares, pero en su vida apenas logró vender un par de ellas a precios simbólicos. Pero eso no importaba porque él se sentía realizado, su existencia había tenido un sentido. 

En literatura está Ernesto Sábato, quien, siendo un científico consagrado, dejó ese camino y decidió seguir su vocación literaria y gracias a su decisión tenemos las trascendentes novelas: El túnel, Sobre héroes y tumbas y Abaddon el exterminador. También el gran Frank Kafka, que fue abogado para congraciarse con su padre y cuyo drama humano lo podemos conocer en su libro Carta al Padre. Sin embargo, es conocido por su novela La metamorfosis, pero los invito a buscar: El proceso y El castillo, que su lectura es una experiencia de vida. 

Y por falta de espacio no les puedo decir más sobre muchos otros y otras que atados a vínculos afectivos no atendieron el llamado del arte pero que tarde o temprano terminaron arrastrados por esa poderosa pulsación, que exige atención sin reservas, celosa de su pulcritud y trascendencia.

El año 2020 y el que ya viene -de estreno- 2021, además de los temores que produce, también nos da la oportunidad de reinventarnos, de desatarnos, de romper esas cárceles personales que nos impusieron y que hemos cargado por muchos años. Todo está cambiando, la virtualidad, es decir, la relatividad, esta sustituyendo la realidad, la vida diaria se “vive” a través de una pantalla y en general nos abstraemos de alternar y contactar con los congéneres. Entonces, es hora de hacer lo que siempre quisimos hacer: escribir poemas, cuentos, novelas, pintar en cuanta modalidad se antoje, filosofar sobre lo pensado o iniciar con los pandémicos tiempos, cantar a la novia virtual o esposa real, tocar instrumentos reales o en programas de computación. 

Son tiempos de repensar la vida y vivirla plenamente, sin importar la edad que tengas. Vivirla intensamente con desesperación de perseguido, sabiendo y entendiendo que la muerte acecha a seis pies de distancia. ¡Ahora o nunca!

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