El enfermero mexicano que encabezó una de las primeras vacunaciones anticovid en EEUU

“Se tiene que parar al coronavirus”, señala el enfermero Arturo Valdez al recibir la primera dosis de Pfizer en Glendale Heights en Chicago, Estados Unidos

Arturo Valdez durante la vacunación

Arturo Valdez durante la vacunación Crédito: Arturo Valdez | Cortesía

MEXICO.- Arturo Valdez, un enfermero mexicano de 40 años se convirtió este miércoles en una de las primeras personas en ser vacunadas en Estados Unidos y en punta de lanza para alcanzar la inmunidad contra la pandemia en todo el mundo.

“Se tiene que parar al coronavirus”, dijo a este diario poco después de recibir la primera dosis de Pfizer en Glendale Heights, un suburbio ubicado a 38 kilómetros de Chicago.

Arturo Valdez estuvo puntual en la cita para la inoculación con cierto miedo, pero se dejó llevar. Cuando el personal de Walgreens acudió al asilo Alden  Valley Ridge, él fue el primero en descubrirse el hombro  para recibir el pinchazo en el brazo.

“Es una esperanza después de tanta muerte que ha pasado por aquí”

El enfermero decidió ser parte de la solución desde el momento en que se anunció la vacunación, pero la fecha se pospuso durante tres semanas. Según explicaron a Valdez, fue por un descuido en el manejo de la vacuna que debe guardarse a temperaturas de 80 grados bajo cero echó a peder a millones de dosis.

Arturo y el resto de los 150 empleados, entre enfermeros, asistentes y trabajadores sociales se quedaron en espera, igual que los 162 viejitos residentes del asilo Alden  Valley Ridge. Hasta este 30 de diciembre. “Esperábamos a cinco personas y llegaron 28 para acabar pronto y evitar problemas con la vacuna. Terminaron de inyectar a todos en tres horas”

“No tuvimos ninguna reacción hasta el momento. Esperamos la segunda dosis para el 20 de enero”.

Una residente espera por su vacunación
Una residente espera por su vacunación (Cortesía)

Arturo Valdez observa que la falta de una estrategia efectiva de comunicación por parte del gobierno hace que la gente se informe de esta etapa de la vacunación en internet donde se encuentra cualquier cosa y no sabe qué creer y qué no; si son fake news o no.

De las reacciones secundarias de la vacuna, por ejemplo, se sabe oficialmente que sólo algunos de los primeros vacunados las han tenido como una trabajadora de la salud en el Hospital Regional Bartlett en Juneau, Alaska, quien tuvo falta de aliento grave y luego se estabilizó. Pero en internet esa información se exagera y corre en las redes como si fuera una regla  no la excepción.

Los científicos no saben con precisión qué componente de la nueva vacuna está implicado en la respuesta alérgica grave de Alaska y dos británicas más entre los casos conocidos de reacciones. Lo cierto es que la mayoría de quienes lo han recibido no tienen problemas.

Arturo Valdez recibió un curso previo por parte de las autoridades sanitarias donde le explicaron en qué consistía la vacuna. Dijeron que está diseñada para enseñarle al sistema inmune a combatir el coronavirus con un nuevo tipo de componentes llamados ARN, que utilizan un fragmento pequeño del código genético del virus y, al introducirse al cuerpo, el sistema inmune reconoce al agente externo y comienza a atacarlo.

La vacuna se da en dos dosis, separadas por tres semanas.El análisis de eficacia primario de la vacuna de Pfizer y su socio BioNTech demostró que tiene una eficacia del 95% contra COVID-19 a partir de 28 días después de la primera dosis.

Todo eso se escuchaba muy bien y la ciencia es un tema que Arturo Valez respeta. Pero recordaba también que la primera vez que él se  vacunó contra la influenza estuvo dos semanas enfermo con dolores del cuerpo, escalofríos, fiebre, tos y neumonía durante dos semanas. El aguantó todo eso y cada año se la vuelve a poner con todo y el susto igual que este lunes.

“Tenía que hacerlo”, concluye.

En primera línea

¿Cómo no iba a vacunarse si ha visto morir a tanta gente? De un tirón, en abril pasado, a 22 ancianos. Salieron uno a uno cubiertos de pies a cabeza en herméticas bolsas rumbo a los crematorios sin los rituales de despedida familiar que acostumbraban en el asilo de Glendale Heights, donde Arturo Valdez es supervisor en uno de los 39 edificios que integran el centro de retiro.

“En ese tiempo no sabíamos muy bien cómo actuar”, recuerda con tristeza. “Las medidas que tomamos fueron radicales para evitar al COVID, los familiares no podían hacer visitas, pero alguien del personal asintomático llevó el virus, no hay otra explicación. “Así empezó la primera oleada de contagios y muertes”.

Al principio de la pandemia se sabía poco de la enfermedad, cuáles son los síntomas y sus variantes, qué hacer, qué no hacer, qué medicamentos tomar para tratarlo. Arturo Valdez recuerda que las autoridades sanitarias sólo hablaban del distanciamiento  social, la falta de aire, fiebre y diarrea.

“Nosotros no veíamos esos síntomas entre algunos de nuestros residentes y nos sorprendía que, de la noche a la mañana, nos amanecían sin poder respirar y se nos morían en los brazos, algunos desesperados porque no se despedían de sus hijos, de sus nietos, de las personas que quieren”.

Así se fue Dorothy, de 104 años, una mujer cuyo principio y final de su vida estuvieron marcados por dos pandemias: nació en La India, en medio de la gripa española y murió por el coronavirus entre tantos contratiempos que puede tener una persona que atraviesa por entre el conteo de dos milenios. Así se fue Senaido, un michoacano de 96 años, que a base de trabajo como panadero crió exitosos hijos.

Con el paso de los meses se supo que había otras manifestaciones de la enfermedad, que se perdía el sentido del gusto y del olfato. O podía sólo doler la cabeza o la espalda y hasta no tener ningún indicio de atención y repentinamente saltar a la falta de aire como ocurrió en el asilo de Glendale Heights en abril.

El número de muertos Estados Unidos desde el inicio de la pandemia supera los 300,000 hasta el domingo por la noche con más de 17 millones de casos de contagios reportados que siguen multiplicándose en pleno invierno con hospitalizaciones por encima de 100,000 por día durante lapsos consecutivos.

En el centro de retiro de Glendale Heights, la segunda oleada de contagios que ocurrió en octubre ya no agarró al personal desprevenido. Ya sabían toda la variedad de síntomas y otros que manifiestan particularmente las personas de la tercera edad como la falta de apetito

“Empezamos a planear desde antes, preparamos áreas especiales y a los primeros que manifestaron síntomas los movimos a esa área.  A los positivos los pusimos aparte, a los expuestos al virus por sus roomates también los separamos a otra sala para observarlos… así evitamos la propagación rápidamente”, precisa Valdez. “La primera oleada duró tres meses y murieron más de 20; en la segunda, tres semanas y fallecieron dos”.

En el camino descubrieron además que aquellos  trajes tipo astronauta  que  usaban como  protección no servía de mucho y ahora usan algo más ligero: batas plásticas.  Descubrieron además que las mascarillas, aunque sea de las mejores son  inútiles si no se adhiere totalmente a la piel.

Arturo Valdez vio enfermarse a varios de sus colegas. En uno de los picos de contagios que tuvieron en 2020, su  edificio se quedó sólo con 10 de los 33 enfermeros y aunque ninguno de  éstos murió, sí quedaron fuera de combate por varias semanas; él, simplemente compraba su  propia mascarilla N95, muy apretada, y echaba  para adelante. Nunca se ha contagiado.

Con planes en pie

El momento histórico que le tocó vivir a  Arturo Valdez en primera línea lo mantiene en vilo y ocupado. Sabe que está en un momento clave, que lo necesitan en ese lugar aunque el presidente Donald Trump amenazó durante mucho tiempo con quitarle su estatus legal de DACA y durante mucho  tiempo tuvo  ganas de tirar la  toalla y regresar a México, pero el coronavirus le puso un “estate quieto”.

—Por ética no iba a dejar a los viejitos cuando más me necesitan.

Pero la inquietud sigue ahí.  Regresar a la Ciudad de México donde vive su madre y la familia, donde le gustaría abrir un restaurante para el cual está ahorrando. “Mis planes serían ir y venir si en adelante viniera un beneficio legal. Al final de cuentas, México es mi casa y, aunque llevo muchos años fuera, mi corazón está allá, mis raíces siguen siendo mexicanas y allá está mi sueño”.

Después de la pesadilla del coronavirus.

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