‘Fue doloroso ver que mis papás no podían ir a su país’
Estudio revela que políticas de inmigración afectan el estado emocional y el desarrollo académico de estudiantes sin estatus legal en Estados Unidos
Eladio González Cabrera aún recuerda cuando llegó a Estados Unidos para reunirse con sus padres en Los Ángeles a la edad de 5 años.
“Mi tío me abrazó y conocí a mis primas por primera vez. Mi tía me dio comida guatemalteca y jugo de naranja”, contó el nativo de El Salvador. “Fue muy bonito ver a la familia junta después de todo lo que pasamos”.
Desde pequeño Eladio sabía que era indocumentado. Por eso, soñaba con ser abogado de inmigración para poder ayudar a sus padres a obtener un estatus migratorio.
“Era muy doloroso ver que mis papás no podían ir a su país y ver a sus familias”, expresó. “Casi todos los domingos íbamos a misa y rezábamos. Mi mamá me decía que algún día iba a haber una reforma migratoria”.
Y aunque esa reforma no ha ocurrido, Eladio —quien es hijo único— sí logró beneficiarse de la Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA) a los 15 años. Hoy tiene 22 y es estudiante de cuarto año en la Universidad de California, Riverside (UCR).
Adriana Salas, de 21 años de edad, también es beneficiaria de DACA y estudiante en UCR. Confiesa que no tiene recuerdos de su natal Michoacán, México, ya que llegó a Estados Unidos a los 2 años pero, al igual que Cabrera, siempre supo que era indocumentada.
“En la primaria había ferias universitarias y cuando mis amigos decían que iban a ir a la universidad yo les decía que yo no iría porque no tenía dinero… No les decía que era porque era indocumentada”.
Para ambos jóvenes es difícil esconder su realidad y la preocupación de vivir en hogares impactados por la inmigración..
Estudiantes y el estatus migratorio de sus familias
Este sentimiento no es ajeno al de miles de jóvenes que viven en hogares de estatus mixto, según reveló un estudio.
El reporte “Advancing Equity for Undocumented Students and Students from Mixed-Status Families at the University of California” reveló que las políticas de inmigración están afectando el bienestar académico, mental y emocional de estudiantes indocumentados o ciudadanos con familiares
indocumentados.
Más de 2,700 estudiantes de pregrado del sistema de la Universidad de California (UC) fueron encuestados durante la primavera de 2020.
Se estima que en las universidades UC hay alrededor de 4,000 estudiantes indocumentados.
Los encuestados revelaron que tienen mayores casos de depresión, inestabilidad financiera y es más probable que tengan promedios de calificaciones bajos.
Laura Enríquez, coautora del reporte y profesora de Estudios Chicanos en la Universidad de California Irvine, dijo que 9 de cada 10 estudiantes se preocupan de una separación familiar.
“Si están en clases y hay una noticia de una redada, ellos están pensando más en salirse de clase para hablar con sus familiares en lugar de estar poniendo atención… Es un micro nivel de distracción”.
El informe reveló que el 10% de los estudiantes indocumentados y el 12.5% de los ciudadanos estadounidenses con padres indocumentados reportaron un GPA por debajo de 2.5, en comparación con el 6% de los ciudadanos estadounidenses cuyos padres tienen un estatus migratorio legal.
El 40% de los estudiantes indocumentados y el 52% de los ciudadanos estadounidenses con padres indocumentados informaron que ellos, un miembro de la familia y/o un amigo habían estado involucrados en procedimientos de deportación, detenidos o deportados; en comparación con el 23% de los ciudadanos estadounidenses cuyos padres tienen estatus migratorio legal.
Temor a la separación por enfermedad
Para jóvenes como Eladio y Adriana, quienes no fueron parte del estudio, la preocupación por sus familiares no solo es por el tema migratorio sino por el COVID-19 ya que ambos jóvenes y sus familiares ya se enfrentaron al contagio. del COVID-19.
Adriana dijo que se sintió impotente al no poder hacer nada por su familia, quien vive en el condado de Stanislaus, al norte de California, cuando dieron positivo al COVID-19.
“Fue muy difícil cuando mis padres quisieron venir a verme para el cumpleaños de mi hija en septiembre, poco antes resultaron infectados y ya no pudieron venir”.
Aseguró que su inestabilidad económica, el empleo, la preocupación de su educación, la salud de sus padres y la guardería de su hija han causado significantes problemas en su salud mental y emocional.
“Trato de rezar mucho y de pasar lo más que con mi hija una vez que termino mis clases y salgo del trabajo”, dijo Adriana. “También hablo constantemente por teléfono con mis padres y hago video llamadas con mi hermana menor”.
Por su parte, Eladio recuerda que cuando surgió la pandemia estaba viviendo en el campus de UCR y cuando se cancelaron las clases decidió regresar a su hogar en el sur centro de Los Ángeles.
“Soy muy hogareño y quería saber cómo estaban mis papás”, dijo Cabrera cuya madre trabaja como costurera y su padre era jardinero, quien al inicio de la pandemia perdió su empleo.
En el verano él y su familia resultaron positivos al COVID-19 y aunque todos ya superaron la enfermedad, Eladio ya no se sintió seguro en su empleo y hace poco renunció.
“Regresaré a casa porque en el trabajo nos hacen sentir inseguros… Es lo mejor para mi salud emocional y mental”.
Dijo que enfrentó la muerte de un tío indocumentado que falleció en enero a causa del COVID-19 y era muy cercano a él. Ahora su familia realiza los trámites para enviar el cuerpo a Guatemala.
“Lloro y me deprimo mucho porque él fue muy buena persona conmigo… Trato de sobrellevar esto y tomo terapia, hago ejercicio, corro y hago reuniones de Zoom con mis amigos”.
Jennifer R. Nájera, profesora asociada y presidenta del Departamento de Estudios Étnicos en UCR y coautora del reporte, dijo que por lo regular en la comunidad latina no se ve la salud mental como un problema médico.
“Entendemos cosas como la diabetes y problemas del corazón pero de lo que estamos hablando aquí es de reconocer los síntomas depresivos mayores… No se trata solo de estar triste, sino de síntomas que a largo plazo afectan la capacidad de los jóvenes para vivir”.