Nueva ola de refugiados encuentra cobijo en el sur de California
La gran mayoría están de paso para reunirse con sus familias o patrocinadores en la costa este del país
Mariel P. y su hermano viajaron durante casi dos años para llegar a Estados Unidos y entregarse a las autoridades migratorias en la frontera sur donde solicitaron refugio.
“Nosotros salimos de Cuba por la situación del país en mayo de 2019. Volamos a Panamá y de ahí viajamos en diferentes buses hasta Nogales, Sonora”, recuerda Mariel, quien pidió cambiar su nombre para proteger su identidad.
Mariel de 42 años y su hermano de 44 años entraron a territorio estadounidense el sábado 6 de marzo. Después de dos días de detención migratoria, el 9 de marzo, la Patrulla Fronteriza los entregó al Centro Galilea, una organización no lucrativa ubicada en Mecca, una comunidad desincorporada del condado de Riverside.
Durante su primer día como presidente, Biden ordenó suspender la política ‘Quédate en México’ que obligaba a los solicitantes de asilo a esperar en el país vecino mientras se procesaba su caso; y prometió aumentar el límite de admisión de refugiados a 125,000 en un periodo de 12 meses a partir del 1 de octubre. El último año de Obama, su tope de admisión fue de 85,000. Trump lo redujo a 15,000, el número más bajo desde que se aprobó el Acta de Refugiados en 1980.
En febrero, los solicitantes de asilo comenzaron a entrar al país sin tener que esperar en México ni permanecer detenidos por meses y años en los centros de custodia del Servicio de Migración y Aduanas (ICE).
La historia de Mariel
Mariel y su hermano lograron ingeniárselas para engañar al gobierno de Cuba y conseguir una visa de turismo y negocios que les permitiera salir de la isla. “Conseguimos una carta invitación de Panamá, y argumentamos que íbamos de negocios. Fue una mentira piadosa”, reconoce Mariel.
Les llevó 7 días viajar de Panamá a la frontera sur de México. “En cada país al que llegábamos, pedíamos un salvoconducto para seguir viajando sin problemas. En Tapachula, México fue bastante complicado porque para continuar hacia el norte, necesitábamos una visa humanitaria. Conseguirla nos tomó 8 meses”.
El 8 de enero del 2020 llegaron a Nogales, Sonora, sin imaginar que pasaría más de un año para cruzar hacia EE.UU. “Nos anotamos en una lista de espera para solicitantes de asilo, pero vino la pandemia y todo se cerró”.
Varados en Nogales, no tuvieron otra opción más que solicitar una residencia temporal en México por dos años. “Conseguí trabajo en una maquiladora, y mi hermano como agente de seguridad. Ganábamos bastante poco, pero en México al menos si te sacrificas, tienes más posibilidades que en Cuba”.
Mariel platica en aunque en Nogales, Sonora, llamaba mucho la atención por su piel morena, se encontraron con muchas personas que la ayudaron a ella y a su hermano. “Cuando recién llegamos, la Casa Kino nos apoyó bastante”.
Fue una amiga cubana que ya estaba en Kentucky quien se contactó con Mariel, y les indicó el camino a través del cual podían intentar cruzar por el desierto de Arizona.
“Salimos a San Luis Río Colorado, el viernes 5 de marzo. El sábado 6 de marzo en cuanto cruzamos la frontera como a las 11:30 de la mañana, nos detuvieron los agentes de la patrulla fronteriza”.
No puede ocultar que fue un momento en el cual sintió una gran felicidad al saberse ya en territorio estadounidense.
“Después de llevarnos al Centro de Detención de Eloy, Arizona. Mi hermano y yo fuimos separados cuando lo trasladaron a otro centro en Yuma al ponerse mal a causa de una subida de la presión arterial”.
Después de dos días de detención y hacerse la prueba de COVID-19, de la que salió negativa, Mariel fue trasladada sin su hermano al Centro Galilea (Galilee Center).
“Aquí nos dan alojamiento, podemos bañarnos. ¡Dios es bendito!”, exclama.
El 11 de marzo, Mariel viajaría a Jacksonville, Florida, donde una amiga le daría techo. Respiró aliviada cuando su hermano se comunicó con ella para decirle que iba rumbo a Florida.
Los hermanos planean buscar un abogado de migración que los ayude con su petición de asilo. “Nos han dado una entrada bajo palabra, pero tenemos que ir a la corte a pelear por nuestro caso”.
En Cuba, Mariel trabajaba como restauradora en la Biblioteca Nacional; su hermano en el área de seguridad de una empresa.
“Somos los más chicos y los más valientes de una familia de 9 hermanos. Decidimos salir porque por más que te sacrificas en Cuba, no tienes nada en tus manos. No puedes hacer nada por tu familia ni por ti. Esa situación te deprime mucho como ser humano”.
Mariel tiene mucha ilusión de lograr el asilo. “Anhelamos una vida diferente en un país donde hay libre expresión y se respetan los derechos humanos”.
Refugiados y COVID
El Servicio de Protección de Aduanas y de la Patrulla Fronteriza (CBP) comenzó a entregar refugiados a organizaciones no lucrativas del condado de Riverside, no sin antes hacerles la prueba de COVID-19.
“Nosotros normalmente damos albergue a trabajadores agrícolas que no tiene donde dormir, pero el condado de Riverside y la Patrulla Fronteriza nos preguntaron si podíamos recibir familias de refugiados, y aceptamos”, dice Claudia Castorena, cofundadora y encargada de finanzas del Centro Galilea.
“Recibimos refugiados procesados en California y en Yuma, Arizona”.
En el Centro Galilea, los refugiados tienen un albergue donde descansar, bañarse, tres comidas. “Este refugio es un lugar de transición mientras se reúnen con sus familias. Casi todos ellos tienen a alguien que los va a recibir”, explica Castorena.
Y dice que durante su estancia en el Centro Galilea, el personal les procesa sus boletos de avión hacia su destino final. “A veces ellos o sus familiares pagan los pasajes, y en otras ocasiones, nosotros”.
Revela que la mayor parte de los refugiados vienen a reunirse con familiares en Florida, Nueva York, Georgia, Massachusetts y Nevada.
“En su mayoría, la gente que recibimos son refugiados que no esperaron en México bajo la política ‘Quédate en México’ implementada por Trump. Normalmente cruzan la línea por el desierto y se entregan a los agentes de migración”.
Castorena precisa que en esta administración, la Patrulla Fronteriza los libera 2 o 3 días después de haberlos detenido y procesado.
“Mucha de la gente que estamos recibiendo viene de Cuba, Brasil, Ecuador, India, Rumania, Pakistán y China”.
Hace ver que el Centro Galilea siempre ha recibido inmigrantes en busca de refugio, pero en las dos últimas semanas, los números comenzaron a crecer con hasta 200 personas contra solo 12 que albergaron el año pasado. “Lo veíamos venir cuando terminó la política Quédate en México”.
Ahora están recibiendo sobre todo familias con niños y gente joven hasta los 45 años de edad. “La capacidad del Centro Galilea es hasta de 100 personas, pero con la pandemia y para mantener la distancia social la han limitado a 70 camas”.
El tiempo promedio que los refugiados pasan en el Centro Galilea es entre 24 y 48 horas. Luego son llevados al aeropuerto más cercano, Indio o Palm Springs para que tomen su vuelo. “Tenemos que pagar por el transporte que los lleve al aeropuerto”.
Castorena confía que los refugiados están desesperados por reunirse con sus familias. “Nosotros nos enfocamos en agilizar el proceso para el reencuentro con sus familiares y patrocinadores”.
En el caso de los refugiados que salen positivos al COVID, los aíslan en hoteles, les proveen comida y artículos esenciales; y cuando cumplen con la cuarentena los reciben en el Centro Galilea para ayudarlos con su viaje hacia su destino.
Ola de refugiados
El 3 de marzo, el Servicio de Protección de Aduanas y Patrulla Fronteriza (CBP) dejó en Blythe, una ciudad en el condado de Riverside a un grupo de inmigrantes en busca de asilo.
Este tipo de sucesos se espera ocurra con más frecuencia como ocurrió en el 2019 durante la ola migratoria, cuando más de 1,000 familias(aproximadamente más de 2,800 personas) fueron dejadas en el condado de Riverside.
Según dieron a conocer las autoridades del condado de Riverside en un comunicado, están coordinando una respuesta organizada y humanitaria con varias agencias internas incluyendo la Autoridad de Vivienda, el Departamento de Salubridad, el Departamento de Salud Mental, Servicios Sociales y el Departamento de Manejo de Emergencias; y con la colaboración de iglesias y organizaciones comunitarias que proveen refugio, comida y ropa.
“Estoy muy orgulloso de este esfuerzo humanitario, porque tenemos la responsabilidad de ayudar al más necesitado, sin importar de dónde vienen,” dijo Manuel Pérez, supervisor del condado de Riverside.
“Muchas de las familias solo traen una mochila o una colcha, pero están llenos de optimismo y esperanza por un futuro mejor y creen en el sueño americano. Estamos aquí para ayudarlos, conectarlos con organizaciones sin fines de lucro e iglesias que pueden proveerles refugio, acceso a cuidado médico, comida, ropa y transportarlos con sus familiares o patrocinadores”.