Niegan el paso en la frontera a niños con pasaportes estadounidenses

No importaron las plegarias de los menores (5,10 y 12 años de edad) y la madre a las autoridades, la patrulla fronteriza los deportó a las calles de Tijuana como a las 11:30 p.m.

Gladys Alvarenga y sus tres hijos con sus pasaportes.

Gladys Alvarenga y sus tres hijos con sus pasaportes.  Crédito: Manuel Ocaño | Impremedia

La señora Gladys Alvarenga pensó que los patrulleros fronterizos en San Diego respetarían la nacionalidad estadounidense de sus hijas, que cruzaban la frontera con pasaportes vigentes, pero para su sorpresa los agentes les echaron a México.

La señora Gladys dijo que por amenazas decidió abandonar Honduras con su familia, sus hijas de 12 y 10 años de edad y un hermanito de ellas de cinco años.

Al llegar a Tijuana, se dirigió con los niños a las inmediaciones de la playa y encontró un sitio por el que pudo pasar con ellos a California, pero momentos después los detuvo un agente de la patrulla fronteriza y luego se acercaron otros.

“El oficial me dijo que me tenía que mandar de regreso a México”, platicó doña Gladys a La Opinión.

Unos 2,000 refugiados actualmente viven en la frontera. (Manuel Ocaño)

“Yo le pedí que por favor tuviera en cuenta que mis hijas son estadounidenses, y que andaban (llevaban con ellas) sus pasaportes, pero me dijo que no podíamos pasar a Estados Unidos”.

Gladys les pidió que las niñas se quedaran con familiares suyos en Miami, la ciudad donde nacieron las menores, pero de nuevo el agente se negó.

“No me dio ninguna explicación, más bien me estaba criticando, porque me decía que yo nada más había venido porque me enteré de que el presidente (Joe) Biden había abierto la frontera”, recordó.

Poco después esa misma noche, cuando la familia pasó a manos de otro oficial, la señora pidió que la dejaran solicitar asilo, les explicó que tenía pruebas, pero de nuevo los patrulleros rechazaron su solicitud.

Dijo que eran más de las 11:30 de la noche cuando los patrulleros la fueron a expulsar a Tijuana por la garita de San Ysidro.

“Yo les decía que no fueran así con nosotros, porque mis hijos están chicos y no teníamos nada de dinero ni conocemos a nadie en Tijuana, pero, mire, no le importaron los ruegos que le hice”, dijo doña Gladys.

“Todavía cuando nos estaban sacando, el oficial de (el Instituto Nacional de) Migración, de aquí de México, le decía al de Estados Unidos, ‘oye, no, las niñas son estadounidenses, a ellas no las puedes echar para acá’”, dijo doña Gladys.

Pero los agentes estadounidenses lo desoyeron, la señora dice que simplemente se dieron la vuelta y se retiraron.

“Ya el oficial mexicano nos dijo que nos iba a ayudar a buscar refugio y fue que nos trajeron a este albergue”, dijo la mujer.

La menor de 12 años de edad dijo que a los patrulleros que primero las detuvieron “les dije que yo soy de aquí, de la Florida, traigo mi pasaporte”, pero los oficiales la ignoraron.

“Me sentí mal, me sentí triste”, dijo la niña.

Un migrante que el día de la entrevista estaba a cargo del albergue Maicol Rodríguez, dijo que le llamaron después de la media noche para preguntarle si tenía cupo para la familia y él les dijo que sí y los aceptó.

“Sabíamos de casos como este pero no nos había tocado recibirlos”, dijo Rodríguez, “la señora se asesora con una abogada y también busca ayuda con alguna organización que pueda apoyarla”.

Las autoridades fronterizas en San Diego no respondieron a lo inmediato a solicitudes de la prensa para tener alguna explicación.

Una ex profesora del campamento La Esperanza, en la explanada de la garita peatonal de El Chaparral en Tijuana, dijo a condición de anonimato que ella sabe de por lo menos 12 niños que son estadounidenses y que se encuentran en ese lugar junto con sus padres que esperan solicitar asilo.

La maestra, una de cuatro que tuvieron que abandonar el campamento debido a amenazas, dijo que si el gobierno de Estados Unidos se enterara de las condiciones en que viven esos niños en el campamento, seguramente haría algo para llevarlos a su territorio.

“Son niños estadounidenses y tienen sus pasaportes, pero, al no dejarlos pasar, el gobierno de su propio país los hace que se queden en un lugar donde no hay agua potable, a veces no hay servicios higiénicos, ni hay seguridad de que van a tener alimentos, y claramente no tienen el tipo de alimentos que esos niños necesitan”, dijo la maestra.

De acuerdo con organizaciones civiles, en el campamento debe haber unas 2,000 personas y 500 de ellas son menores de edad.

Para las organizaciones es difícil llevar un conteo porque cada día salen del campamento migrantes, unos pocos de ellos para cruzar a Estados Unidos, pero también todos los días llegan más migrantes, ocasionalmente con niños estadunidenses.

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