‘La pandemia nos obligó a reinventarnos’, dice restaurantero mientras se prepara para reapertura
El dueño del restaurante Estrellita del Mar en South Gate habla del impacto económico de Covid-19 en su negocio
Durante los 42 años que Luis Felipe Gutiérrez lleva en el negocio de los restaurantes, nunca una crisis lo había hecho llorar como lo hizo la pandemia ante el temor de perderlo todo.
Pero a pocas semanas de que el 15 de junio se reabra completamente la economía de California y se levanten la mayor parte de las restricciones sanitarias impuestas, se siente bendecido de haber sobrevivido al impacto económico de Covid-19.
“La pandemia nos obligó a reinventarnos y a ajustarnos a los cambios, pero debo decir que sin la ayuda del gobierno federal, no la habría hecho y ahorita sería uno más en la cifra de restaurantes que han cerrado”, dice el restaurantero.
Luis Felipe es un hombre experimentado en el negocio de la gastronomía. Nació en Jalisco, México. A los 5 años de edad, sus padres Antonio y Toribia Gutiérrez lo trajeron a Los Ángeles.
“Cuando tenía 15 años, el 14 de julio de 1979, mis padres abrieron en la ciudad de Cudahy, T&A Taco y ahí comencé a trabajar con ellos, haciendo de todo. En 1984, abrieron una segunda taquería T&A Taco en Bell Gardens. En 2001, establecieron El Duranguito Market también en Bell Gardens”.
Sin embargo, hace 8 años y medio, a Luis Felipe le nació la idea de abrir su propio negocio, un restaurante especializado en mariscos que fuera más elegante y en el cual se pudiera vender cerveza. Así que pidió un préstamo y compró un terreno en la esquina de Garfield y Century Boulevard en la ciudad de South Gate del condado de Los Ángeles.
“Me llevó tres años y medio construir un proyecto al que le puse mucha pasión”, recuerda.
Cuando pegó la pandemia, la Estrellita de Mar como bautizó a su restaurante, ya estaba finalmente nivelándose en lo económico.
“Para marzo de 2020, operábamos con 14 empleados. Cuando nos cerraron por casi dos meses, con todo el dolor de mi corazón tuve que quedarme con dos meseras y un cocinero. Yo mismo le entré a la cocina, a lavar trastes y pisos, y hacer de todo como cuando comencé con mis padres a los 15 años”.
Pero realmente dice que entró en estado de pánico con el cierre del restaurante y con la autorización para únicamente vender comida para llevar. “Imagínense, el 98% de los clientes eran gente que venía a sentarse a comer aquí y a disfrutar un rato de la convivencia con amigos y familiares”.
Confiesa que hubo un momento a mediados de abril del año pasado, en plena pandemia, que llegó al restaurante y no pudo contener las lágrimas al ver que lo que había construido con tanto esfuerzo, se le estaba derrumbando con un promedio de $40 en ventas para llevar al día.
“Al mismo tiempo, fue un instante muy espiritual porque me llené de esperanzas y fuerzas para seguir luchando y no dejarme caer”, dice.
Un mes después de que les cerraron los negocios, ya no pudo pagar la hipoteca. “Por fortuna, el banco me perdonó el pago por cuatro meses sin cobrarme intereses o penalidades”.
Pero lo que realmente lo salvó, dice, fue la ayuda del gobierno federal. “Nos dieron una beca por $30,000 para pagar sueldos de empleados, y en enero nos dieron otra ayuda por $65,000”.
Luis Felipe tiene claro que sin asistencia federal, se habría visto forzado a cerrar su negocio. “Y aquí estamos en la víspera de salir de la oscuridad. Aunque todavía tenemos que hacer frente a las deudas acumuladas por los servicios públicos como la luz”.
En esos meses de tinieblas, llenos de sobresaltos, cuando solo podían vender para llevar, dice que tuvo que reinventarse. “Creamos paquetes muy económicos y de promoción. La gente no tenía mucho dinero, así que tuvimos que bajar los precios. Los ceviches, los cócteles y los camarones al ajo para llevar, se nos empezaron a vender mucho. La gente nos respondió”.
Cuando les permitieron poner mesas en los estacionamientos y banquetas para que la clientela se sentara a comer, siguiendo las reglas de la sana distancia, dice que también tuvieron respuesta de la comunidad. “Pusimos hasta televisiones afuera para que la gente sintiera como que estaba dentro del restaurante”.
Luis Felipe empezó a respirar más tranquilo al permitirles vender en los interiores de los restaurantes, guardando las regulaciones de la sana distancia. “Y ya estamos listos para abrir la Estrellita de Mar a toda capacidad el 15 de junio, y con la tranquilidad de que todo el personal está vacunado contra Covid-19. Fuimos de los primeros en vacunarse y en pleno repunte de casos, establecimos un protocolo por si alguien no se sentía bien, podían quedarse en su casa sin sanción alguna”.
Al hacer un balance de los daños, considera que la crisis de Covid-19 fue una oportunidad de reinventarse. “Implicó un gran esfuerzo, pero las ventas ya están regresando a los tiempos de antes de la pandemia. Eso nos permitió contratar a 15 trabajadores y si las cosas mejoran, tal vez pueda emplear a dos o tres personas más”.
Aunque los casos de coronavirus se han reducido, estima que todavía nos espera un año y medio difícil mientras se reactiva la economía. “Se nota cuando hay dinero. La gente recibe sus cheques de estímulo y de inmediato sale a comer fuera. Hay un repunte en las ventas”.
Con la reapertura total para el 15 de junio, el restaurantero prepara un nuevo menú. “Contraté a un chef de Ciudad Obregón, Sonora, Roberto Ceja, creador de la salsa Yaquesita como parte de los cambios para atraer más clientes”.
No oculta su agradecimiento por la asistencia federal, pero además dice que el gobierno estatal ya se ha puesto las pilas y tiene planes para proveerles ayuda financiera.
“Como no estar contento, si de tres restaurantes, uno cerró durante la pandemia mientras que nosotros sobrevivimos y estamos luchando”.
La Estrellita de Mar abre de las 8 de la mañana a las 10 de la noche todos los días. Se localiza en el 13610 Garfield Avenue de la ciudad de South Gate.
Más que ninguna otra industria, los restaurantes fueron los más golpeados durante la pandemia y recibieron muy poca ayuda o casi nada en los paquetes de alivio económico aprobados por el Congreso.
La Asociación Nacional de Restaurantes estima que más de 110,000 restaurantes, el 17% del total, cerraron temporal o definitivamente en el 2020, mientras que las ventas se desplomaron en $240,000 millones y se perdieron 2.5 millones de empleos.