Federico Jiménez: el artista de los artistas de Hollywood
Un inmigrante que lejos de renunciar a sus raíces, las recreo en diseños de joyas con las que conquistó a la élite de las estrellas estadounidenses
En una caja de cartón cupieron todas sus pertenencias. No estaba listo para dejar su pueblo Tututepec y menos separarse de sus papás y hermanos. Debía de tratarse de un mal sueño. Lo acusan del incendio que se dio en la iglesia, todo fue un accidente. Nadie le cree. Sus padres deciden enviarlo a Oaxaca para evitar un linchamiento. El aeropuerto es una caseta desolada y una mancha de asfalto, lo demás es tierra suelta. El avión de cuatro motores aparece y aterriza con dificultad.
Federico Jiménez pierde la esperanza de que su madre le diga que todo es una mentira, que lo hicieron para darle una lección por sus continuas travesuras, que mañana regresará al campo a trabajar junto con su burra, como lo había hecho el día anterior. Les repite lo que les dijo una y otra vez en el camino. “En Oaxaca los mestizos no nos quieren a los indígenas”.
Un absoluto silencio es la respuesta. Su padre lo sorprende con un abrazo a manera de despedida, Federico no recuerda la última vez que su padre tuvo un gesto afectivo para con él. Las huellas de la última paliza que le dio no han desaparecido. Su madre también lo abraza y le hace más recomendaciones. “No me causes más vergüenzas; pórtate bien y no dejes de escribirnos”.
A sus 14 años, Federico nunca había salido de su pueblo, desconocía lo que significaba vivir en la gran ciudad lejos de sus padres de sus hermanos, de su hermana Dolores que ya extrañaba.
Muchas cosas le ocurrieron en su peregrinar solitario en esa ciudad donde los indígenas eran discriminados. Al final, encontró un empleo en el Mercado Benito Juárez, el dinero le alcanzó para las tres comidas y pagar por un espacio para dormir. Además, realizaba todo tipo de tareas, desde limpiar los pisos, acomodar la mercancía y ofrecerla a los clientes.
En ese bullicio, en el entrar y salir de hombres y mujeres, los más querían comprar, pero otros venían de lejos a vender su mercancía. Indígenas de distintos pueblos de Oaxaca llegaban con sus bultos de textiles, de rebozos, de prendas típicas de su región: Camisas bordadas con figuras de flores y animales, faldas estampadas de colores brillantes, blusas de escotes cuadrados y mangas adornadas con listones multicolores.
La barbarie con que fue tratado de niño y el menosprecio que recibió en su adolescencia y juventud, dio origen a un deseo inquebrantable de triunfar. Federico aprendió a edad temprana el oficio de la orfebrería, la cual perfeccionó después cuando emigró a Estados Unidos.
El camino que recorrió de su pueblo Tututepec a Los Angeles estuvo lleno de anécdotas, de temores, de premoniciones, de la presencia espiritual de un guía asignado por sus ancestros. Esas experiencias acompañadas de momentos “mágicos” las narra en primera persona en su primer libro titulado: Federico: One man´s remarkable journey from Tututepec to Los Angeles, publicado en inglés por The University of Arizona Press y Editado por Shelby Tisdale.
En este libro, el famoso diseñador de joyas comparte con el lector su primer encuentro con la cantante Cher a quien le rechazó un primer cheque por dudar de su solvencia financiera para cubrirlo. “Yo lo que vi es a una mujer muy delgada de pelo largo vestida como Hippie”.
También describe en detalle el riguroso escrutinio al que sometió a figuras famosas de Hollywood que insistían en pagar con cheque la joyería que adquirían de su improvisada tienda. Sin saber de quienes se trataban les pedía su identificación, domicilio, número de teléfono y si la cantidad era muy elevada, número de placas.
El también filántropo deja testimonio de la ayuda incondicional que recibió de amigos para salir de México y radicar en Estados Unidos, en especial de una mujer de la que se convirtió en su esposa años después. Ellen Belber.
La historia de Federico es la historia de un joven mixteco que se negó a renunciar a sus raíces indígenas, al contrario se dedicó a recrearlas en diseños de joyas que cautivaron a la élite de Hollywood.
Federico sorprende al lector al describir el regalo que le dio a la ciudad que lo rechazó y vituperó. El Museo Belber-Jiménez ubicado en el centro de Oaxaca es un espacio dedicado a la exhibición y difusión de las culturas prehispánicas de México.
One man’s remarkable journey from Tututepec to Los Angeles es una lectura obligada para los que quieran explorar el mundo mágico de los pueblos originarios de Oaxaca.
Federico Jiménez, al compartir la historia de su vida, deja un sólido testimonio de cómo un niño mixteco que fue castigado por sus padres, rechazado por la sociedad, discriminado por las autoridades llegó a convertirse en “Artista de los Artistas” de Hollywood. Entre sus clientes regulares figuraron: Elizabeth Taylor, Catherine Deneuve, la cantante Cher, Natalie Wood y Robert Wagner, entre otros.