“Aún no lo puedo creer”, dice inmigrante al recibir su residencia tras 21 años de vivir en las sombras
La petición hecha por su esposa, beneficiaria de NACARA, junto a la que años atrás había presentado su hermano, le dan el pase para convertirse en residente permanente
A Roque Navarro, un inmigrante de Sinaloa, México, aún le cuesta creer que después de 21 años de vivir en las sombras y de que en cuatro ocasiones fue detenido y expulsado del país, cuando intentaba cruzar la frontera, logró la residencia en Estados Unidos.
“Todavía no lo asimilo. Cuando recibí la tarjeta de residencia, me temblaban las manos de la emoción”, dice feliz y lleno de sueños por cumplir.
En septiembre del año 2000, Roque dejó su pueblo El Salado en Sinaloa para venir a trabajar a San Francisco, California, donde viven 6 de sus 12 hermanos.
“Todo lo que quería era ahorrar dinero para comprarme una camioneta que era de mi hermano. Yo se la había chocado y arreglado. Cuando terminé de repararla, dije mejor se la compró, pero no tenía con qué y por eso me vine a trabajar en Estados Unidos”.
Consiguió empleo en una compañía de limpieza en San Francisco. Y en abril de 2001, uno de sus hermanos ciudadano de EE UU, le hizo la petición de residencia 245 (i) para que de una vez se quedará aquí a trabajar. Se la aprobaron en julio de 2005, pero la lista de espera era por más de 20 años.
Desesperado por ver a su familia, Roque salió a México en 2001. “Se me dificultó reingresar. Y en un mes me sacaron cuatro veces. Nomás firmaba la salida voluntaria y volvía a intentar cruzar hasta que lo logré”.
Roque se casó en San Francisco y tuvo dos hijos que ahora tienen 16 y 11 años. Pero en 2012, se divorció de la madre de sus hijos y cuatro años más tarde comenzó una relación con María, quien también estaba divorciada con dos hijos.
Curiosamente las parejas que Roque y María tuvieron de casados, eran hermanos. Es decir que los hijos de ambos son primos hermanos. Roque y María se casaron en 2018.
María, nacida en Nicaragua, era ciudadana de Estados Unidos desde 2010. “Yo vine con mis padres en el año 2000 siendo menor de edad. Entré con un permiso y en 2005 pude obtener mi residencia por medio de La Ley de Ajuste Nicaragüense y de Alivio Centroamericano (NACARA)”.
Desde antes de casarse con María, Roque trató de arreglar su estatus migratorio y acelerar la petición de residencia que le hizo su hermano. “Vi a dos abogados y me dijeron que no tenía oportunidad de arreglar, ni casándome porque tenía 4 deportaciones”.
Ya casado fue a ver a una tercera abogada muy conocida en Los Ángeles, pero después de que un año su caso no avanzaba, decidieron quitarle el expediente y se fueron a ver al abogado en migración Sergio Siderman en noviembre de 2019.
“La tercera abogada que vi nunca sometió mi caso a migración”, dice Roque.
Fue María quien le propuso a Roque ayudarlo con la petición de residencia. “Me daba mucha tristeza ver cómo sufría porque es una tradición que toda su familia se reúna en México para pasarla juntos en Navidad. Él nunca iba y se ponía a llorar por no ver a sus papás”.
Dice que el abogado Siderman significaba el último intento por arreglar la residencia. “Tuvimos suerte porque al mes de que presentó la solicitud de residencia, le llegó el permiso para trabajar”.
En enero de este año fueron a la entrevista de residencia; un mes después se la aprobaron; y en mayo recibió la tarjeta de residencia permanente por 10 años.
“Todo el proceso tomó entre 12 a 15 meses, desde que se presentó la petición, hasta que este año le dieron la residencia”.
Tres días después, la pareja llegó a Sinaloa para llegar a tiempo a la celebración del cumpleaños del padre de Roque, a quien no habían visto por tantos años.
“Queríamos darles una sorpresa, pero por miedo a que a mis padres no les fueran a dar un infarto, les pedí a mis hermanos que los prepararan unos minutos antes de mi llegada, para que el impacto del reencuentro no fuera tan fuerte”, recuerda Roque.
Así que una de las hermanas, le preguntó a sus padres, cómo se sentirían si el hijo ausente llegara en ese momento. “Nos pondríamos muy felices”, respondió la madre.
Su padre José Israel Navarro Aispuro tiene 84 años y aún trabaja en su parcela en el campo y Patricia León Corrales de 80 años se dedica a atender a sus animales domésticos, patos, gallinas, guajolotes.
“Entré por la puerta de atrás de la casa. Mis hermanos pusieron música y cuando abracé a mi papá por más que quise hacerme el valiente, se me aguadaron las piernas y me puse a llorar. Todos lloramos”.
Ya como residente, Roque de 40 años de edad, dice que como le gusta mucho cocinar y a veces hace comida para fiestas, su sueño es “poner un restaurancito”; o por qué no, un taller mecánico. “También me gusta la mecánica”.
El abogado en migración Siderman explica que este inmigrante mexicano pudo obtener su residencia gracias a la conjunción de varios factores: el antecedente de la petición 245 (i) hecha por su hermano y la petición de ajuste de estatus I-130 de su esposa.
Pero además porque se detectó al pedir su récord que las cuatro salidas que le dieron en la frontera cuando intentaba cruzar, no se registraron como deportaciones.
“Si los oficiales de migración las hubieran anotado como deportación, habría sido más difícil que arreglara su estatus”.
También tuvo que pagar una multa de $1,000 por no tener una entrada legal al país.
“La petición del hermano, junto con la del esposa, no tener deportaciones más el pago de la multa ayudaron para que no tuviera que ir al Consulado de Estados Unidos en Ciudad Juárez por un perdón y se ahorrara el riesgo de que ya no lo dejaran regresar”.
El abogado Siderman dice que la lección que deja el caso de Roque es que los inmigrantes deben buscar abogados con experiencia que le dediquen tiempo. “Vean a varios abogados antes de decidir quién les va a llevar su caso”.
María, quien es dueña de una agencia de limpieza en la que también trabaja Roque, dice que el sueño que tienen como pareja es comprar una segunda casa y viajar.
Roque no ha perdido el tiempo, ya ha ido cuatro veces a México y en una ocasión a Nicaragua a conocer el país de su esposa.
“Otra vez andas por aquí”, dice Roque que le dicen los vecinos de su pueblo cuando lo ven por las calles. “La verdad que tengo bastante conexión con mi padre y me gusta mucho ir a trabajar con él a la parcela, como lo hacía de niño”.
En febrero de 2024, Roque calificará para pedir la ciudadanía de Estados Unidos.