El trabajo voluntario: una salida para veterano del 9/11
Inmigrante, que fue enviado a Irak tras los atentados, encuentra en la ayuda a la comunidad la clave para lidiar con el PTSD
Josué Guerrero-Uribe emigró de su natal Michoacán, México, a California cuando tenía apenas 8 años, se convirtió en un estudiante sobresaliente del atletismo pero al graduarse de la preparatoria se enfrentó con problemas económicos para continuar con sus estudios superiores.
Para solucionarlos, el residente de Pacoima -un vecindario ubicado al norte de Los Ángeles-se enlistó en los Marines en diciembre del 2000 con la idea de ahorrar dinero e ir a la universidad.
Lo que no imaginaba es que a menos de dos meses de graduarse de la escuela de infantería de los Marines, ocurriría el ataque terrorista en Nueva York el 11 de septiembre de 2001.
La unidad a la que pertenecía, una fuerza de ataque de élite, fue una de las primeras en ser enviadas a Irak.
“Cuando me llamaron para ir yo estaba preparado para no regresar a casa vivo”, recordó Guerrero-Uribe. “Yo no estaba casado ni tenía hijos pero otros amigos [Marines] sí. Así que hicimos la promesa de que yo los regresaría vivos con sus familias”.
El inmigrante enfrentó algunos de los combates más feroces y cuando estaban a pocas horas de entrar a Kuwait, frontera con Irak, tuvieron que escribir una carta a sus familiares y un testamento en caso de que no regresaran vivos.
Lograron sobrevivir y tras dos años en combate, el grupo de amigos regresó con sus respectivas familias. Noo bstate, Guerrero-Uribe se había lastimado severamente la espalda y una pierna; dijo que con la adrenalina en el momento de guerra no sentía dolor pero con el tiempo este se agudizó.
Después de ocho años de servir en los Marines, fue dado de baja por cuestiones médicas. “Me dieron el alta médica de muy mala manera. Simplemente dijeron que les soy inútil y me sentí descartado”, indicó.
Enfrentar el trastorno de estrés postraumático
Ya de nuevo en su comunidad de Los Ángeles, Guerrero-Uribe comenzó a trabajar y se inscribió nuevamente al colegio comunitario. Sin embargo, comenzó a enfrentar el Trastorno de Estrés Postraumático (PTSD), algo que él desconocía.
“Tenía muy poca paciencia con los demás y con mi familia, cuando iba manejando o en [el colegio], cuando el profesor hablaba y los estudiantes se reían, me molestaba”, recordó.
Tanta era su ira sin explicación que sus familiares y amigos comenzaron a notarlo y dejaron de invitarlo a reuniones. Para compensar el tiempo libre, el veterano se hundió en el trabajo por largas horas.
Una noche mientras iba regreso a casa un grupo de activistas tiró un bote de basura incendiado hacía la autopista por donde él manejaba y ese fue el detonante que abrió viejas heridas.
“Me di cuenta que mi memoria había escondido todas esas imágenes [de la guerra] pero ese día todo regresó”.
Después de esto, cuenta que comenzó a involucrarse con el uso de alcohol y drogas hasta el punto de llegar a perder su empleo y su apartamento, de repente se vio durmiendo en su vehículo en el parque MacArthur.
Cuando cayó en cuenta de lo mal que la estaba pasando y que necesitaba ayuda, el Marine decidió internarse en el Hospital de Veteranos de Los Ángeles en 2015.
La ayuda que necesitaba
Uribe dijo que estuvo internado en el hospital por un año y ahí fue cuando recibió la ayuda necesaria, no solo fue atención física sino también psicológica y fue cuando comenzó a entender los problemas del PTSD.
Los viernes usualmente el hospital tenía reuniones para presentar oportunidades y recursos a los veteranos. Ahí conoció a un representante de The Mission Continues, una organización sin fines de lucro que empodera a los veteranos para que continúen su servicio y lleva a las comunidades el talento, habilidades y preparación de veteranos para generar un impacto visible.
“Me invitó a reconstruir el Salvation Army y ahí conocí personas con los mismos intereses. Entonces me involucré más”, contó Guerrero-Uribe.
Un movimiento llevó al otro y el veterano quien comenzó como voluntario ahora es líder en The Mission Continues. Ha viajado por todo el país, dirigiendo proyectos de servicio con impacto en la comunidad y ha sido muy abierto en cuanto a su lucha y misión para devolver un sentido de honor y respeto a las áreas a las que sirve.
Hace poco, lideró un proyecto en Los Ángeles para embellecer el Centro Infantil Wanda A. Mike’s al construir camas de jardín y bancos, además de pintar contenedores de almacenamiento y labores de jardinería.
Esto como parte de un movimiento a nivel nacional donde miles de voluntarios veteranos ofrecen su servicio para conmemorar el vigésimo aniversario de los ataques terroristas del 11 de septiembre, reconociendo el servicio y el sacrificio de la fuerza totalmente voluntaria que sirvió a raíz de ese día.
Guerrero-Uribe aseguró que le gusta ayudar a otros veteranos e involucrase con cualquier actividad que sea a beneficio de los veteranos.
“Siento que nuestra misión como personal uniformado tal vez terminó pero nuestra misión con las comunidades locales continúa”, aseveró.
La misión no fue cumplida
Al preguntarle sobre la situación que cientos de soldados y civiles vivieron en Afganistán, Guerrero-Uribe dijo tener sentimientos encontrados ya que la guerra post 9/11 afectó severamente su vida.
El veterano no pudo evitar un sentimiento de derrota al ver que el ejercito militar estadounidense regresó tras 20 años de estar en Afganistán sin poder derrotar al ejercito islamista: el talibán.
Hace unos días, con disturbios y una explosión, regresaron a EE.UU., las últimas tropas que ocuparon el país después de los ataques del 11 de septiembre de 2001.
La guerra costó a Estados Unidos más de 2 billones de dólares y cobró más de 177,000 vidas, indica el Instituto Watson de la Universidad Brown.
El veterano opinó que estos 20 años de guerra no valieron la pena para la mayoría de los soldados.
“Sacrifiqué mi vida por una idea errónea. Sé que todos los hombres y mujeres con los que serví siguieron ese honor, valor y compromiso. Pero los líderes no cumplieron”, expresó.
Agregó que Estados Unidos intentó cambiar a su imagen una región, una cultura y una religión, que tiene miles de años de historia y que eso nunca iba a suceder.
“Entramos allí con la idea de que los convertiríamos en uno de nuestros recursos extendidos y ese fue un plan fallido, estamos viendo dolorosamente ahora los resultados de esas decisiones”, aseveró.