Cómo Estados Unidos ayudó a Irán a iniciar su polémico programa nuclear
El programa nuclear de Irán ha sido uno de los mayores quebraderos de cabeza de la diplomacia estadounidense durante las últimas décadas. Paradójicamente, ese programa tuvo su origen en una iniciativa de Washington.
Ha sido una preocupación central en la agenda geopolítica mundial de las últimas dos décadas.
El programa nuclear de Irán es uno de los temas que más esfuerzos diplomáticos ha requerido desde que en 2003 la Organización Internacional de Energía Atómica (IAEA, por sus siglas en inglés) descubrió que Teherán había desarrollado durante 18 años un programa secreto que incluía la existencia de varias plantas atómicas importantes y sofisticadas.
Esta revelación, que implicaba un incumplimiento de las obligaciones de Irán como firmante del Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares, puso inmediatamente en marcha a la maquinaria diplomática global que no tardó en emitir condenas, sanciones y otras medidas de presión en las que participaron no solamente las potencias occidentales sino también Rusia y a China, socios tradicionales de Teherán.
Aunque el gobierno del entonces presidente Mohamed Jatami afirmó que las actividades nucleares tenían fines pacíficos, Estados Unidos interpretó estos hallazgos como la confirmación de sus sospechas de que Teherán buscaba hacerse con armamento atómico.
El programa nuclear iraní fue un tema central durante los mandatos de George W. Bush, Barack Obama y Donald Trump, quienes con enfoques muy distintos intentaron detenerlo por temor a que Irán desarrollara armas nucleares, una posibilidad que alteraría el equilibrio de poder en Medio Oriente y que, según muchos expertos, podría incentivar la proliferación en la región.
Esos esfuerzos tienen continuidad ahora en el mandato de Joe Biden.
Este 29 de noviembre, representantes de EE.UU., Reino Unido, Francia, Rusia y China (las cinco potencias con derecho de veto en el Consejo de Seguridad de la ONU, conocidas como el P5), junto a Alemania se reunirán en Viena con Irán para intentar revivir el Plan de Acción Integral Conjunto que habían suscrito en 2015 sobre el programa nuclear iraní.
Ese acuerdo, que el gobierno de Obama estuvo negociando durante 20 meses, se vino abajo cuando el gobierno de Donald Trump decidió abandonarlo en 2018.
Paradójicamente, todos estos quebraderos de cabeza tuvieron su origen primigenio en el propio Washington, pues el programa nuclear de Irán se inició gracias a una iniciativa estadounidense en la década de 1950.
Todo empezó con un discurso del presidente Dwight Einsenhower.
“Átomos para la Paz”
El 8 de diciembre de 1953, ante la Asamblea General de la ONU, Einsenhower habló sobre la amenaza que representaba la tecnología nuclear usada con fines bélicos, que desde hacía varios años ya no era monopolio de Estados Unidos, y de los riesgos de proliferación a medida que más países aprendían a producir bombas atómicas.
El mandatario afirmó que había que ir más allá de buscar la reducción de esta amenaza y sugirió poner esta tecnología al servicio de la humanidad.
“No es suficiente con quitarle esta arma a los soldados. Hay que colocarla en manos de quienes sepan despojarla de su revestimiento militar y adaptarla a las artes de la paz”, dijo.
Entonces, propuso la creación de una agencia de energía atómica, bajo el paraguas de la ONU, que se encargara de diseñar las formas para que el material nuclear “sirviera a los propósitos pacíficos de la humanidad” y se pudiera aplicar la energía atómica para responder a diversas necesidades en áreas como la medicina o la agricultura.
“Un propósito especial sería proveer con abundante energía eléctricas a las zonas del mundo hambrientas de energía“, apuntó.
La idea era que las potencias capaces de producir material nuclear proveyeran con este a la agencia de la ONU, que lo mantendría seguro y lo pondría en manos de investigadores que indagarían sobre los usos pacíficos de esa energía.
Ese discurso de Einsenhower sembró la semilla para la creación de la IAEA, pero también daría pie a una iniciativa conocida como Átomos para la paz, a través de la cual Estados Unidos ofrecería educación y tecnología a países en desarrollo para ayudarles en el uso pacífico de la energía atómica.
Sacando al genio nuclear de su lámpara
Menos de un año después de ese discurso ante la ONU, Estados Unidos reformó la Ley de Energía Atómica para permitir la exportación de tecnología y materiales nucleares a otros países, siempre y cuando estos se comprometieran a no usarlos para el desarrollo de armamento.
En marzo de 1955, el gobierno de Einsenhower fue un paso más allá y autorizó a la Comisión de Energía Atómica estadounidense a proveer a estados del “mundo libre” con cantidades limitadas de material fisible, así como también asistencia para la construcción de reactores nucleares.
“Esas exportaciones tenían como finalidad mantener el liderazgo global de Estados Unidos, reducir la influencia soviética y asegurar el acceso al suministro de uranio y torio foráneo”, escribió Peter R. Lavoy, quien fue director de Políticas de Contraproliferación del Pentágono, en un artículo publicado por Arms Control Association.
India fue el primer país en recibir asistencia nuclear de Washington. Otros beneficiarios fueron Sudáfrica, Israel, Turquía, Pakistán, Portugal, Grecia, España, Argentina, Brasil e Irán.
Un reactor para Teherán
El 5 de marzo de 1957, Estados Unidos firmó junto a Irán, entonces gobernando por el sha Mohamed Reza Pahlevi, un acuerdo de cooperación para el uso civil de la energía atómica que bajo el paraguas de la iniciativa Átomos para la Paz sentó las bases para la puesta en marcha del programa nuclear iraní.
Para Washington, Irán tenía un atractivo adicional en ese contexto de la Guerra Fría.
“Según documentos archivados [de la época], un Irán no alineado era visto como la piedra angular de una estrategia de disuasión contra la Unión Soviética y Átomos para la Paz serviría para solidificar la lealtad de Irán a Occidente”, señaló Jonah Glick-Unterman en un análisis publicado en 2018 por el Wilson Center, un centro de estudios con sede en Washington.
En 1967,Estados Unidos dotó a Teherán con un reactor nuclear de investigación de 5 megavatios, así como de cierta cantidad de uranio altamente enriquecido para poder operarlo.
Tres años más tarde, Irán ratificó el Tratado de No Proliferación Nuclear por el cual se comprometía a no buscar poseer ni desarrollar armas nucleares.
Ese objetivo, sin embargo, no había sido del todo descartado por el Sha.
“El Sha tenía la idea en esa época de que si Irán era lo suficientemente fuerte y él podía defender nuestros intereses en la región, entonces él no quería armas atómicas. Pero me dijo que si eso cambiaba “tenemos que hacernos nucleares”. Él tenía eso en mente”, contó Akbar Etemad, considerado como el padre del programa nuclear iraní, en una entrevista con la BBC en 2013.
Etemad fue el presidente de la Organización de Energía Atómica de Irán, establecida en 1974, y estuvo al frente del desarrollo inicial del programa nuclear de su país.
Ese año, Reza Pahlevi anunció planes para construir en las dos décadas siguientes 23 plantas de energía atómica con capacidad para generar unos 23.000 megavatios. También quería desarrollar el ciclo completo de producción de combustible nuclear.
Pero había un obstáculo importante, pues Irán no tenía los expertos calificados que necesitaba para avanzar en esta ruta.
“Debido a que Irán carecía de gran cantidad de individuos formados en Ingeniería Nuclear y en Física, el reactor de Teherán permaneció improductivo durante casi una década pues no contaba con una mano de obra adecuada para operar”, señaló Ariana Rowberry en un artículo publicado por Brookings Institution, un centro de estudios con sede en Washington.
La ayuda de Estados Unidos también sería clave para superar este obstáculo.
En julio de 1974, las autoridades iraníes propusieron al prestigioso Instituto de Tecnología de Massachussets (MIT) la creación de un programa de maestría para estudiantes escogidos por la Organización de Energía Atómica de Irán que permitió formar a las primeras generaciones de ingenieros nucleares iraníes.
Ese programa educativo, por cuyos dos primeros años Irán pagó unos US$1,3 millones (US$7,3 millones en la actualidad), fue motivo de protestas por parte de profesores y estudiantes del MIT que acusaban al Sha de violaciones a los derechos humanos y temían que se contribuyera a la proliferación nuclear.
En todo caso, este acuerdo educativo y la colaboración nuclear entre Washington y Teherán desaparecieron pocos después con el triunfo de la Revolución iraní en 1979. Sus consecuencias, sin embargo, perdurarían.
“Nadie en el MIT imaginaba que los programas que estaban diseñando para al Sha pronto caerían en las manos de los revolucionarios islámicos. Nadie habría creído cuántos de los estudiantes y profesores iraníes que estaban formando apoyarían la revolución”, escribieron en un artículo los expertos en historia de la tecnología Stuart W. Leslie y Robert Kargon.
La Universidad de Tecnología Aryamehr (AMUT, por sus siglas en inglés), que había sido modelada a imagen del MIT, terminó siendo un gran centro de actividad de estudiantes revolucionarios.
Inicialmente el nuevo régimen liderado por el ayatolá Ruholla Jomeini rechazó los proyectos nucleares del Sha y, de hecho, muchos de los profesores preparados en este campo huyeron del país.
Mohammed Homayounvash, profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad Internacional de Florida (FIU), explica que tras la revolución de 1979, los iraníes tenían una postura extremadamente antinuclear.
“Ellos pensaban que ese proyecto era un elefante blanco del Sha. De hecho, dejaron el programa nuclear en suspenso y lo desmantelaron casi completamente”, dice a BBC Mundo.
“Hubo un hiato de unos 5-6 años durante el cual los iraníes despreciaban completamente la energía nuclear. Pensaban que era un desperdicio de tus propios recursos, pues solamente servía para generar electricidad e Irán tenía abundantes recursos petroleros”, agrega.
Sin embargo, la revolución iraní se daría cuenta luego del valor de la tecnología nuclear y no solamente empezaría a intentar recuperar para el país a muchos de los expertos que se habían ido, sino que pondría en marcha su propio programa atómico secreto.
Consecuencias inesperadas
Pero ¿cuánto peso tuvo realmente Átomos para la Paz en el desarrollo de armas nucleares en otros países y en el actual programa nuclear iraní?
Según Homayounvash, detrás de esta iniciativa estaba la preocupación que tenía Einsenhower por las implicaciones del uso de la tecnología nuclear en el campo armamentístico.
“Así que para evitar que más países tomaran esa ruta, se pensó en ese momento que si se les daba acceso a cierto nivel de tecnología nuclear con fines civiles, esto se podía mantener bajo control hasta cierto punto, con el establecimiento de las salvaguardas adecuadas”, señala.
Destaca, por ejemplo, que Estados Unidos no vendía sino que alquilaba el uranio que le entregaba a los países como combustible para los reactores y solamente en cantidades de laboratorio.
Así fue cómo Estados Unidos contribuyó a facilitar el estudio y la investigación de la energía nuclear en una treintena de países alrededor del mundo.
En retrospectiva, sin embargo, no hay consenso entre los expertos acerca de en qué medida esta iniciativa contribuyó con la proliferación nuclear.
Homayounvash considera que se puede argumentar que Átomos para la Paz creó un ambiente en el cual se hizo posible la transferencia de tecnología a nuclear con fines pacíficos y que, luego, una vez que los países habían aprendido a usar esta tecnología pudieron dar pasos para avanzar en rutas distintas.
Sin embargo, considera que no es tan fácil argumentar que si no fuera por Átomos para la Paz algunos países no habrían llegado al lugar en el que se encuentran hoy en términos de desarrollo nuclear.
“La cadena lógica [para llegar a esa conclusión] es un poco más complicada que trazar una línea directa, por lo que yo no lo haría”, señala.
Otros expertos, sin embargo, sí creen evidente que la iniciativa de Einsenhower terminó favoreciendo la proliferación.
“Hay gran cantidad de literatura nueva que destaca cuán peligroso fue esto y cómo la iniciativa de Átomos para la Paz estimuló y facilitó absolutamente el desarrollo de programa de armas nucleares“, dice John Krige, profesor del Instituto de Tecnología de Georgia, a BBC Mundo.
“Pensar que se podía dibujar una frontera clara entre Átomos para la Paz y Átomos para la Guerra no solamente fue ingenuo, sino que además se ha demostrado que es falso desde el punto de vista histórico.
“Compartir tecnología nuclear civil tiene implicaciones importantes desde el punto de vista de las armas nucleares. No hay duda al respecto”, agrega Krige, quien es experto en el estudio de la relación entre la ciencia y la tecnología con la política exterior de Estados Unidos.
Quienes comparten esta visión suelen apuntar a casos como el de la India y Pakistán, países que desarrollaron la bomba atómica y cuyos primeros científicos nucleares fueron formados en el marco de la Iniciativa Átomos para la Paz.
Pero en ese balance también habría que incluir todos aquellos que en algún momento quisieron -pero gracias a los sistemas de salvaguarda establecidos- no se les permitió avanzar hacia el desarrollo de armas nucleares.
“Hay muchos más casos en los que el desvío de materiales nucleares científicos o industriales para darles un uso militar fue detectado y derrotado por los instrumentos y los conceptos que comenzaron bajo Átomos para la Paz. Argentina, Brasil, Taiwan y Corea del Sur son ejemplos de ello”, escribió Peter R. Lavoy.
En el caso de que el programa nuclear iraní tenga -como cree Washington- fines bélicos, la pregunta sin responder por ahora es a cuál de esos dos grupos de países pertenecerá Irán en el futuro.
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