En busca de empleo, los repatriados de la tercera edad
Personas de la tercera edad, que fueron repatriados de Estados Unidos a México, padecen de oportunidades laborales en el país a pesar de la promesa de apoyos por parte del gobierno mexicano
MEXICO.- Si pudiera volver el tiempo atrás, Miguel Ángel Lujano, de 65 años, no trabajaría en un bar. No se habría metido en líos, administrando un negocio que implicaba alcohol ni se habría complicado con vendedores de droga y policías de Estados Unidos, donde vivió por casi 30 años.
Si todo eso no hubiera pasado, “seguiría allá”, dice en entrevista con este diario desde la Ciudad de México, el lugar que escogió para vivir desde que se convirtió hace dos años en un repatriado de la tercera edad y su vida dio un vuelco.
“Allá no importa la edad que tengas, encuentras trabajo muy fácil; aquí te hacen a un lado”.
En los últimos años, la deportación de adultos mayores se ha incrementado. Según cálculos del Centro de Investigación y Estudios Superiores de Antropología Social (CIESAS), en una sola década se disparó un 150%.
El cálculo se hizo en 2016 y ya se hablaba de alrededor de 130,000 ancianos repatriados oficialmente en una década y sin tomar en cuenta los que retornaron de manera voluntaria.
El gobierno mexicano no registra en sus estadísticas de la Secretaría de Gobernación la edad en específico de los indocumentados devueltos por las autoridades de Estados Unidos. Clasifica la información entre mayores o menores de 18 años.
Después de 27 años de vivir entre Los Angeles, San Fernando y Pasadena, en California, y en Harvey, Illinois, Miguel Ángel Lujano no quiso volver a su natal Tototlán, en el estado de Jalisco.
Se quedó en la capital mexicana para pelear por su “reivindicación” con apoyo de la Secretaría de Relaciones Exteriores, pero el caso no prosperó y él se quedó con las ganas de limpiar su imagen.
Jura y perjura que él no fue culpable de los delitos que se le acusaron y por los cuales fue devuelto a México sin nada más que la fuerza de voluntad.
“Todas las acusaciones que me hicieron fueron falsas”, advierte desde la sede de la organización Comunidad en Retorno, que se enfoca en brindar ayuda a personas mayores, principalmente.
Comunidad en Retorno acude frecuentemente al Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, donde llegan dos vuelos semanalmente con repatriados. Ahí brinda les da información sobre trámites burocráticos y los invita a visitar las oficinas para cualquier ayuda en particular.
Martha Adriana Sandoval, cofundadora de la organización, dice que los adultos mayores en retorno representan actualmente uno de los principales retos de la migración porque la mayoría son personas que se fueron muy pequeños a Estados Unidos y no están familiarizados con el país.
“No tienen idea de los trámites que hay que hacer para la documentación personal o no encuentran trabajo y eso los frustra muchísimo. Tienen muchos duelos al mismo tiempo: la pérdida de su entorno, de la familia, de ser autosuficientes…”, detalla.
“Los que tienen suerte, sobreviven con remesas, pero los demás están muy complicados”.
Actualmente Comunidad en Retorno mantiene contacto, por ejemplo, con un deportado mayor de 60 años de nombre Salvador. Este mexicano era entrenador de un equipo de básquetbol en Cincinnati, donde adquirió un virus que afectó su sistema nervioso y perdió la movilidad. Poco después fue deportado.
Aterrizó en la capital mexicana en silla de ruedas y sin conocer a nadie.
En los últimos meses consiguió empleo como vigilante de una preparatoria, donde lo dejan vivir. Pero no está a gusto. “Se resiste mua aceptar su realidad. Tanto que no se deja ayudar, a pesar de que trae el problema de la movilidad y una lesión en la piel”, detalla Martha Adriana Sandoval. “Tiene familia, pero lo apoyan muy poco”.
La vejez
A México la realidad de la vejez se le ha venido encima. El envejecimiento de la población era visto por las políticas de Estado como una proyección a futuro. Fue hasta octubre pasado, cuando por primera vez la Secretaría de Salud reconoció que su población se precipita a la tercera edad.
“Actualmente hay más adultos mayores, que niños menores de cinco años”, dijo Jorge Alcocer Varela, titular de la dependencia quien advirtió que estos cambios poblacionales “tienen importantes repercusiones económicas y sociales”.
De acuerdo con el último Censo Nacional de Población, en el país hay 14.5 millones de personas adultas mayores que representan el 11% de la población total y la previsión es que continúe aumentando la proporción de mayores de 69 años. Para fines de esta década será mayor el número de adultos mayores, que de menores de 15 años.
Los migrantes deportados se suman con desventajas. Son las organizaciones civiles las que ayudan a explicar los procesos para trámites básicos como la credencial para votar con fotografía que sirve de identificación, el pasaporte. Las que rastrean las posibles oportunidades de empleo, apoyos sociales como despensas, etcétera.
José Francisco Falcón, de 66 años, ha buscado empleo desde que regresó de Estados Unidos, donde vivió 13 años. No desconoce el sistema mexicano, pero lo sorprendió la falta de oportunidades para los más viejos.
“Me fui porque me quedé sin trabajo y ahora está peor”, cuenta.
En 2011 lo despidieron de PCTV, un canal de televisión por cable donde trabajaba como switcher. Encontró trabajo en TV Azteca, donde estuvo unos meses, pero pronto hubo un recorte. En su desesperación por alimentar a sus dos hijos y esposa emigró a Estados Unidos, donde encontró empleo como techero y lavador de platos; en la limpieza de un hospital y en una escuela, donde permaneció más tiempo.
Le iba bien. Pronto se convirtió en el jefe de mantenimiento en la escuela de Texas. En la pandemia, extrañaba a su familia que se quedó en México y regresó. De eso hace año y medio.
Cuando en Comunidad en Retorno se enteraron que en la colonia Polanco habría una bolsa de trabajo le avisaron.
En su currículum de trabajo describe que inició como switcher de Canal 11 en agosto de 1979, donde estuco cinco años. Luego se fue a Televisa San Angel para ser asistente de producción y de cámaras y realizador de imagen para luego saltar en el año 2006 a PCTV en las áreas de transmisión, masters, operador y jefe de estudio de post producción.
“Estoy calificado, pero no encuentro nada”, concluye antes de salir a la calle con un bastón que lo ayuda a caminar mejor ante las dificultades de salud por diversas enfermedades.
A principios del presente año, el presidente Andrés Manuel López Obrador declaró que, en caso de querer retornar al país, los mexicanos de la tercera edad que se encuentran en Estados Unidos podrán obtener tres apoyos por parte del Gobierno.
Para la vivienda, la pensión del programa Bienestar de las Personas Adultas Mayores (alrededor de 150 dólares por bimestre) y la oportunidad de participar en el programa “Sembrando vida”.
“Nos podemos comprometer con la vivienda porque, aunque parezca contradictorio por el nombre, no es crédito, es un apoyo, se da una cantidad determinada para mejoramiento y construcción de vivienda para gente humilde como los migrantes que han ayudado a millones de personas”.
El presidente dijo que si el repatriado tiene una parcelita y todavía hay fuerzas deberían aprovechar el programa de reforestación Sembrando Vida porque muchos de ellos “saben del campo y les gusta”.
Respecto a la pensión prometió que va a ir aumentando. “Para el 2024 ya va a alcanzar para la comida, se va a tener garantizada la comida para el adulto mayor”.
AMLO pidió a las organizaciones involucradas en el tema que generen acuerdos en los consulados de México en Estados Unidos y anunció la presentación de un plan por parte del Secretario de Bienestar, Javier May Rodríguez, pero aún no se presenta.
Por ahora, José Francisco Falcón recibe poco más de 150 dólares en su equivalente en pesos, pero dice que no le alcanza y por eso sigue en busca de trabajo.
Redes familiares
En Comunidad en Retorno, Martha Adriana Sandoval observa que para atender a la comunidad de la tercera edad hace falta un plan integral que involucre a todas las secretarías de Estado porque no basta con un subsidio, si no hay atención de salud física y mental en momentos de crisis, capacitaciones, empleo…
“No hay una política completa. Por ejemplo: hay casas refugio para ellos y luego no pueden acceder porque no tienen documentos y no los dejan entrar. Si están lesionados, física o emocionalmente no hay quien los atienda o no tienen dinero para sobrellevar el día a día”.
El estudio Migración de retorno de adultos mayores en México publicado en 2018 por Sandra Martínez, investigadora de CIESAS, concluye que la diferencia entre la calidad de vida entre un repatriado de la tercera edad y otro depende de las redes familiares con las que cada uno cuenta y el nivel de apoyo de éstas.
En su investigación documenta el caso de dos familias. En la primera, son dos hermanas (Belén y Uri) que retornaron por su propia voluntad a México a la comunidad rural de origen porque la diabetes les impidió seguir trabajando en EEUU.
Cuando llegaron descubrieron que la casa de sus padres se había deteriorado por el paso del tiempo y por estar desocupada y ellas no habían podido remodelarla totalmente. Viven de la caridad de sus sobrinos.
En el otro caso, Andrés, quie regresó a Guadalajara después de cinco décadas. Había emigrado a EEUU porque lo convencieron de que tenia talento para el fútbol y allá le podría ir mejor. Cuanto se fue tenía 20 años y, aunque lo del balompié le duró poco, encontró trabajo como obrero y otros oficios.
Con el paso del tiempo se hizo residente legal. Hubiera podido tener una jubilación pero en la casa que compartía con otros familiares entró la policía para buscar droga. Andrés cuenta que él veía que en un rincón siempre estaban un montón de cajas apiladas. No sabía de qué eran pero en el proceso judicial lo acusaron de complicidad.
Fue repatriado. En EE.UU. dejó una casa para sus hijos y, de alguna manera, eso le da cierta satisfacción porque la familia lo apoya.
Migue Ángel Lujano tuvo una acusación similar. Cuenta que cuando era el encargado del bar en Harvey, Illinois, él vendía alcohol y, si alguien a escondidas vendía droga, él no estaba enterado. En cierta ocasión llegó un tipo llegó a gritar en el centro de las mesas que tenía a la venta todo tipo de drogas.
“Yo le pedí que se fuera y se hizo mi enemigo”, detalla. “Luego la DEA quería que yo les dijera quién vendía y yo no quería problemas: también me los eché de enemigos”.
Con el paso del tiempo se infiltró un agente. Se hizo pasar por comprador y le pidió insistentemente que lo llevara con quien vendía los estupefacientes. “Yo recordé a aquel tipo que gritaba y que vivía por el barrio y para quitarme de encima al comprador lo llevé donde vivía el otro y así me detuvieron por primera vez”.
Luego en el parqueadero encontraron bolsitas con rastros de químicos y lo volvieron a inculpar.
El mexicano afirma que su proceso estuvo plagado de inconsistencias y por eso quería ayuda de la cancillería, pero, al no obtenerla, se resignó.
Le gusta la CDMX, donde renta un cuarto de azotea en el Centro Histórico. En un día cualquiera camina por los alrededores para mirar los edificios coloniales, se enfila por la avenida Reforma hasta el Bosque de Chapulpepec y ahí le da de comer a las ardillas mientras espera una llamada de oferta laboral.
En la Secretaría del Trabajo lo han canalizado para trabajar en el restaurante La Casa de Toño, la librería El Péndulo y a una empresa de vigilancia de edificios, pero después de las entrevistas no vuelven a contactar. Vive de lo que su hermana le envía de Estados Unidos, pero ella también es de la tercera edad, trabaja vendiendo tamales y es incierto su estatus migratorio.
“Espero que la situación mejore pronto”, seña Miguel Angel Lujano, de Comunidad en retorno. El repatriado se levanta y abre la puerta de salida para ayudar a José Francisco Falcón a caminar rumbo a Polanco. Picando piedra.
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