De la prisión a Disney

María Martinez ganaba 35 centavos por hora en la prisión; graduada en CSUN, ahora obtendrá un salario anual de $100,000 en Disney

María Martínez logro su título universitario

María Martínez logro su título universitario Crédito: JORGE MACÍAS | Impremedia

“De 35 centavos en prisión a una figura de seis números en Disney”, se lee en el birrete de María Martínez, una latina de 35 años que salió de la prisión, se graduó en ingeniería informática en Cal State University Northridge (CSUN) y recibió la oportunidad de su vida para escalar la cima del éxito: un contrato con Disneyland por $100,000 anuales.

Sin tapujos y sin esconder su pasado, María revela que estuvo encarcelada durante seis años por un robo que cometió cuando era joven, antes de lograr su libertad condicional en 2016.

María tiene una hermana que es ingeniera de software para una empresa de juegos, quien le preguntó si consideraría dedicarse a los juegos, aunque para ello tendría que estudiar informática.

“Le dije que no, y vi cuánto lloraba por mí. Era muy difícil para ella”, recuerda. “Pero llegó un día en que pregunté a la gente de Recursos Humanos de esa empresa si contratarían a alguien con antecedentes penales”.

La respuesta fue un rotundo “¡Sí!”.

La única condición era que la persona supiera hacer el trabajo.

Con el apoyo de sus hermanas, María se inscribió en la universidad y eligió una carrera en la industria informática en CSUN donde obtuvo la prestigiosa beca AnitaB.org, que patrocina Disney. En AnitaB.org, la universidad conecta, inspira y guía a mujeres en informática y organizaciones que ven la tecnología como un imperativo estratégico.

“Donde trabajo ahora, principalmente hay blancos y asiáticos; ellos ya conocen mis antecedentes penales y están de acuerdo con eso, así que escogí una buena carrera”, dice a La Opinión. “Allí no hay muchos latinos, y menos mujeres latinas”.

Quiere ayudar a otros

Su objetivo ahora es lograr más.
En la cárcel, María conoció a muchas amigas. Mujeres cuya mayoría tenían hijos y se hallaban molestas porque no los podían ver. Su meta es que, una vez que ellas obtengan la libertad condicional se reencuentren con sus hijos y no se aparten nunca más de ellos.
Y como ella estará financieramente estable y segura, quiere ayudarles económicamente en la medida de sus posibilidades.

“Quiero ir a Homeboy Industries (la organización que fundó el padre jesuita Gregory Boyle) para hablar con hombres y mujeres que estuvieron encarcelados para recomendarles que estudien una carrera en informática”, dice la recién graduada. “Tienen que saber que hay oportunidades, que pueden ingresar a esos programas y aprender a codificar y obtener un trabajo seguro después del aprendizaje”.

Superar dificultades

No obstante, María recuerda que la parte más difícil que tuvo que superar era sentirse avergonzada porque había cometido un error cuando era joven.

“Ver la expresión de la gente en sus rostros era la parte más difícil, sobre todo cuando yo estaba tratando de mejorar para mí, mi familia y todos los demás”, subraya. “Sucedía que tenía baja autoestima; estaba insegura de todo, y luego ver gente que me trataba así, no me gustó”.

María, que contó con el apoyo de sus padres y sus tres hermanas, quiso enviar un mensaje de esperanza a aquellas personas que pudieron haber cometido un error en la vida y pasaron tiempo detrás de las rejas y ahora buscan reivindicarse consigo mismas y la sociedad.

“Cada uno puede perseguir y lograr la meta que se proponga”, indica. “Para quienes pasamos algún tiempo en prisión es un mundo diferente. Y si son capaces de sobrevivir a esas condiciones, pueden aplicar todo lo que aprendieron para empujarse a sí mismos y aplicarlo para hacer algo positivo”.

“En mi ejemplo, me apresuré a conseguir la pasantía de Ingeniería de Plataformas en The Walt Disney Company; adquirí las habilidades, me conecté y eso es lo que haces en prisión: te conectas con personas con las que hablas, y si estas buscando mejorar, te ayudan a hacerlo”, agrega.

“No dejes que la opinión de nadie te importe; lo que importa es lo que pienses tú de ti mismo. Y si te acercas para hablar con la gente, no te avergüences de tu pasado, porque eso solo es el pasado”.

Por lo pronto, María ya piensa en comprar un terreno y tal vez conseguir una casa móvil, además de comenzar a pagar su préstamo estudiantil, y alcanzar las estrellas.

“Estoy muy feliz; nunca creí que esto iba a suceder”, subraya. “Siempre pensé que algo, de alguna manera iba a estropearlo, pero viendo que me he graduado y he obtenido un trabajo de $100,000 anuales, eso me parece surrealista. Y así como personas cambiaron mi vida, yo también quiero cambiar la de una persona a la vez”.

Project Rebound, una oportunidad para renacer

En 1952, John Irwin (1929-2010) robó una gasolinera y cumplió una condena de cinco años de prisión por robo a mano armada en la prisión de Soledad, California. Durante su tiempo en prisión, obtuvo 24 créditos universitarios a través de un programa de extensión universitaria.
Después de su liberación de prisión, Irwin obtuvo una licenciatura en UCLA y una maestría en Berkeley, y luego se desempeñó como profesor de sociología y criminología en la Universidad Estatal de San Francisco durante 27 años, durante los cuales se hizo conocido internacionalmente como experto en el sistema penitenciario de los Estados Unidos.

En 1967, Irwin creó el Rebound (Proyecto Rebote) como una forma de matricular a las personas en la Universidad Estatal de San Francisco directamente desde el sistema de justicia penal. Desde el inicio del programa, cientos de personas anteriormente encarceladas han obtenido títulos de licenciatura y más.

En 2016, con el apoyo del Opportunity Institute y la Oficina del Rector de CSU, Project Rebound se expandió desde de San Francisco a nueve programas de campus de CSU: Bakersfield, Fresno, Fullerton, Los Ángeles, Pomona, Sacramento, San Bernardino, San Diego y San Francisco. Desde 2016, los estudiantes de Project Rebound en todo el sistema han obtenido un promedio general de calificaciones de 3.0, tienen una tasa de reincidencia del cero por ciento y el 87 % de los graduados han obtenido un empleo de tiempo completo o la admisión a programas de posgrado.

En CSUN, antes de convertirse en Project Rebound, dirigido por Lily y Johnny Czifra, ambos ex encarcelados, los estudiantes participaron en un esfuerzo de base para desarrollar un sistema de apoyo en el campus.

Los esfuerzos dieron como resultado el establecimiento de Revolutionary Scholars (Proyecto de Eruditos Revolucionarios), una organización estudiantil dedicada a crear alternativas a la criminalización y el encarcelamiento, y Revolutionary Scholars Project, el precursor del Proyecto Rebound en CSUN, donde las profesoras Marta López-Garza y ​​Martha Escobar son asesoras de la facultad.

El pasado no define el futuro

La doctora Martha Escobar, directora ejecutiva del Proyecto Rebote y también profesora en el Departamento de Estudios Chicanos de CSUN manifestó a La Opinión que Lily González y María Martínez se conocieron en la cárcel, donde construyeron una entrañable amistad.

“En este proyecto hay mucha gente queriendo brindar apoyo y una segunda oportunidad”, dijo Escobar. “Algunas compañías de tecnología están teniendo interés en respaldar este trabajo; María [Martínez] hizo un interinato con Disney y se le están abriendo las puertas”.
En 2020, Project Rebound en CSUN tuvo 14 estudiantes.

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