Cómo opera el “ejército en la sombra” de Ucrania, los partisanos tras las líneas enemigas rusas
Un equipo de la BBC conversó con los partisanos que resisten a las fuerzas de Moscú en la ocupada región de Jersón
Mientras el Ejército ucraniano intensifica sus ataques sobre Jersón como antesala a la ofensiva para recuperar la región, otra fuerza que trabaja en paralelo.
Se trata de un “ejército en la sombra” leal a Kyiv, una red de agentes e informadores que operan tras las líneas enemigas.
La BBC habló con estos combatientes. Un viaje que incluyó un recorrido a través de un paisaje de campos de girasoles amarillos y cielo azul hasta Mykolaiv, la ciudad más importante controlada por Ucrania al oeste de Jersón y que se ha convertido en el cuartel general de los partisanos en el frente sur.
Al atravesar los puestos militares de control se ven carteles gigantes en las carreteras que muestran una figura sin rostro y encapuchada junto a una advertencia: “En Jersón los partisanos lo ven todo”. La imagen está pensada para poner nerviosos a los ocupantes rusos y levantar la moral de quienes viven atrapados bajo su dominio.
“La resistencia no es un grupo, es resistencia total”, insiste el hombre que está frente a mí, con la voz ligeramente amortiguada por una máscara negra que se ha subido del cuello para que no pueda ver su rostro mientras lo filmamos en una habitación que no puedo describir. Lo llamaré Sasha.
Preparándose para el peor escenario
Poco antes de que la guerra estallara, Ucrania reforzó sus Fuerzas Especiales en parte para construir un movimiento de resistencia. Incluso publicó un folleto en PDF sobre cómo ser un buen partisano, con instrucciones sobre actos subversivos como pinchar los neumáticos de los vehículos de los ocupantes, añadir azúcar a sus depósitos de gasolina o negarse a seguir las órdenes en el trabajo. “Quéjate de todo“, es una de las sugerencias.
Pero el equipo de informadores de Sasha tiene un papel más activo: seguir los movimientos de las tropas rusas dentro de Jersón.
“Digamos que ayer vimos un nuevo objetivo, entonces lo enviamos a los militares y en uno o dos días ha desaparecido”, explica, mientras vemos algunos de los videos que envía cada día desde la región vecina. Uno de ellos lo grabó un hombre que pasó por delante de una base militar y filmó vehículos rusos; otro es de las imágenes de las cámaras de seguridad al paso de los camiones rusos pintados con sus gigantescas Z.
Sasha describe a sus “agentes” como ucranianos “que no han perdido la esperanza en la victoria y quieren que nuestro país sea liberado”.
“Por supuesto que tienen miedo”, admite, aunque agrega: “Pero servir a su país es más importante”.
Junto a Sasha trabaja un equipo que vuela aviones no tripulados en Jersón para detectar objetivos para los militares. Son civiles, no soldados, todos son voluntarios y recaudan fondos en las redes sociales para pagar sus costosos equipos.
El responsable cultivaba plantas decorativas antes de la guerra, pero Serhii cuenta que se unió a la lucha para liberar el sur después de ver los cadáveres de civiles ejecutados en Bucha durante la ocupación rusa en esa zona. “No podía quedarme en casa después de eso”, dijo.
La tarea que eligió en su lugar es extremadamente peligrosa. Su equipo de cuatro personas es bombardeado por los rusos cada vez que sale, aunque nadie ha muerto. “Sé que hasta cierto punto es una cuestión de azar”, afirma Serhii encogiendo sus hombros y esbozando una sonrisa. “Pero si me pasa a mí sabré que fue por una buena causa”.
Impedir la anexión
Los partisanos luchan para evitar que el dominio ruso sobre Jersón sea permanente, obstaculizando el referéndum que Moscú parece estar planeando organizar en la zona. Rusia ya ha introducido su moneda, el rublo, sus redes de telefonía, y está haciendo llegar su propaganda desde los canales de televisión estatales a los hogares ucranianos, mientras que los periodistas locales han huido o están en el campo de batalla.
El jefe en funciones de la región, Dmytro Butrii, ahora exiliado en Mykolaiv, insiste en que una votación sobre la adhesión a Rusia sería una “falsedad total” y no sería reconocida por ningún gobierno “civilizado”.
Hoy en día eso no le importa mucho a Moscú.
Para Rusia, la región es estratégica: es la fuente de agua para Crimea, que se anexionó ilegalmente en 2014, y el último tramo de un muy discutido “puente terrestre” con la península.
Contra los colaboracionistas
Algunos lugareños han cambiado de bando para ayudar a los rusos. Por eso, el equipo de Sasha está construyendo una base de datos de esos “colaboradores”. “Es para que nadie pueda alegar después que estuvo con la resistencia”, explica.
Pero también buscan intimidar. Los partisanos pegan carteles amenazantes en el exterior de las casas de los colaboradores con diseños que incluyen la cara de la persona y un ataúd, o un cartel de “Se busca” que ofrece grandes recompensas por su muerte. Los activistas fotografían entonces los resultados para enviárselos a Sasha.
“Hay muchas pintadas y carteles contra la ocupación en las calles (…) Eso demuestra que hay mucha gente que no tiene miedo: en una ciudad con patrullas militares por todas partes, se las arreglan para imprimir folletos y pasearse con pegamento cuando podrían detenerlos en cualquier momento y las cosas acabarían muy mal”, relata Sasha.
También se han registrado intentos de asesinato contra los que se han unido a los invasores. Un bloguero fue tiroteado, un funcionario de la administración instalada por los rusos fue asesinado y otros han resultado heridos con coches bombas. Las figuras más destacadas que han cambiado de bando llevan ahora un chaleco antibalas como norma. Los entrevistados niegan alguna vinculación con estos hechos, pero no los condenan.
“Aparte de traidor y escoria, no tengo otras palabras para ellos”, dice Sasha, quien justifica: “Son nuestro enemigo”.
¿Liberación u ocupación?
El presidente ruso Vladimir Putin sigue afirmando que la invasión de Ucrania es una operación de “liberación”, pero en Jersón sus tropas gobiernan a través de la fuerza y el miedo.
Desde que las fuerzas rusas se hicieron con la región en marzo, cientos de personas han sido detenidas, muchas de ellas torturadas. Algunos han desaparecido, sin que se sepa nada de ellas durante semanas. Otros han sido hallados muertos o devueltos a sus familiares en bolsas para cadáveres.
Fuentes del interior de la ciudad describen a los soldados patrullando las calles y a los autobuses detenidos al azar para revisar a todos los que están dentro. El más mínimo indicio de apoyo al gobierno ucraniano, tan pequeño como un mensaje o una foto en tu teléfono, puede provocar un arresto.
Cada vez que Oleh sonríe en el espejo, los espacios donde estaban sus dientes son un recordatorio de las palizas que sufrió mientras era interrogado por los rusos. Cuenta que también le rompieron siete costillas, tres de las cuales aún no se han curado. Su nombre no es realmente Oleh, pero es el que se le da para proteger su identidad.
Miembro de la resistencia, fue testigo de la tortura de otro prisionero, Denys Mironov, quien murió a manos de los rusos.
Oleh relata con escalofriante detalle lo que ocurrió después del 27 de marzo, cuando él y Denys fueron secuestrados en la calle. Asegura que sufrió constantes palizas en las primeras horas de su cautiverio, con descargas eléctricas y asfixias, así como amenazas de muerte. Está seguro de que sus interrogadores eran del FSB, el heredero de la KGB soviética.
Reconoce que hubo momentos en los que contempló la posibilidad de acabar con su vida, y llegó a atacar a un guardia para que le dispararan.
“Buscaban nazis, así que me golpearon porque soy calvo. Pensaban que habían cogido a un maldito nazi. Cuando me desnudaron, vieron que tenía calzoncillos de los Simpsons, así que dijeron que era un agente estadounidense y me castigaron por ello”, relata.
Un mes antes, cuando los rusos invadieron el país, Oleh y Denys se habían unido a la defensa territorial, el Ejército de voluntarios de Ucrania. Pero gran parte de los militares fueron liquidados con las primeras explosiones y las fuerzas que quedaban en Jersón se vieron rápidamente superadas. Así que los hombres se convirtieron en partisanos, trabajando contra los rusos desde dentro.
“Obtuvimos información sobre dónde se encontraban sus fuerzas y cuándo se movían, y se la pasamos a los militares”, explica Oleh, quien asegura que estuvo involucrado en muchas más actividades de las que no puede hablar.
Otro partisano describe cómo ayudó a las fuerzas ucranianas a escapar en botes a través del río Dnipro cuando estaban rodeados, y cómo robó armas a los rusos. “Te contaré el resto cuando ganemos”, dice riendo.
Algunos detenidos no vuelven con vida
Denys, un hombre de 43 años con esposa e hijo y un negocio de frutas antes de la guerra, empezó a conducir una furgoneta por Jersón para repartir comida y de paso recabar información sobre el enemigo. Él y Oleh también recogieron armas, preparándose para unirse a la esperada contraofensiva ucraniana. Sin embargo, fueron detenidos y torturados.
La BBC pidió al FSB que explicara lo ocurrido a estos hombres y a otros, pero no respondió.
A mitad de la primera noche de cautiverio Oleh volvió a ver a Denys. Para entonces apenas podía caminar y le costaba respirar. Aun así, los guardias le golpearon más. “En la ingle, luego en la cara, después dos hombres con porras le bajaron los pantalones y empezaron a golpearle cerca de los riñones”, dice Oleh.
“Estaba claro que le habían perforado los pulmones y que estaba muy malherido”, comenta. “Pero si se le hubieran ayudado, se podría haber evitado su muerte. Fue horrible”.
El 18 de abril, los hombres fueron trasladados a una prisión en Crimea y, al día siguiente, Denys fue finalmente llevado a un hospital militar, donde Oleh pensó que se recuperaría.
La familia de Denys Mironov supo de su muerte un mes después de su detención, cuando fue devuelto a Ucrania como parte de un intercambio de cuerpos.
Muchas personas abandonaron Jersón poco después de que los rusos tomaran el control. El gobierno de Kyiv instó recientemente a otros a evacuar, advirtiendo que era inminente una operación militar para retomar la región. Pero salir no es fácil.
Las autoridades rusas limitan el número de vehículos que cruzan la línea del frente y sólo permiten entrar en las zonas controladas por Ucrania por la carretera que se dirige al norte de Zaporizhzhia. Los múltiples puestos de control militar que hay en el camino impiden el paso a los hombres ucranianos en edad de combatir. Incluso las mujeres y los niños se enfrentan a semanas de espera para conseguir una plaza en los autobuses de evacuación gratuitos, o a un precio exorbitante para conseguir una plaza en un coche privado.
Sin embargo, cientos de personas siguen huyendo cada día.
Lo que cuentan los desplazados
No se puede viajar a la ocupada Jersón, pero el estado de ánimo de los que huyen de ella revela muchas cosas sobre la vida allí. Incluso en el territorio controlado por Ucrania, la gente es cautelosa con lo que dice. “¿Verán esto los rusos?”, quieren saber algunos de los recién llegados antes de que se les grabe. Otros sacuden la cabeza y se apartan del micrófono.
“Es difícil, los rusos están por todas partes“, dice Alexandra, mientras hace rebotar a su bebé Nastya sobre sus rodillas en la parte trasera de un coche. Dentro de la tienda de campaña de ayuda, una mujer mayor está de pie con dos bolsas a sus pies, con aspecto perdido y solitario. Luchando con las lágrimas, Svitlana cuenta que huyó de Jersón porque tiene los nervios destrozados, pero que su marido se ha negado a acompañarla. “Dice que está esperando a que el Ejército ucraniano venga a liberarnos”, dice.
Cuando empieza a caer la noche y llegan más vehículos, un hombre admite que su propia familia está huyendo de algo más que de los misiles. “Sabemos que la gente está desapareciendo, es cierto”, me dice, sin dar su nombre. “En Jersón no se sale por la noche”.
El peligro de los bombardeos ha aumentado en los últimos días a ambos lados de la línea del frente sur.
En Mykolaiv, los días suelen empezar con explosiones a partir de las 4 de la mañana. En el sur, las bases de lanzamiento rusas están tan cerca que la sirena de aviso sólo suena después del primer misil. Una mañana, refugiados en el sótano de un hotel, el equipo de la BBC contó al menos 20 explosiones en la ciudad, algunas lo suficientemente cerca como para hacer temblar el edificio.
Pero los ataques ucranianos también han aumentado, tanto en número como en impacto, ya que las armas más potentessuministradas por Occidentehan llegado a la región y están marcando la diferencia. Los residentes de Jersón han registrado múltiples ataques contra depósitos de munición rusos. Los puentes que cruzan el Dnipro, incluido el Antonivskiy, también han sido atacados en múltiples ocasiones, interrumpiendo las líneas de suministro rusas.
La ofensiva para retomar la ciudad podría estar acercándose.
Sasha cree que muchos de los que siguen en la ciudad están dispuestos a luchar. Los entrevistados por la BBC dicen que el apoyo al gobierno ruso es mínimo y los registros, detenciones y palizas de los últimos meses lo han reducido aún más.
“Cuando el ejército empiece a invadir, la gente estará preparada y ayudará”, sentencia Sasha.
Pese a su propia y brutal experiencia bajo custodia rusa, Oleh ya está de vuelta en el frente sur para luchar por su ciudad natal junto al ejército partisano de Ucrania.
“Pueden tomar el territorio, pero no pueden tomar a la gente”, dijo. “Los rusos nunca estarán seguros en Jersón, porque la gente no los quiere allí. No los aceptan”.
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