Spartak de Moscú: la dramática vida del gran futbolista que creó uno de los clubes más populares de Rusia y al que el régimen de Stalin encarceló
Para muchos, el Spartak de Moscú es el club más exitoso de Rusia. Esta es la historia de su fundador, Nikolai Starostin, una de las figuras más emblemáticas del fútbol ruso.
Cuando se despertó esa noche de 1942, Nikolai Starostin tenía una linterna prendida en su rostro y una pistola apuntándole a la cabeza.
Seguramente su más acérrimo rival en el ámbito futbolístico -nada más y nada menos que Lavrenti Beria, jefe de la temida policía secreta de Joseph Stalin- se complació con la escena.
Starostin, un futbolista brillante y fundador del club más popular de la Unión Soviética, el Spartak de Moscú, fue condenado, junto a sus tres hermanos, a 10 años de trabajos forzados.
Primero, fueron enviados a la prisión de Lubyanka, donde pasaron dos años, y después a campos del Gulag.
Su historia tiene giros inesperados, como la llamada que recibió cuando estaba detenido: “Hola Nikolai, soy Vasily Stalin“.
Y es que quizás nunca imaginó que gracias a su éxito futbolístico, el hijo del líder soviético se convertiría en su protector.
Esta es la historia de quien es “quizás la figura más significativa en la historia del fútbol ruso”, como escribió Rory Smith, periodista deportivo del New York Times.
El deportista
Starostin nació en 1902 en la Rusia Imperial.
La Revolución Rusa de 1917 y la posterior guerra civil dejaron poco tiempo para pensar en fútbol, “pero para un joven moscovita era una cuestión de supervivencia”, escribió en un artículo el periodista de la BBC Stevie Miller.
Tras la muerte de su padre, víctima de una epidemia de fiebre tifoidea en 1920, Starostin se convirtió en el sostén de su familia.
Era el mayor de cuatro hermanos, quienes también se dedicaron al fútbol como jugadores y dirigentes.
Nikolai “se ganaba la vida jugando al fútbol en verano, y al hockey sobre hielo en invierno, y se convirtió en el capitán soviético en ambos deportes”.
La Unión Soviética (URSS) de los años 30 funcionó bajo un sistema de patrocinio y “Starostin encontró el suyo en Alexander Kosarev”, jefe de una organización juvenil.
A Starostin se le ocurrió la idea de crear un club de fútbol para los trabajadores del sector de la alimentación y a Kosarev le gustó la idea.
El Spartak
Junto a sus hermanos, Nikolai fundó el Spartak de Moscú y lo hizo en una época en la que los clubes de fútbol en la URSS estaban asociados con ministerios u organismos estatales.
“El Spartak siguió siendo una sociedad deportiva voluntaria y, como tal, apoyar a Spartak llegó a ser visto como un acto menor de deslealtad”, señaló Miller.
Y eso se lo aclara a BBC Mundo Robert Edelman, profesor de historia rusa e historia del deporte en la Universidad de California en San Diego.
La historia de Starostin y el Spartak en la URSS de Stalin “nos dice muchas cosas sobre las formas en que la sociedad resistió cuidadosamente el aparato del partido-Estado sin desafiarlo directamente“.
“El Spartak y su afición no eran disidentes“.
De hecho, en la reseña sobre su libro Spartak Moscow: A History of the People’s Team in the Workers’ State (Spartak de Moscú: historia del equipo del pueblo en el Estado de los trabajadores), Cornell University Press indica que “ser hincha del Spartak era una manera pequeña y segura de decir ‘no’ a los miedos y absurdos del estalinismo superior; entender al Spartak es entender cómo el fútbol explica la vida soviética”.
Edelman le enfatiza a BBC Mundo que Starostin “organizó el club más popular de la URSS, pero no era un opositor”.
Según Mauricio Borrero, autor y profesor asociado de historia rusa en la Universidad St. John’s, el Spartak, que los cuatro hermanos dirigieron por décadas, llegó a ser considerado “el equipo del pueblo”.
El enemigo
Así como Starostin tuvo en Kosarev a un aliado importante, también se hizo de un poderoso enemigo.
Lavrenti Beria era tanto el jefe de la policía secreta como del Ministerio del Interior (conocido como NKVD, después como MVD) y le gustaba el fútbol.
“Sus propios aduladores, quienes lo ‘idealizaban’, se reunían como si fueran directores corporativos en su palco en el estadio de fútbol del Dinamo”, escribió Simon Sebag Montefiore en el libro Stalin, the court of the red tsar (Stalin, la corte del zar rojo).
“Las principales organizaciones tenían sus propios equipos del fútbol, el MVD de Beria tenía al Dinamo, los sindicatos tenían al Spartak”.
“La competencia era tan feroz en 1942 que Beria logró que arrestaran y mandaran al exilio al exitoso entrenador del Spartak, Nikolai Starostin”.
De acuerdo con el autor, se llegó a decir que Beria lo había enviado al exilio por “conspirar para asesinar a Stalin”. Pero los verdaderos cargos después saldrían a la luz pública.
Para Starostin la rivalidad de Beria tenía otro elemento, uno más personal.
Evocó un partido difícil, en los años 20, en el que ambos se enfrentaron como jugadores y terminó con una humillante derrota para quien se convertiría en una temida figura soviética.
Miller también recuerda un partido que se disputó en 1939.
Se trataba de la semifinal de la Copa de la Unión Soviética, cuando el Spartak derrotó al Dinamo de Tbilisi y se abrió camino hacia la final en la que se impuso al Stalinets de Leningrado por 3-1.
“Beria no iba a dejar impune la derrota de su equipo favorito, y se ordenó la repetición de la semifinal, después de la entrega del trofeo”.
El árbitro original fue arrestado, pero el Spartak volvió a imponerse.
“Cuando miré hacia el palco de dignatarios, vi a Beria levantarse, patear furiosamente su silla y salir a toda prisa del estadio”, recordó Starostin.
Bajo vigilancia
Según Starostin, el cargo que se le imputó para su arresto fue el de “elogio al deporte burgués”.
“Sin embargo, hay evidencia de que en realidad fue condenado por cargos de fraude, una práctica común en la época soviética”, escribió Miller.
“No es que Starostin fuese un santo“, le dice Borrero a BBC Mundo.
“Pero su historia refleja cómo la realidad de la vida soviética te forzaba a hacer compromisos morales”.
Por eso, el investigador invita a ver la vida de Starostin en toda su amplitud: incurrió en una actividad que era considerada ilícita, pero su historia de supervivencia durante el régimen de Stalin es impresionante. “Son dos verdades“.
No era que junto a sus hermanos quisieran rebelarse contra el régimen, sino que intentaron desenvolverse dentro de él, advierte Edelman.
Starostin “estaba en peligro por dirigir un equipo que era mejor que el equipo de la policía secreta, el Dinamo, pero no fue por eso que lo expulsaron”.
“Específicamente, él y sus hermanos fueron enviados a prisión y al (sistema del) Gulag por sobornar a generales para obtener exenciones del servicio militar obligatorio durante la guerra”.
Muchos años después, cuando se develaron algunos documentos oficiales de la época, se pudieron ver otros cargos, como beneficiarse del mercado negro.
“Las transcripciones de los interrogatorios muestran cómo los cargos inventados de traición se transformaron en delitos muy diferentes”, escribió Smith en el artículo In Russia’s Archives, a Soccer History Cloaked in Contradictions (En los archivos de Rusia: una historia de fútbol envuelta en contradicciones).
Y es que la policía secreta había estado vigilando a Starostin desde 1933.
En el sistema del Gulag
En la década de los años 30, las purgas del régimen de Stalin enviaron a millones de personas a prisión o a los campos del Gulag.
Hubo ejecuciones en masa de personas acusadas de conspirar contra el poder soviético.
Las condiciones en los campos de trabajo forzado en Siberia o en el norte del Ártico eran brutales.
Allí, el fútbol volvería a ser clave en la supervivencia del deportista.
“Starostin fue tratado como un héroe. El poeta Osip Mandelstam fue asesinado, pero a nadie se le permitió tocar a Starostin“, escribió el periodista y escritor Simon Kuper en un artículo de The Guardiantitulado: Monopoly money for Muscovites (Dinero de monopolio para moscovitas).
El mismo Starostin diría tiempo después: “Los jefes de campo, árbitros de la vida y la muerte de miles y miles de seres humanos, eran benévolos con todo lo relacionado con el fútbol. Su poder desenfrenado sobre las vidas humanas no era nada comparado con el poder del fútbol sobre ellos“.
Se convirtió en el entrenador de sus compañeros presos.
“Se le pidió que entrenara y organizara un equipo de fútbol en su campo, el cual viajó a otros campos para jugar en una liga Gulag”, cuenta Edelman.
“Posiblemente los guardias o los directores de los campos a los que fue enviado eran aficionados del Spartak y le dieron mejores condiciones, por ejemplo, mejores raciones de comida”, dice Borrero.
Miller señala que, como era un deportista famoso, “descubrió que las autoridades del campo lo querían, irónicamente, como entrenador de los equipos locales del Dinamo“.
De hecho, se le llegó a permitir dormir en el sitio de entrenamiento del club.
La llamada
El hijo de Stalin era un general de la Fuerza Aérea y, dentro de esa institución, tenía su propio equipo de fútbol.
Sebag cuenta, en su libro, que como si se tratara del “hijo de un millonario occidental”, Vasily estaba decidido a hacer que su plantel fuese el primero de la liga soviética.
“Inmediatamente despidió al entrenador y decidió rescatar a Starostin“.
Un día, el deportista fue llamado a la oficina del comandante de su campo.
Le pasaron el auricular del teléfono y escuchó: “Hola Nikolai, soy Vasily Stalin”.
Starostin fue trasladado en un avión a Moscú, donde Vasily “lo escondió mientras intentaba que su sentencia fuese revocada”.
De hecho, para su protección, fue obligado a vivir en la misma casa del hijo de Stalin.
El nuevo jefe del Dinamo se enteró de lo ocurrido y entró en colera.
El ministerio de la Seguridad del Estado secuestró a Starostin, pero “Vasily, utilizando funcionarios de inteligencia de la Fuerza Aérea, lo rescató”.
Nuevamente, sería raptado.
“Cuando Vasily llamó al ministro, este negó tener conocimiento alguno sobre el futbolista, pero Starostin consiguió hacerle llegar un mensaje a Vasily, quien envió al jefe de seguridad de la Fuerza Aérea para traerlo de regreso”.
“Ese día, Vasily asistió a un partido del Dinamo en el palco gubernamental, con Starostin a su lado“.
Pero, la seguridad que le brindó Vasily llegó a su fin.
“Un juego del gato y el ratón entre las dos poderosas figuras terminó con Starostin enviado al exilio en Kazajistán, para entrenar al Kairat Almaty”, escribió Miller.
El regreso
Tras la muerte de Stalin en 1953, se anunció una amnistía para algunos presos políticos y Starostin salió en libertad.
“En 1954, 12 años después de su detención, volvió a su ciudad y a su club como presidente”.
Estuvo al frente del Spartak hasta 1992 y cuatro años después murió.
Dejó un equipo que no sólo fue el más popular de la Unión Soviética, sino “uno capaz de llenar estadios dondequiera que viajara”, cuenta Smith.
Además, por muchos años, fue “a los ojos de algunos de sus seguidores, aunque no de todos, un símbolo social”.
El club se coronó 12 veces en la Liga Élite Soviética y 11 veces en la Copa de la URSS.
Lo cierto es que Starostin fue una figura integral en la historia del fútbol ruso porque, como explica Edelman, “jugó y organizó el fútbol antes y después de la revolución e incluso fue importante después del colapso (de la URSS)”.
“Un jugador, un gerente, un ejecutivo, un pionero y un promotor, una luz líder (en el fútbol ruso) durante más de medio siglo”, escribió Smith.
Y es que el club al que hace 87 años Starostin le dio su nombre -el cual nos hace evocar a Espartaco, el esclavo convertido en gladiador que protagonizó una revuelta en contra de la república romana- sigue siendo uno de los más populares de Rusia.
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