Editorial: estufas a gas, un peligro potencial dentro del hogar
Constituyen un riesgo para la salud de la comunidad, especialmente de los niños. Pero ciertos políticos, fabricantes, vendedores y hasta hace poco, las autoridades, niegan la evidencia
¿Qué más se necesita para convencer que las estufas a gas natural perjudican la salud, son peligrosas y es necesario tomar medidas de contención, protección y planificación para evitar más daños?
Las víctimas en este caso son todas las personas expuestas a los contaminantes del gas natural en sus cocinas. Pero más que nada, los “niños, las personas de bajos ingresos, las personas de color y las personas con condiciones de salud preexistentes, que corren un riesgo especialmente alto de sufrir efectos adversos para la salud debido a las estufas de gas”. Así dice el Instituto para la Integridad de las Políticas de la Universidad de Nueva York en un documento reciente.
En el 40% de los hogares estadounidenses se cocina con quemadores de gas natural. Y en el 60% de ellos la estufa a gas produce contaminantes que serían ilegales de ser encontrados fuera de la casa. Es absurdo, porque si esos contaminantes estuviesen afuera, la Agencia de Protección Ambiental (EPA) hubiera puesto el grito en el cielo.
Pero como están en las casas, no existe una regulación que proteja.
El resultado es que millones de usuarios están expuestos a niveles de contaminantes que exceden los límites federales: dióxido de nitrógeno, formaldehído, monóxido de carbono y otros tóxicos, que especialmente se concentran en los ambientes durante el invierno.
Estos contaminantes flotan en partículas de un diámetro de entre 1 a 2.5 micrones. Pueden entrar directamente a los pulmones y de allí a la circulación sanguínea.
En los últimos años, las pruebas de los daños a la salud causados por estufas a gas ya son indiscutibles. Pero poco y nada se hace a nivel legislativo o ejecutivo.
Historia de las investigaciones
Ya en 2013, los investigadores del aire interior de Berkeley Lab habían encontrado niveles peligrosos de dióxido de nitrógeno y monóxido de carbono en una proporción sorprendentemente grande de las cocinas caseras de California.
En 2018, el Centro de salud ocupacional y ambiental de salud afirmó que “bajo un escenario de cocina en el que la estufa y el horno se usan simultáneamente durante una hora, las exposiciones agudas al NO2 (dióxido de nitrógeno) al cocinar con aparatos de gas superan los niveles de los umbrales de calidad del aire nacionales o basados en California, en más del 90 % de los escenarios de emisiones modelados”.
En junio pasado, un estudio de la Escuela de Salud Pública Chan de la Universidad de Harvard reveló que 21 contaminantes que la Agencia de Protección Ambiental había designado como peligrosos, incluyendo el benceno, etil benceno y tolueno, se filtran a los hogares a partir del gas no quemado. Y en enero, un estudio inicialmente publicado en el International Journal of Environmental Research and Public Health y comentado en el Washington Post, informó que las estufas a gas son responsables de uno de cada ocho ataques de asma infantil.
El documento expresa lo obvio: “Las implicaciones a nivel de población de la estufa a gas son en gran parte desconocidas”.
El mismo mes, la escuela de Medicina de la Universidad de Michigan también expresó que “cocinar con gas también se ha asociado anteriormente con un mayor riesgo de desarrollar asma, especialmente en niños que viven en viviendas multifamiliares”.
El ritmo de estudios se multiplicó en el último año y medio.
En octubre de 2022, la popular revista Consumer Reports (CR) informó los resultados de una examinación por parte de sus expertos.
“Para probar las cocinas, CR construyó una cámara aislada con una campana extractora y un ventilador de ventilación, como podría tener la cocina de su casa”, explica.
Los exámenes no sólo corroboraron los hallazgos ya conocidos, sino que mostraron que esto sucede en prácticamente todas las estufas a gas y que incluso cuando están apagadas, se desprenden de ellas partículas contaminantes de los quemadores.
Y los vendedores también
También los vendedores pueden ser parte del problema. Un sondeo conjunto del Grupo de Investigación de Interés Público (PIRG) y el Sierra Club de diciembre pasado reveló que muchos minoristas no advierten a los clientes de que las estufas a gas son peligrosas, ni les informan de las medidas de seguridad que pueden adoptar para cuidar su salud. En más de la mitad de los casos y si es que los clientes preguntan, se les dice que no existe motivo de preocupación ni peligro para la salud.
Mientras que en el pasado hubo limitada voluntad a nivel federal para atender el problema, la avalancha de evidencias en el último año llevó a que la inacción comenzara a resquebrajarse. Esto, sin embargo, debe aún llegar a niveles del Congreso y la Casa Blanca.
El público no está al tanto
Pero más allá de los estudios y de los medios de comunicación que los publican y comentan, es limitada la concientización del público y de las autoridades sobre los riesgos inherentes a las estufas a gas.
Esta situación recuerda la campaña de mentiras y desprestigio contra la vacuna contra el COVID y las medidas de mitigación de su propagación, hace apenas dos años. Y también cómo, durante décadas, los estudios que demostraban que el consumo del tabaco causa cáncer eran despreciados y contradichos por campañas muchas veces millonarias de las tabacaleras. Gracias a la lucha de ambientalistas, científicos y activistas se lograron serios avances en la limitación del daño causado por el cigarrillo. ¿A qué precio? Millones de vidas que se perdieron.
Recuerda también la lucha sin cuartel de los fabricantes de armas de fuego para impedir leyes que limiten el acceso de cualquiera a armas letales, aunque sean de sentido común. ¿A qué precio? Cada mes tenemos que lamentar la pérdida de niños de escuela o familias o ancianos por la locura de atacantes armados hasta los dientes.
Así como la vacunación, el tabaquismo y el derecho a las armas de fuego se convirtieron en cuestiones políticas de primera magnitud, y nos dividieron, la oposición a proteger a la gente de las estufas de gas podría ir por el mismo camino.
Y aunque nadie habla seriamente de retirar estas millones de estufas del mercado, hay políticos que se aprovechan y reaccionan como si la expropiación estuviese a la vuelta de la esquina.
El riesgo de esta actitud es que una vez más, se desprecie la ciencia y se ponga en peligro la salud de millones de personas.
En enero, Richard Trumka, de la Comisión de Seguridad de Productos de Consumo, dijo en una entrevista que la agencia podría considerar restricciones a la venta de estufas a gas. En las redes sociales las publicaciones de que el gobierno quiere confiscarlas, se hicieron virales.
La declaración de Trumpka fue individual, en oposición a la posición de todos los demás miembros de la comisión. Pero el frenesí político y partidista fue tal que el director general de la agencia, Alexander Hoehn-Saric, tuvo que comparecer en público y desmentir la idea.
No le ayudó en mucho. Tres semanas después, Ron De Santis, el gobernador de Florida y posible candidato presidencial en 2024, propuso eximir de impuestos estas estufas, diciendo: “Quieren controlar todos y cada uno de los aspectos de tu vida?, ?todo esto forma parte de un plan más amplio? ?Quieren tu estufa de gas, y no vamos a dejar que eso suceda”
La reticencia al cambio y la apelación a la confrontación es tal que podemos suponer que si no fuera por la oposición ya estaría en marcha un proyecto para limitar el uso de estufas a gas o limitar su daño.
Las posibles soluciones
La amenaza a la salud que constituyen las estufas a gas ha sido demostrada por múltiples estudios. Las soluciones propuestas van desde la difusión de información al cese de sus ventas futuras.
Pero entre otras medidas, algunas son:
- la CPSC podría emitir una etiqueta de advertencia para las estufas a gas.
- La CPSC crearía estándares de rendimiento para estufas a gas y campanas extractoras, donde deben medir su capacidad de captura de contaminantes.
- Establecer un sistema de calificación de los mejores productos para eliminar los contaminantes.
- Facilitar la transición a estufas eléctricas, con alicientes directos, impositivos y campañas de concientización varias.
Pedido de información
Actualmente, la Comisión de Seguridad de Productos de Consumo (CPSC, por sus siglas en inglés), está conduciendo un pedido formal de información (Request for Information) acerca de este tema. Piden comentarios del público acerca de los peligros para la salud de las estufas de gas, y solicitarán también la información de expertos.
Para registrar su comentario, acceda a este enlace: https://www.federalregister.gov/documents/2023/03/07/2023-04554/request-for-information-on-chronic-hazards-associated-with-gas-ranges-and-proposed-solutions
En suma, existe una montaña de evidencia sobre el peligro de las estufas a gas natural. Existen medidas para reducir el riesgo o evitarlo totalmente. Lo más importante es que nos mantengamos informados, para poder proteger a nuestras familias y nuestra comunidad y que no convirtamos una cuestión básica de salud en otro escenario de hostilidad política..