Chilapa, el pueblo indígena mexicano que se enfrentó por 60 horas a un grupo criminal para evitar su invasión

Durante tres noches y dos días los habitantes de la comunidad de Tula, en Chilapa, Guerrero, defendieron sus hogares ante el asedio del grupo criminal Los Ardillos

Violencia en México

Los motores de las camionetas anunciaron la batalla que les esperaba a los pocos habitantes que quedaban en la comunidad. Crédito: Enrique Castro | AFP / Getty Images

Por años se ha dicho que la resistencia está en la sangre de los indígenas y eso es algo muy cierto, pues desde hace siglos sobreviven a situaciones adversas y resisten de todos los modos posibles. Primero fue a la conquista, después a la marginación y pobreza; ahora a los últimos dos factores se suma el de la delincuencia organizada que los asola. Pero un pueblo demostró por qué se dice eso de ellos, ya que enfrentó por 60 horas a un grupo criminal.

Se trata de Chilapa, Guerrero, donde los pocos habitantes que quedan en la comunidad de Tula vieron que integrantes de “Los Ardillos” se aproximaban, debido a que los perros comenzaron a ladrar, según informó el diario Milenio en un reportaje especial del suceso.

Escucharon el lejano ronroneo de los motores como si se tratara de víboras de cascabel y, entonces, más nerviosos que decididos, comenzaron a chiflar y tocar las campanas para avisar al Concejo Indígena y Popular de Guerrero Emiliano Zapata que la batalla armada para la que se habían preparado estaba por comenzar.

Ya sabían lo que llegaba, no es la primera vez que algo así ocurría, por algo la comunidad se quedó vacía, aún así se alistaron para el enfrentamiento, que en todo sería desigual. De un lado había miembros de los pueblos indígenas náhuatl, tlapaneco y mixteco sin instrucción militar; del otro, sicarios adiestrados por paramilitares del sur mexicano.

En un bando, escopetas calibre 22 con poca munición; en el otro, rifles AK-47, AR-15 y dos drones artillados. En un extremo, los olvidados de Guerrero que sobreviven con el autocultivo; en el otro, un grupo criminal que presume tener el apoyo de alcaldes y jefes de policía desde Chilpancingo hasta la montaña amapolera.

Aún así se lanzaron al combate, tomaron sus armas viejas, se despidieron de sus familias y les pidieron no esperarlos, no sabían si iban a volver, pero por sus seres queridos lo hacían. Con miedo y armamento precario salieron al encuentro de los criminales, los cuales describen como “sanguinarios”. Tres noches y dos días se prolongó la batalla. En esas 60 horas ninguna autoridad llegó a defenderlos.

De acuerdo con Milenio, los breves episodios de calma servían para relevar a hombres cansados, comer un taco con frijoles o beber agua siempre con el dedo en el gatillo.

Aunque dicho enfrentamiento ocurrió hace un par de años, ha sido recordado recientemente debido al gran poder que han acumulado Los Ardillos en el estado de Guerrero, quienes entre el pasado 9 y 11 de julio movilizaron a su gente y a la población para bloquear una carretera federal y retuvieron a 13 servidores públicos, en represalia por la captura de dos de sus presuntos líderes.

Por si fuera poco, recientemente surgió un video en el que el líder del grupo criminal se reunió con la alcaldesa de Chilpancingo, Norma Otilia Hernández.

Los Ardillos contra los indígenas

Los Ardillos tienen una escabrosa peculiaridad entre los grupos criminales en México: casi la totalidad de sus víctimas son de origen indígena, a quienes emboscan en festividades religiosas —como el ataque de 2019 en las fiestas patronales del Santo Niño de Atocha en Chilapa— o celebraciones comunales para maximizar los daños.

La lista de asesinatos incluye, por ejemplo, a 12 músicos tiroteados después de una verbena popular y los dos adolescentes que volvían de una feria en Ahuexotitlán.

Según el diario El Universal, Los Ardillos es un grupo familiar que opera en Guerrero desde hace más de tres décadas. El fundador fue Celso Ortega Rosas, apodado La Ardilla, asesinado el 26 de enero de 2011, tras lo cual el control del grupo recayó en sus hijos.

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