“Me da terror que me pase algo delante de mi hijo”: Habla la alcaldesa mexicana que por amenazas se mudó a un cuartel militar en Tijuana
Mensajes amenazantes, un ataque contra su escolta y el intento de un desconocido de entrar a su casa obligaron a Montserrat Caballero a refugiarse temporalmente en el 28 Batallón de Infantería
“No soy una cobarde. No me escondo. No tengo miedo”.
Así de tajante se muestra Montserrat Caballero, la alcaldesa de Tijuana, quien tras una serie de amenazas lleva un mes y medio viviendo en un cuartel militar junto a su hijo de 9 años.
La frase va dirigida a aquellos que critican su decisión, argumentando que el resto de la población de esta ciudad fronteriza, una de las más violentas de México, no tiene esa opción.
La repetirá a lo largo de una jornada en la que recorrerá el municipio para colocar la primera piedra de un parque industrial, felicitar a los “graduados” de un programa de rehabilitación, inaugurar una calle pavimentada en un cerro y escuchar los comentarios y demandas de unos líderes comunitarios durante un desayuno tardío en un restaurante.
Seis frenéticas horas en la que esta carismática mujer, menuda y morena, leerá e improvisará discursos, atenderá a la prensa, hará que almuerza dos veces, posará para selfies y estrechará la mano de todo aquel que se la extienda.
Y todo rodeada de guardaespaldas, mientras sube y baja de su camioneta blindada, seguida de un par de vehículos de similar porte y de dos pick-ups de la Guardia Nacional con ocho uniformados cada una y sendas ametralladoras apuntando al aire cerrando la comitiva.
Y solo la matizará cuando llegue a las instalaciones militares con las tareas hechas, y cambie el rol de política por el de madre: “En realidad, sí hay algo que temo. Me da terror que me pase algo delante de los ojos de mi hijo.
Pero esa confesión, las alteraciones que genera en la ciudad y cómo le cambió la vida a nuestra protagonista, todo eso lo veremos más tarde.
Porque ahora su día apenas arranca y recibe a BBC Mundo en un salón de belleza.
Conocer la ciudad
Estamos en plena “zona roja” o “de tolerancia”, a un tiro de piedra del que se considera uno de los burdeles más grandes de América Latina, el Hong Kong Gentlemen’s Club, en un área que el fotógrafo que nos acompaña acertadamente describirá como “en la que se concentra todo aquello por lo que Tijuana es conocida”.
Los vehículos del convoy de seguridad custodian la calle, parqueados en fila junto a la acera; dos guardaespaldas vigilan la puerta.
Adentro, mientras Luisa y Thalía, dos mujeres trans, le colocan las pestañas postizas, le definen las cejas con un pincel y ondulan las puntas de su negra cabellera, la política de 41 años apunta a un rasgo que comparten.
“Son mujeres migrantes, que llegaron de Michoacán, de Chiapas en busca de menos discriminación y una mejor vida, enfrentaron la adversidad y salieron adelante”, explica la alcaldesa mientras las aludidas asienten.
Ella, en cierta forma, también es migrante. Su madre, oriunda de Oaxaca, se mudó a Tijuana cuando la niña tenía dos años y dos hermanos. Luego nacerían tres más.
A pesar de la pobreza, Caballero estudiaría, acabaría Derecho e ingresaría en la política, primero como diputada estatal por Morena (el partido del presidente Andrés Manuel López Obrador) y luego como la primera alcaldesa de esta urbe que colinda con la californiana San Diego.
“Este es un lugar de compartir y de sororidad”, dice sobre el salón de belleza. “Y como no puedes hacer políticas públicas si no conoces tu ciudad, lo que pasa en sus calles, me gusta venir a este establecimiento”.
Lo hace prácticamente a diario entre semana desde 2021. Y el hecho de que el pasado 17 de mayo uno de sus escoltas fuera atacado en la ruta de su casa a la peluquería no le hizo cambiar sus costumbres. Tuvo suerte. Iba solo en el vehículo y sufrió heridas solo por el cristal que rompieron los disparos.
La regidora instruyó a todas las dependencias del gobierno municipal que continuaran con sus labores “sin hacer caso de intimidaciones”, informó en un comunicado su oficina de prensa.
Y cerró el día con un mensaje transmitido por Facebook: “Estoy bien. Me encuentro bien. Esto no nos detiene porque no nos tiembla la mano para atacar al crimen organizado como lo hemos hecho”.
Tras el ataque, las amenazas
Medios locales y varios políticos han cuestionado que el último blanco del atentado fuera la presidenta municipal. Lo ocurrido en la mañana de aquel miércoles sigue siendo investigado por la Fiscalía General de Baja California, el estado al que pertenece Tijuana, y debido a ello toda información relacionada con el caso se encuentra bajo reserva, según le dijo la entidad a BBC Mundo.
Sin embargo, en las siguientes semanas aparecieron en distintos puntos de la ciudad cartulinas alusivas a Caballero y un hombre trató de entrar en su domicilio tras asegurar que tenía permiso para ello. “También recibí mensajes en el celular”, recuerda.
“Al principio no les presté atención, hasta que la inteligencia de México y la de Estados Unidos determinaron que no se trataba de algo que pudiera haber escrito cualquier ciudadano burlesco, sino que eran amenazas reales contra mí”.
El desenlace de aquello ya lo conocemos: la mudanza de Caballero a una unidad habitacional del 28 Batallón de Infantería, situado en la zona sur de la ciudad, y el refuerzo de su protección con efectivos de la Guardia Nacional, una fuerza civil creada en 2019 como parte de la estrategia de López Obrador para combatir la delincuencia organizada.
“Fue una recomendación del Ejecutivo federal y yo lo acepté”, explica Caballero, ya acicalada y lista para empezar la jornada laboral.
AMLO lo confirmó el 13 de junio durante la Mañanera, su conferencia matutina: “Se la está protegiendo, ya desde hace como 15 días, porque sí ha recibido amenazas y se decidió protegerla. Se habló con ella y se llegó a ese acuerdo de ayudarla, protegerla, y lo vamos a seguir haciendo”.
La edil dice que no sabe quién se encuentra detrás de las intimidaciones, pero está convencida de que tienen que ver con los resultados en materia de seguridad desde que asumió el cargo en 2021.
“Somos la policía que más armas ha decomisado a nivel nacional; hemos requisado 1,800, y hemos capturado a 160 homicidas en flagrancia, muchos de ellos pertenecientes a células de diferentes cárteles. Es por ahí un indicio”.
Añade que, si ella tuviera nexos con el narco, estaría bien protegida, y sale rápidamente a la calle y desaparece en el interior de su camioneta blanca, a la que deberemos seguir a toda velocidad por media ciudad.
Medida “extrema” y polémica
Todos los consultados para este artículo coinciden en lo extraordinario de la medida adoptada por Castillo.
“Aquí hay muchas personas que llevan escolta. En la zona Río, la más moderna de la ciudad y donde también está mi oficina, es muy común ver camionetas con escoltas y vidrios polarizados”, le cuenta a BBC Mundo Víctor Clark Alfaro, director del Centro Binacional de Derechos Humanos.
Él mismo estuvo protegido durante 18 años. “Tenía seis policías y dos patrullas, pero fue del 1994 al 2012, porque hice muchas denuncias de corrupción en la Procuraduría (hoy Fiscalía) de policías y demás”, recuerda.
“Pero mudarse a un cuartel es una medida extrema que (se adopta porque se) considera que la seguridad personal está en grave peligro y que se requiere de protección adicional”.
Sin embargo, no todos en Tijuana lo ven con buenos ojos y critican el mensaje que con ello se lanza a la ciudadanía.
“Todos los gobernantes tienen una responsabilidad y la número uno del alcalde de turno es darles seguridad a los tijuanenses”, le dice a BBC Mundo Roberto Quijano, presidente del Consejo Ciudadano de Seguridad Pública de Baja California.
El organismo, perteneciente a la sociedad civil, se define como puente entre los ciudadanos, el sector empresarial y las autoridades, e impulsa mejoras en la materia.
“Pero si la propia autoridad está diciendo ‘Me tengo que ir a un cuartel para cuidarme’, imagínese el resto de los ciudadanos, que no tenemos esos escoltas armados. Dos millones de tijuanenses que no podemos irnos a encerrar a un cuartel. ¿Cómo vamos a protegernos?”.
Y es que en la ciudad fronteriza no pasa un día sin que se registre un homicidio.
La codiciada Tijuana
“Todas las ciudades que colindan con Estados Unidos -Tijuana, Tecate, Mexicali, Sonoyta, Ciudad Juárez, Matamoros o Reynosa- tenemos un problema de seguridad muy similar”, le explica a BBC Mundo José Fernando Sánchez González, secretario de Seguridad y Protección Ciudadana Municipal de Tijuana.
“Siempre va a haber grupos criminales que intenten cruzar de sur a norte diversos narcóticos o personas de manera ilegal, y de norte a sur va a venir de regreso el tráfico de armas y el recurso que se obtiene de la venta de la droga en EE.UU. Las ciudades de frontera siempre vamos a tener esa dinámica compleja por los grupos criminales que intentan posicionarse para cometer estos delitos”, prosigue.
“Y a eso hay que sumarle que Tijuana es la ciudad más económicamente pujante y dinámica, y que colinda con el estado más rico del país más rico (California)”. Eso la vuelve una de las plazas más codiciadas, con el reguero de sangre que eso ha dejado durante décadas.
“La violencia se ha ido construyendo y recrudeciendo desde que a principios de los 90 se configuró el cártel de los hermanos Arellano Félix”, también llamado Cártel de Tijuana, explica Clark Alfaro, del Centro Binacional de Derechos Humanos.
“Comenzaron a registrarse hechos de violencia que los que nacimos en Tijuana y hemos vivido aquí toda la vida no habíamos visto nunca, a aparecer en el mercado drogas hasta entonces desconocidas en la frontera, como el cristal, las metanfetaminas”.
A principios de los 2000 entraron en escena nuevos actores, el Cártel de Sinaloa primero y el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) poco después, y en 2007 se sumó a la ecuación un nuevo estupefaciente, el fentanilo.
Hace tiempo que este opioide sintético, 50 veces más potente que la heroína, es considerado una auténtica epidemia en EE.UU. y la principal causa del récord de muertes por sobredosis en el país (más de 100,000 al año).
Sin embargo, en los últimos años su consumo se ha afianzado también en el lado mexicano de la frontera, en lo que se considera como una grave crisis de salud.
Escuchamos sobre los estragos de esta droga –y las antes mencionadas– en los testimonios de los que fueron adictos, vivieron en las calles y ahora participan en el programa “Integrando vidas” de la Comunidad Terapéutica de Rehabilitación y Reinserción Social del Adicto.
Asistir a su graduación está en la agenda del día de la alcaldesa Caballero, quien tras escucharlos y felicitarlos, modifica el discurso que traía escrito y desde el escenario del teatro de la Casa de la Cultura, exclama:
“Si ustedes pudieron salir de la adicción, yo puedo salir todos los días de ese cuartel, para luchar juntos contra el crimen organizado”.
La pugna entre las distintas organizaciones criminales por controlar el mercado local de la droga y el tráfico a través de la frontera, y las venganzas asociadas, hicieron una vez de Tijuana la ciudad con más homicidios del país. Hoy se ha consolidado en el quinto puesto.
“Pero eso no hace la diferencia. Pasamos de tener cinco o seis homicidios diarios a cuatro o cinco. La percepción social sigue siendo que vivimos en una ciudad terriblemente violenta”, dice Clark Alfaro.
Hasta junio de este año se registraron 1,061 muertes violentas, según cifras de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana Municipal. En 2022 fueron 2,037.
Pasamos junto a uno de esos homicidios que engrosará la estadística del día: un hombre en un vehículo con un disparo. Lo observamos por la ventanilla del carro de camino al siguiente evento de la alcaldesa.
“Es así diario. Anoche encontraron cuatro muertos: una pareja, un cuerpo en descomposición y otro con signos de violencia”, cuentan mis acompañantes, un reportero y un fotógrafo que dicen que cada vez cubren menos este tipo de historias en una ciudad en la que el ejercicio periodístico también puede costar la vida.
Reflexionando sobre ello llegamos a una zona elevada con vistas al barrio Santa Fe, para un evento que deja patente que la ubicación estratégica de Tijuana no solo es imán para el narco, sino también para la inversión extranjera.
Caballero se coloca un chaleco reflectante, agarra una pala y arroja un poco de tierra, simbolizando la colocación de la primera piedra de un desarrollo industrial de 24 hectáreas y US$90 millones de una subsidiaria de la australiana Macquarie Group.
Alteraciones y bloqueos
“Sí, ha habido amenazas, pero yo no me escondo. La prueba es que estoy aquí”, le dirá Caballero a todo el que le pregunte.
La escena se repetirá en Mirador Capistrano, una colonia en las faldas del cerro Colorado al que acudirá a inaugurar una calle pavimentada, o en el restaurante donde escuchará con atención a líderes de distintos barrios y les insistirá en la necesidad de crear comunidad.
Allí presenciaremos también las alteraciones y bloqueos que su convoy de seguridad provoca en el tráfico y cuánta atención acapara.
“Es por eso que trato de reunir todas las actividades en un par de días de salidas y reservar el resto para el trabajo de despacho en el Palacio Municipal”, cuenta pasadas las 3 de la tarde, ya en su casa en el cuartel en el sur de la ciudad.
De ladrillos pintados de blanco, una franja amarilla en la fachada y el tejado rojizo, es exactamente igual a las viviendas contiguas, habitadas por familias de soldados de diversos rangos.
— ¿Y a qué ha renunciado por vivir aquí?
-— ¡A mi libertad! Solo salgo por trabajo. Ya no voy a los tacos, al cine, a pasear al Pepe…
Pepe es su “perrijo”, un pug negro juguetón que se le abalanza encima nada más entrar por la puerta.
Cuenta que recupera parte de esa libertad los fines de semana que pasa con su hijo y su marido, un iraní que reside en EE.UU., al otro lado de la frontera, en San Diego, y que le plantea que se mude permanentemente.
— ¿Y no ha considerado gobernar a distancia, como muchos en México, o directamente dejarlo?
— He considerado más dejarlo que gobernar a distancia, porque de esa manera no se le puede tomar el pulso a la ciudad. Pero tengo un compromiso al que debo hacer frente.
Eso se lo hemos escuchado decir a lo largo del día de distintas maneras. “No me sacarán”, “no me iré”. Su mandato termina en 2024 y ya ha adelantado que va a volver a ser candidata al cargo.
— ¿Y qué les diría a aquellos que aseguran que todo esto, el cuartel, la seguridad, es un movimiento mediático, con la vista puesta en las elecciones?
— Que soy alguien con valores y principios. ¿Qué clase de persona antepone un cargo político a la seguridad de su hijo?
Apagamos la cámara.
Alguien a nuestras espaldas aplaude.
Es su hijo de 9 años. Educado y simpático, nos hace un tour por las tres habitaciones, el despacho, el cuarto de la limpieza y la cocina. Nos presenta a doña Norma, quien ayuda en las tareas domésticas desde hace cuatro años, y a los hurones Brownie y Güerito.
Dice que le gusta su nuevo hogar, y que lo que más de menos echa es su casa en San Diego. “Allá está la Xbox”.
“Yo veo a mi hijo feliz”, acota su madre. “Por su corta edad, aún puedo moldear un poco sus experiencias vivenciales”.
Preguntada por detalles, añade: “Él sabe que su mamá es la presidenta municipal de una ciudad tan compleja como Tijuana. Le hablo con la verdad, pero sin ahondar en la violencia, sin normalizarla, para que no tenga miedo de salir a jugar”.
Es obvio que no lo tiene. Un vecino de su edad ha llegado a buscarlo para jugar y no aguanta el momento de salir por la puerta.
“Que salga a corretear. Es lo que todo niño necesita”.
Aunque sea en un cuartel, rodeado de muros, alambre de espino, torres de vigilancia y militares en cada entrada.
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