Propaganda electoral y la guerra “trumpista” vs. los carteles
Donald Trump ha logrado permear en el discurso público y será el centro de la estrategia para los candidatos del trumpismo en las elecciones del 2024
A unos días después de tomar posesión como presidente de Estados Unidos en 2017, Donald J. Trump parece haber comenzado a operar una estrategia de propaganda y mercadotecnia electoral que bien podría consolidarse en el año 2024 como parte de toda una ideología o un movimiento, al cual podríamos llamarle “trumpismo”—que va más allá de la figura del mismo Trump. Simultáneamente, dicha estrategia dominaría el discurso electoral del partido republicano para el 2024 y estaría anclada a una política de drogas enfocada en la militarización total y en la unilateralidad de la estrategia antinarcóticos de Estado Unidos.
Podemos hablar de los orígenes de una estrategia electoral basada en la propaganda y la desinformación, que además hace un uso efectivísimo de un espectáculo en medios de comunicación, a través de la cobertura masiva—y a veces facciosa o truculenta—de juicios a narcotraficantes o mexicanos corruptos (como los de Joaquín “El Chapo” Guzmán o Genaro García Luna) en Estados Unidos. Lo anterior también se nutre de la descontextualización de desafortunados eventos en México en los cuales participan lo que algunos denominan como “carteles de la droga” mexicanos, tales como el secuestro y asesinato de estadounidenses en Matamoros, Tamaulipas o la desaparición de cinco jóvenes en Lagos de Moreno, Jalisco.
Vale mucho la pena analizar estos eventos, pero principalmente sus orígenes, cobertura y la narrativa que genera la misma y que permea el discurso político-electoral en Estados Unidos, principalmente aquel que comienza a forjar el expresidente estadounidense—y posible candidato por el partido republicano a las elecciones presidenciales de 2024—Donald J. Trump. Dicho discurso da pie a una retórica más estructurada que parece ahora permear los círculos más importantes del denominado “trumpismo” en la política estadounidense.
Así, figuras de gran relevancia en el partido republicano, cercanos al exmandatario y aspirante de nuevo a la presidencia de Estados Unidos, comienzan, a modo de nado sincronizado, a articular la idea de la intervención militar en México para supuestamente acabar con la crisis del fentanilo que aqueja con fuerza a esa nación tan poderosa. En este contexto, a la retórica de los “Bad Hombres” de Trump y la necesidad de enviar a los “buenos” hombres militares estadounidenses directamente a territorio mexicano para abatir a los “malos”, se añaden los esfuerzos de denominar a los mal-llamados carteles de la droga como organizaciones terroristas internacionales.
Ello reforzaría la narrativa del miedo que nos remonta a la tragedia del 9/11, la cual se nutriría con la información sobre el espectacular “juicio del siglo” a Joaquín “El Chapo” Guzmán y con el desarrollo de otros dos casos perfectamente perfilados: el juicio a Genaro García Luna, que deja de por sí muchísimas dudas como lo hemos planteado en textos anteriores y la investigación pueril y malograda—filtrada a medios y a la sociedad por parte del presidente de México—que dio pie al arresto y posterior liberación del otrora Secretario de la Defensa Nacional, el Gral. Salvador Cienfuegos Zepeda.
Valdría mucho la pena se hiciera una verdadera investigación judicial en México sobre estos tres casos o se dieran a conocer las carpetas en manos de la Fiscalía General de la República al respecto. Cabe destacar que El Chapo fue extraditado a Estados Unidos a principios de la administración de Donald Trump y los otros dos arrestos se hicieron en territorio estadounidense también en este periodo de consolidación del movimiento que ahora podemos denominar “trumpismo”.
Es curiosa la cobertura de los tres casos y el uso faccioso de los mismos—o el que algunos les atribuyen para justificar una intervención militar. La liberación de Emma Coronel hace unos días, añade contenido hollywoodense a la trama que delinean estos casos y que pareciera manufacturada con fines propagandísticos y electoreros, mas no con el objeto de resolver un flagelo de grandes dimensiones que aquejan a una parte importante de la sociedad estadounidense y que tiene que ver con la adicción a las drogas en Estados Unidos.
Esta tragedia humana que se visualiza plenamente en algunas zonas como Skid Row en Los Ángeles o Kensington, Filadelfia (y muchas más) parece más bien estar “made in USA” o “hecha en los Estados Unidos de América”. Lo anterior, atendiendo a la recepción masiva de droga a pesar de la presencia dominante de agencias anti-narcóticos en territorio estadounidense, su amplísima distribución y venta ilimitada en algunas zonas de tolerancia de ese país, así como en la producción de drogas sintéticas en laboratorios de la mismísima Unión Americana.
A pesar del fracaso de la estrategia kingpin—enfocada en el arresto a capos y la organización de “juicios del siglo”—así como del militarismo en la estrategia antinarcóticos, que caracteriza la denominada “guerra contra las drogas”, pareciera ser que la retórica del ala más conservadora del partido republicano, simpatizante de Donald Trump, ha logrado permear en el discurso público y será el centro de la estrategia para los candidatos del trumpismo en las elecciones del 2024—con o sin Trump. Esta parece ser parte de una operación que se ha venido cocinando desde hace años y que retoma esfuerzos previos para vincular a las organizaciones criminales al terrorismo en operaciones contrainsurgentes—empapadas de propaganda—que finalmente beneficiarán a los políticos que avanzan los intereses del complejo fronterizo-militar-industrial.
(*) Guadalupe Correa-Cabrera. Profesora-investigadora de Política y Gobierno, especialista en temas de seguridad, estudios fronterizos y relaciones México-Estados Unidos. Autora del libro Los Zetas Inc.