Mexicana recapitula cómo salvó su vida en Israel
Cuando Cristina Rojas y su marido supieron que la Arquidiócesis de México organizaba un viaje religioso a Tierra Santa no lo dudaron. “Era un festejo, un regalo que quisimos darnos”, cuenta en entrevista con este diario
MÉXICO- Conforme pasan los días en la tranquilidad de su hogar, Cristina Rojas se siente más emotiva. A ratos se le quiebra la voz y quiere llorar al recapitular cómo un viaje por el aniversario 20 de su matrimonio la dejó varada en la zona de conflicto más peligrosa del momento: Israel.
Mira las noticias, la contraofensiva israelí cada vez más radical; el ataque a un hospital, la liberación de rehenes por parte de Hamás a cuentagotas, un papel que ella y su esposo hubieran podido tener de estar en el momento y el lugar equivocados, como el centenar de personas retenidas que tiene la organización terrorista.
Esta regiomontana nunca había ido a medio oriente. Como la mayoría de los mexicanos, no tiene un interés en particular en la zona, salvo conocer el lugar donde nació Jesucristo y la historia bíblica,
Por eso cuando ella y su marido Ramiro Delgado se enteraron de que la Arquidiócesis de Monterrey organizaba un viaje religioso a Tierra Santa no dudaron. “Era un festejo, un regalo que quisimos darnos”, cuenta en entrevista con este diario.
Se apuntaron, prepararon documentos y maletas y volaron de Monterrey a la Ciudad de México, donde se encontraron con otros 46 peregrinos de Tabasco, Puebla, Baja California, San Luis Potosí y Durango, además de capitalino para lanzarse en grupo al Medio Oriente con la ilusión de su vida, de años de ahorro, de trabajo. Ella como sicóloga y él como ingeniero.
EL VIAJE
Aterrizaron en Tel Aviv el 6 de octubre a las 4:00 de la tarde. Una guía israelí con dominio del español los recibió, les dio la bienvenida, instrucciones mínimas sobre el sabbat, el día de descanso judío cuando bajan las actividades en Israel, y los llevó al hotel cerca de la playa.
Los Rojas cruzaron la calle y caminaron por el malecón, donde paseaban ciclistas y familias, vieron cerrados algunos kiosquitos de venta de ropa ligera y salvavidas porque ya era noche y la arena dorada salpicaba tranquilidad intermitentemente, interrumpida por el cruce de aviones.
“Parecen naves militares”, dijo su esposo sin darle mayor importancia.
Poco después regresaron al hotel con el propósito de madrugar y ver el amanecer de cara al Mediterráneo. Se levantaron temprano y se instalaron en la ventana.
Veían muchas luces en el mar, “deben ser botes de la guardia costera”, volvió a suponer Ramiro Delgado. En esas estaban marido y mujer cuando escucharon una alarma. La pareja supuso que era un llamado a la oración por el descanso judío.
¡Bendita ignorancia!, piensa ahora.
Las sirenas eran, en realidad, una advertencia por el ataque por parte de los palestinos que pelean desde el siglo pasado un Estado en igualdad de condiciones con los israelíes.
Los combatientes de Hamás salieron de Gaza (su territorio) en todas direcciones y asaltaron 27 lugares diferentes, al parecer, con órdenes de matar cuando alguien los viera.
Pasaron de Gaza a la ciudad de Ofakim, situada 22.5 kilómetros al este y, a su paso, asaltaron dos bases militares y tomaron más de un centenar de rehenes.
Cristina Rojas y su marido bajaron a las 7:00 de la mañana a desayunar. Tel Aviv está a 71.3 kilómetros y no era el blanco en ese momento, pero se activó una segunda alarma. Nadie en el grupo de mexicanos tenía idea de lo que ocurría porque, de vacaciones, no estaban atentos a las noticias.
Una hora después llegó el autobús por ellos y los llevó a Nazaret, tal y como tenía contemplado el itinerario del viaje. Los guías no comentaron nada pero se escuchaban explosiones y sonidos violentos cada vez más altos.
Visitaron Cesárea Marítima la ciudad que en el siglo II y III se convirtió en una de las más importantes del Imperio Romano. Luego, en la Iglesia de la Anunciación, el estruendo de los aviones decía a gritos que no era momento de turistear.
Pero ellos siguieron.
Desde México, sus familiares también lo sabían. ¿Están bien?, escribió una tía, una prima y el hijo de Cristina Rojas. ¿Por qué me preguntan si estoy bien?, comentó ella al esposo.
Otros miembros del grupo de peregrinos mexicanos empezaron a recibir información, que si más de cien rehenes estaban en manos de Hamás, que si el comandante, Muhammad Deif, montó en ira por el trato que Israel ha dado a los palestinos y les dijo a sus fuerzas que este era un primer paso hacia la destrucción; que Israel contraatacaba…
“La guía dijo que Nazaret era un sitio sagrado, que no lo iban a atacar y que estuvieran tranquilos, que seguiríamos ahí hasta nuevo aviso”, recuerda Cristina.
El domingo siguieron al Río Jordán y al Mar de Galilea, dos de los principales destinos cristianos porque ahí fue donde, según San Mateo, Jesús caminó sobre el agua y donde, según San Lucas, el Hijo de Dios multiplicó los peces.
Dos milenios después, los israelíes encendieron las bocinas de la barca y pusieron el himno nacional mexicano para que los turistas “se sintieron en casa” . Y así se sintieron al “grito de una guerra” en medio de una batalla local.
De regreso otra vez a Nazaret vieron tanques en el camino y un campamento de soldados y voluntarios que se sumaban a la causa israelí, según explicó la guía que cada vez parecía más preocupada frente al drama de madres llorosas al despedir a los hijos.
A la par, el grupo de mexicanos recibieron un correo de la aerolínea acerca de la suspensión del vuelo de regreso programado para el viernes 14.
“Ahí fue cuando dijimos ‘esto no va nada bien’”, recuerda Cristina.
La mayoría de los paseantes mexicanos no sabía qué decir a sus familiares que los llamaban insistentemente, no sabían qué iba a pasar, si quedarse, regresar, buscar ayuda, calmarse… Hubo dos mujeres que entraron en pánico y hubo que darles ansiolíticos y antidepresivos.
Para suerte del grupo, entre ellos viajaban un par de médicos y un cura que lo tranquilizaba. “Todo va a estar bien”, decían.
El lunes cambiaron los planes y en lugar de avanzará a Jerusalén, visitaron Magdala en espera de mejores noticias que no llegaron.
EL RESCATE
EL organizador del grupo informó que había enviado la lista de todos ellos a la embajada de México en Israel y que ésta les había pedido que cada persona manifestara en formato online su intención de regresar al país en vuelos del gobierno mexicano.
Todos lo hicieron y los diplomáticos mexicanos comenzaron a llamarlos; a unos sí, a otros no, hasta que uno de los viajeros les informó que llegarían todos juntos a Tel Aviv para huir en la segunda aeronave de las tres que pilotearía la Fuerza Aérea mexicana para la repatriación.
De acuerdo con datos de la Secretaría de Relaciones Exteriores, en Israel hay alrededor de 5,000 mexicanos, pero solamente solicitaron su regreso oficial poco más de 700.
El grupo de peregrinos donde viajaba Cristina Rojas dejó el Medio Oriente y su conflicto milenario el miércoles 11 de octubre a las 6:00 de la mañana y llegó el miércoles a las 10:00 de la noche tiempo de la Ciudad de México.
Hizo escala en Irlanda, donde los viajeros se sintieron por primera vez lejos del conflicto, sanos y salvos. Zidane Zeraoui, analista de Ciencias Políticas por la Universidad Nacional Autónoma de México, declaraba:
“La relación entre México y ambos países del conflicto es “un poco ambigua por su política del respeto a la libre determinación de los pueblos a la par de que no ha reconcido al Estado Palestino e Israel es su principal socio comercial”.
“Más vale lejos”, suspiró Cristina en Canadá, donde fue la siguiente escala hacia Carolina del Norte; dos horas después, cuando el piloto anunció que ya sobrevolaba territorio mexicano, el alivio, la euforia y la algarabía ya no fue solo suya.
En el altavoz pusieron la canción: “Así se siente México” y todos aplaudieron, lloraron, oraron. “Grande México”, pensó ella. Primero por los militares del país que ingresaron a Israel bajo el riesgo de un plomazo.
Después por su familia y la fiesta organizada en honor a la vida, ¿qué quieres comer cuando llegues?, le habían preguntado a Cristina.
“Frijoles, por favor”.
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