“Gaza está completamente destruida, tengan piedad de nosotros”: la dura realidad de la vida cotidiana en la Franja
La escasez de insumos básicos como gas para cocinar, alimentos o medicinas hace que la gente tenga que esperar horas en el frío y la lluvia.
“¿Dónde están todos los árabes y musulmanes del mundo? ¿Dónde están todos los defensores de los derechos humanos? Han dejado que el pueblo palestino sufra, pase hambre y sea destruido”.
Una mujer de mediana edad despotrica contra el mundo en una fila para comprar gas para cocinar en Gaza.
Grita airada al cielo, la desesperación y frustración son visibles en su rostro y la desolación acecha en el fondo.
“Llevamos esperando en la fila para llenar una bombona de gas desde primera hora de la mañana. He realizado mis oraciones matutinas de pie”.
Me cuenta que es desplazada de Beit Hanoun, en el norte de Gaza, a sólo 2 km de la frontera con Israel.
“No puedo describir la destrucción. Familias enteras han sido borradas de los registros civiles. Los mataron bajo de sus casas”, me dice.
“Gaza ha quedado completamente destruida. Tengan piedad de nosotros”.
Ahora vive con su familia en una escuela de la ONU en la ciudad de Deir al-Balah, en el centro de Gaza.
Después de que Hamás atacara Israel el 7 de octubre, una incursión en la que mató a 1.200 personas y tomó como rehenes a más de 200, el ejército israelí inició ataques aéreos y luego lanzó una invasión terrestre en Gaza.
Al menos 14.800 palestinos han muerto hasta la fecha, según el Ministerio de Sanidad dirigido por Hamás.
En la Franja de Gaza tiene 2,4 millones de habitantes y, según la ONU, desde que Israel ordenara a la población trasladarse al sur del territorio, 1,8 millones de personas están desplazadas.
Hay cientos de personas haciendo fila para obtener gas. Varios jóvenes esperan sentados encima de las bombonas. El ambiente es tenso. La gente está agotada.
Desde el alto el fuego del 24 de noviembre han entrado en la Franja de Gaza hasta 200 camiones de ayuda humanitaria al día, aproximadamente la mitad de los que entraban antes de la guerra.
Las agencias de la ONU dicen que han podido entregar algo de ayuda en el norte, donde tiene su base el ejército israelí, pero hay una enorme escasez en todas partes.
Otro hombre de la cola accede a hablar conmigo.
“No se encuentra ni una taza de té o un paquete de galletas. Ayer la gente compartía pan mientras dormía en la calle. La gente pasó la noche aquí, entre la lluvia y el frío. Que Dios nos ayude”
Israel interrumpió todas las entregas de combustible al comienzo del conflicto y después permitió la entrada de una cantidad limitada, que actualmente es de 140.000 litros cada dos días, según un funcionario del Departamento de Estado estadounidense.
El gobierno israelí afirma que el combustible extra podría ser utilizado por Hamás, organización designada como terrorista por Israel, Estados Unidos, la Unión Europea y Reino Unido, entre otras potencias.
Mohammed al-Qidrah espera pacientemente en la cola del gas.
“Llevamos aquí tres días. Vinimos hace dos noches y desde las 3 de la mañana hasta ahora no hemos podido repostar. No encontramos combustible, harina ni nada. Cuesta mucho encontrar cosas y, cuando se consiguen, hay que hacer fila para todo”.
Sin aseos ni tratamiento médico
La escasez de combustible e insumos no es la única amenaza a la que se enfrentan en la Franja.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) advirtió que si no se restablece el sistema sanitario, las enfermedades no tratadas podrían matar a más personas que los bombardeos.
La advertencia se produjo justo cuando la tregua entre Israel y Hamas entró en su quinto día, después de que se acordara una extensión de 48 horas.
La diarrea y las infecciones respiratorias están muy extendidas entre los niños que se encuentran en los refugios habilitados por la ONU, donde actualmente hay alrededor de 1,3 millones de personas.
El hacinamiento, la falta de alimentos, agua, saneamiento, higiene básica y gestión de residuos están elevando el número de enfermedades, destacó el director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, en su cuenta de X (antes Twitter).
Dijo que hay miles de casos de escabiosis (sarna), varicela e ictericia, y que casi 40.000 niños menores de 5 años tienen diarrea.
“Necesitamos un alto el fuego sostenido. Ahora. Es una cuestión de vida o muerte para los civiles”, sostuvo.
La falta de tratamiento para la diarrea, sobre todo en los bebés, puede deteriorar su salud y hacer que mueran rápidamente, apuntó la portavoz de la OMS Margaret Harris.
Las condiciones que hay actualmente en los refugios tampoco ayudan.
“De media, hay una ducha por cada 700 personas y un solo inodoro por cada 150 personas”, dijo la semana pasada la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU (OCHA).
Los pacientes con enfermedades crónicas como el cáncer tampoco están recibiendo tratamiento.
Según la ONU, sólo cinco hospitales están parcialmente operativos en el norte de Gaza, la zona que ha sido el foco de la ofensiva terrestre israelí.
Ocho de los 11 hospitales están funcionando en el sur, a donde el ejército israelí ordenó que huyan los civiles. Sólo uno de esos hospitales tiene la capacidad de tratar casos de traumatismos críticos o realizar cirugías complejas.
En ese contexto, el portavoz de Unicef, James Elder, vio como niños con graves heridas de guerra permanecían durante horas echados en el piso de los hospitales sin poder ser atendidos.
Una pequeña vuelta a la vida
Los niños desplazados y sus familias también están sufriendo debido a la falta de refugio y ropa adecuados para protegerlos del clima lluvioso y frío que afecta actualmente a Gaza.
Durante los primeros cuatro días de la tregua, 800 camiones de ayuda entraron en Gaza y algunos llegaron al norte, según funcionarios estadounidenses. Se trata de un aumento en comparación con los días anteriores, pero sigue siendo sólo una fracción de lo habitual.
Las agencias de la ONU dicen que en tales condiciones la reanudación de los combates debería ser impensable y piden nuevamente un alto el fuego permanente.
En medio de este panorama, mientras se mantiene el alto el fuego, hay indicios de que algo de vida está volviendo a la región, donde se está recogiendo lo que queda de la cosecha de aceite de oliva de este año.
“Tenemos que aprovechar esta oportunidad, no hay tiempo”, dice el agricultor palestino Fathy Abu Salah a la agencia de noticias Reuters. Vive en Khan Younis, en el sur.
“Esta guerra nos ha destruido, apenas hay producción. La mayor parte de la cosecha se perdió”, añade.
La falta de electricidad ha provocado una dependencia del combustible para hacer funcionar la maquinaria de la almazara, donde se muelen las aceitunas.
“Encontrar combustible es una crisis a la que se enfrenta todo el mundo”, afirma Mohamed Wafy, olivicultor y trabajador de la almazara.
“En cuanto tengamos algo de combustible, podremos abrir la almazara, aunque funcione al mínimo de su capacidad”, afirma.
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