Muere Ignacio E. Lozano Jr., ícono del periodismo en español e histórico editor de La Opinión
Desde 1953 fue editor de La Opinión, el diario en español más importante de Estados Unidos que su padre fundó en 1926; “fue la cara de nuestra comunidad mexicana y latina”, valoran amigos y familiares
Ignacio Eugenio Lozano Jr., editor de La Opinión desde 1953 a 1988 falleció de muerte natural a tres semanas de cumplir 97 años.
“Fue la cara de nuestra comunidad mexicana y latina”, destaco Félix Gutiérrez, profesor emérito de periodismo en USC Annenberg y profesor de estudios americanos y etnicidad en USC Doornsife.
Nacido el 15 de enero de 1927, Lozano Jr. fue, además, embajador de Estados Unidos en El Salvador, en 1976. Fue nombrado por el expresidente Gerald Ford, pero luego renunció a esa posición cuando asumió la presidencia Jimmy Carter.
Ícono del periodismo en español, Lozano Jr. falleció a las 8:30 de la mañana del miércoles 27 de diciembre, en la casa de su hija Mónica, en Playa del Rey.
“Cuando se vino a mi casa, ya sabíamos que le quedaba poco tiempo”, dijo Mónica Lozano. “Murió rodeado de toda su familia, hijos [Leticia, José, Mónica y Francisco] y sus nueve nietos”.
En 1964, el presidente Lyndon Johnson nombró a Lozano Jr. consultor del departamento de Estado de los Estados Unidos. También formó parte del comité asesor de California para la Comisión de derechos Civiles de la nación.
Hombre de familia que peleó contra las injusticias en el país
Como amiga e hija de un hombre admirado por toda la gran familia de periodistas que formaron parte de historia de La Opinión, Mónica Lozano expresó que, de su padre admiró varias cosas.
“Disfrutaba tanto de la vida, de cada momento y cada oportunidad de amar a su familia”, dijo. “Su familia era lo más importante y su prioridad era mantenerla unida”.
Hombre íntegro y respetuoso de la vida de todos, Ignacio E. Lozano Jr. vivió su vida al máximo, buscando siempre la justicia para aquellos que sufrían las mayores injusticias en Estados Unidos.
Promovió la libertad de prensa y el derecho a una información imparcial e independiente, libre de opresión y de la libertad para emigrar.
“Mi padre disfrutó y vivió plenamente el tiempo que tuvo en este mundo”, afirmó Mónica Lozano.
Tras el fallecimiento de su progenitor, Mónica, sus hermanos y la familia reunida, bailaron y escucharon la canción de “El Rey”, de Vicente Fernández, e hicieron un brindis en honor a su padre.
Para Gerardo López, director editorial de La Opinión, de 1995 a 2004, la figura de Ignacio E. Lozano Jr., es la de “el gran jefazo”.
“Fue un hombre bueno, justo e integro”, destacó. “Siguió fielmente la misión y la visión que su padre le había dado al periódico: informar a la comunidad mexicana y latina, y defender las causas nobles de los inmigrantes”.
Según Gerardo López, el señor Ignacio E. Lozano Jr. entendió muy bien el mensaje y ayudó para que se cumpliera a plenitud el sueño de su padre.
El crecimiento del diario La Opinión dirigido por los Lozano
Tras la muerte de Ignacio E. Lozano (fundador), su hijo asumió las riendas del periódico en 1953. Eran tiempos muy difíciles, hasta que les cedió la batuta a sus hijos Leticia, José -como director general- y Mónica, como directora administrativa.
“Don Ignacio fue un defensor a carta cabal de las causas de nuestra gente”, expresó Gerardo López. “Fue un gran líder de la comunidad latina; un hombre que hizo sentir a sus empleados como miembros de una sola familia”.
Ignacio E. Lozano Jr. transformó La Opinión en un periódico local de Los Ángeles, preocupado ya no tanto por lo que ocurría en México, sino por el acontecer en la urbe angelina y en el resto del país.
Se enfrentó a las crisis de la industria periodística de la época, como la impresión offset del periódico, una técnica que transfiere la imagen entintada de una placa de metal a una manta de goma, y otras tecnologías modernas para hacer periódicos.
Le tocó sacar los linotipos y las calderas de fundición de plomo de los talleres y reemplazarlos con computadoras e impresoras. Pero lo más difícil de reemplazar fueron los linotipistas con jóvenes “perforadoras” de cintas en las que se codificaban los artículos del periódico para su posterior impresión.
“Don Ignacio nos dio la oportunidad de hacer buen periodismo, y bajo su dirección general, él se convirtió en el arquitecto que llevó al periódico a grandes alturas. Sus hijos continuaron su tarea y convirtieron a La Opinión en una gran institución de la comunidad latina en Estados Unidos”, dijo Gerardo López.
Informar, educar y proteger los intereses de los latinos
Antonia Hernández, expresidenta del Fondo Mexicano Americano de Defensa Legal y Educación (MALDEF), recordó que conoció a “Nacho” Lozano a finales de los años 1970, recién graduada de la escuela de leyes.
“Comencé con el caso de la esterilización ilegal de mujeres mexicanas [en hospitales y cárceles] y él le pidió a Gerardo López que cubrieran ese tema”, dijo. “Después, yo me fui a Washington y “Nacho” se convirtió en un gigante del periodismo y La Opinión comenzó a trabajar mucho el tema de inmigración”.
Antonia Hernández dice que siempre recordará la solidaridad de Ignacio E. Lozano Jr. con el pueblo mexicano.
“Él sabía que La Opinión era más que un periódico; sabía de la responsabilidad de informar, educar y proteger los intereses de los latinos en Estados Unidos”, añade. “Cuando lo conocí, la mayoría eran mexicanos, pero después vinieron los salvadoreños, guatemaltecos y otros a quienes también defendió a través del periódico”.
Ignacio E. Lozano Jr., quien nació en San Antonio, Texas y fue hijo de Ignacio E. Lozano Sr. y Alicia Elizondo Lozano, estudió periodismo en la Universidad de Notre Dame. Era un hombre culto.
Por su parte, Félix Gutiérrez, profesor de periodismo en la Escuela Annenberg de Comunicación y Periodismo de la USC, rememoró que, una vez, el señor Ignacio E. Lozano Jr. estaba dando una charla sobre los números de circulación de La Opinión. La sede era el Instituto Aspen de Colorado.
“Primero dijo que la circulación era 100,000 y que en cinco minutos había crecido a 125,000 diarios, y bromeaba con facilidad y se sentía cómodo con los mexicanos y los latinos”, dijo el catedrático. “Básicamente él era el rostro de nuestra comunidad”.