La crianza puede afectar el cerebro de los niños de acuerdo a su edad
Un estudio revela cómo la crianza afecta el desarrollo cerebral en la infancia, influenciando la salud mental en la adolescencia y en situaciones de estrés
Un reciente estudio de la Universidad de Michigan, publicado en JAMA Pediatrics, explora cómo diferentes estilos de crianza impactan el desarrollo cerebral en distintas etapas de la infancia, y cómo estas influencias tempranas pueden anticipar la salud mental en situaciones de gran estrés, como la pandemia de COVID-19.
A través de un método estadístico innovador, los investigadores lograron identificar “períodos sensibles” en el desarrollo, momentos críticos en los que el cerebro es particularmente receptivo a experiencias externas, sean positivas o negativas. Este descubrimiento podría transformar las políticas y estrategias de intervención para promover el bienestar psicológico desde una edad temprana.
El profesor Luke Hyde, psicólogo de la Universidad de Michigan y coautor del estudio, destacó la relevancia de estos períodos sensibles, señalando que “entender cuándo el cerebro es más vulnerable a influencias externas puede ayudar a diseñar intervenciones y políticas que apoyen el desarrollo saludable”.
Cleanthis Michael, primer autor del estudio y estudiante de posgrado en la misma universidad, subrayó la importancia de las intervenciones tempranas, que, según los hallazgos, pueden tener un impacto significativo en el desarrollo cerebral, fortaleciendo la salud mental en la adolescencia y adultez joven.
El estudio es parte de una investigación longitudinal de 21 años que ha seguido a jóvenes y familias de bajos ingresos en Detroit, Chicago y Toledo. La base de datos proviene del Estudio sobre el futuro de las familias y el bienestar infantil, iniciado en 1998.
La muestra actual analizó a 173 jóvenes, monitoreados en varias fases de su desarrollo, desde los 3 hasta los 15 años. A lo largo de este tiempo, se recopilaron observaciones detalladas de los comportamientos de crianza de los padres, incluyendo patrones de crianza dura (caracterizada por agresión psicológica y física) y crianza cálida (capacidad de respuesta afectiva y emocional).
El estudio incluyó un análisis neurológico de seguimiento en la adolescencia y una evaluación de síntomas de ansiedad y depresión durante la pandemia de COVID-19.
Los hallazgos indicaron que la crianza severa en la primera infancia afecta la organización cerebral general en la adolescencia. Más específicamente, los niños que experimentaron disciplina dura durante la niñez tardía presentaron alteraciones en el circuito corticolímbico, una región del cerebro clave en la regulación emocional.
Procesar el miedo y la ira
Esta área incluye la amígdala y la corteza prefrontal, y es vital para el procesamiento de emociones como el miedo y la ira. Los investigadores señalaron que estas alteraciones en la organización del cerebro incrementan la vulnerabilidad de los jóvenes a desarrollar síntomas de ansiedad y depresión en la adolescencia, especialmente durante situaciones de estrés.
Por otro lado, los efectos de una crianza cálida resultaron ser protectores. Según el estudio, el apoyo emocional durante la niñez media fortaleció conexiones positivas en la amígdala, la región del cerebro que procesa las emociones y las amenazas percibidas.
Esta conexión favoreció un desarrollo emocional más saludable y estuvo asociada con niveles más bajos de ansiedad y depresión en los jóvenes que, años después, enfrentaron el contexto estresante de la pandemia.
El equipo investigador considera que estas conexiones positivas entre la amígdala y otras regiones cerebrales no solo promueven la resiliencia emocional, sino que también destacan la relevancia de un ambiente familiar de apoyo para el bienestar psicológico a largo plazo.
La investigación no solo reafirma los conceptos de períodos sensibles en la psicología del desarrollo, sino que también presenta una oportunidad de diseñar políticas públicas más adaptadas a las etapas de mayor influencia en el desarrollo.
Michael enfatizó que, dado que las experiencias tempranas afectan el riesgo posterior de ansiedad y depresión, los hallazgos de este estudio pueden guiar intervenciones en momentos críticos de la infancia, cuando los efectos de apoyo emocional son más potentes y duraderos.
Estos resultados podrían fundamentar el desarrollo de programas de apoyo para padres, especialmente en comunidades con menos recursos, como las incluidas en este estudio.
Según Hyde, el uso de métodos estadísticos avanzados y técnicas de neuroimagen en este análisis abre la puerta a nuevas respuestas a preguntas de larga data en la psicología del desarrollo. Además, subraya cómo las experiencias de crianza positivas y negativas tienen efectos diferenciados en el cerebro dependiendo de la etapa de vida en que se producen.
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