Medicamentos de semaglutida pueden ayudar a reducir el alcoholismo

Un estudio asocia medicamentos para la obesidad con reducción en el consumo de alcohol, especialmente en mujeres y grandes bebedores

Más del 75% de los hispanos en Estados Unidos luchan contra el alcoholismo y otras adicciones

Crédito: Pixel-Shot | Shutterstock

Un estudio reciente ha revelado que los medicamentos contra la obesidad podrían tener un efecto secundario interesante y potencialmente beneficioso: la reducción del consumo de alcohol. El análisis, liderado por la Dra. Lisa R. Miller-Matero de Henry Ford Health en Detroit, incluyó a más de 14,000 adultos inscritos en un programa de telemedicina para el control de peso entre enero de 2022 y noviembre de 2023. Los resultados, publicados en JAMA Network Open, sugieren que casi la mitad de los participantes que consumían alcohol al inicio del estudio disminuyeron su ingesta tras comenzar el tratamiento con medicamentos para la obesidad.

Entre los 7,491 participantes que informaron beber alcohol al inicio, el 45.3% redujo su consumo, el 52.4% no experimentó cambios y solo el 2.3% reportó un aumento. Este patrón fue más evidente en mujeres, en personas con obesidad más severa y entre quienes eran grandes consumidores de alcohol antes del tratamiento. Los investigadores sugieren que estos medicamentos podrían atenuar el efecto gratificante del alcohol, similar a cómo afectan la relación con la comida.

El estudio incluyó una variedad de fármacos, destacándose los agonistas del receptor GLP-1 de segunda generación, como la tirzepatida (Mounjaro) y la semaglutida (Ozempic), utilizados por el 86% de los participantes. También se emplearon medicamentos de primera generación como la liraglutida (Victoza), así como bupropión/naltrexona (Contrave) y metformina. Aunque algunos de estos, como la dulaglutida y la metformina, no están aprobados para el control de peso crónico, demostraron beneficios en la disminución del consumo de alcohol.

Un hallazgo especialmente notable fue el impacto de los agonistas GLP-1, que han sido asociados en investigaciones previas con beneficios para trastornos relacionados con el consumo de alcohol. En el caso de la metformina, utilizada principalmente para la diabetes, los investigadores se sorprendieron al encontrar que también contribuyó a la reducción del consumo de alcohol, sugiriendo que factores conductuales asociados con el control de peso podrían estar influyendo en este cambio. Estos hallazgos refuerzan la necesidad de estudios aleatorizados para explorar de manera más rigurosa el papel de estos medicamentos en el consumo de alcohol.

El análisis también destacó que las personas con obesidad más severa tenían una mayor probabilidad de reducir su consumo de alcohol en comparación con aquellas con sobrepeso. Por ejemplo, los participantes con obesidad de clase III (IMC ≥40) fueron 1.63 veces más propensos a disminuir su ingesta en comparación con aquellos en la categoría de sobrepeso. De manera similar, los bebedores más intensos al inicio del estudio mostraron una tendencia significativamente mayor a reducir su consumo. Quienes se encontraban en las categorías de mayor consumo semanal tuvieron probabilidades hasta 19 veces mayores de disminuir su ingesta de alcohol tras iniciar el tratamiento.

Aunque las diferencias en la efectividad de los medicamentos fueron mínimas, el bupropión/naltrexona se destacó como el único asociado con una mayor probabilidad de reducir el consumo de alcohol en comparación con la metformina, aunque este efecto dejó de ser significativo al ajustar por pérdida de peso. Otros factores, como la edad y la raza, no mostraron una influencia relevante en los resultados.

Este estudio abre nuevas líneas de investigación sobre los posibles beneficios secundarios de los medicamentos para la obesidad, más allá del control de peso. La posibilidad de que estos tratamientos contribuyan a la reducción del consumo de alcohol podría tener implicaciones significativas para la salud pública, considerando el impacto del alcohol en condiciones metabólicas y el bienestar general. Sin embargo, los autores subrayan la importancia de realizar ensayos controlados para determinar si estos efectos son atribuibles a los medicamentos en sí o a los cambios conductuales asociados con los programas de pérdida de peso.

La investigación resalta una interacción compleja entre los medicamentos, los comportamientos individuales y los efectos metabólicos. Mientras tanto, los programas de control de peso que incluyen estos fármacos podrían considerar estrategias para maximizar estos beneficios adicionales. Con una edad promedio de 43 años y un índice de masa corporal promedio de 35.97, los participantes experimentaron no solo una pérdida de peso significativa, sino también cambios positivos en sus hábitos de consumo de alcohol, lo que demuestra el alcance de los impactos que estos tratamientos pueden tener en la calidad de vida de las personas.

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