Una molécula estimula el metabolismo de las grasas de forma natural

Un estudio muestra cómo el cuerpo y los microbios intestinales colaboran para regular el metabolismo de grasas mediante moléculas clave

Una de cada cinco mujeres y uno de cada 10 hombres desarrollarán la forma común de demencia a lo largo de su vida.

La distribución anatómica de la grasa corporal puede afectar el riesgo de la enfermedad de alzheimer. Crédito: ARMMY PICCA | Shutterstock

Un reciente descubrimiento científico ha revelado un sofisticado mecanismo de colaboración entre el organismo humano y los microbios intestinales que podría transformar la comprensión y el tratamiento de diversas enfermedades metabólicas.

Según un estudio realizado por investigadores de Weill Cornell Medicine y el Instituto Boyce Thompson, esta interacción simbiótica regula de manera conjunta el metabolismo de las grasas a través de una molécula clave llamada ácido biliar-metilcisteamina (BA-MCY).

Este hallazgo destaca cómo las bacterias intestinales no solo contribuyen a la digestión, sino que también desempeñan un papel crucial en la señalización molecular que influye en el equilibrio metabólico.

El cuerpo humano, adaptado a coexistir con la microbiota intestinal, utiliza esta relación para digerir alimentos y extraer nutrientes esenciales. Uno de los procesos más complejos y fundamentales en esta interacción es la producción y regulación de ácidos biliares, moléculas derivadas del colesterol que facilitan la digestión de grasas.

Estas moléculas, además de su función digestiva, actúan como potentes señales químicas, modulando el metabolismo de grasas y colesterol mediante un receptor llamado FXR.

Tradicionalmente, se sabía que los microbios intestinales modifican los ácidos biliares para activar el FXR, limitando la producción de bilis cuando es necesario. Sin embargo, el nuevo estudio, publicado en la revista Nature, detalla un mecanismo opuesto: las células del intestino producen BA-MCY, una forma alterada de ácido biliar que desactiva el FXR, promoviendo la producción de bilis y acelerando el metabolismo de las grasas.

Este hallazgo demuestra un sofisticado sistema de control en el que el cuerpo contrarresta las señales de los microbios para mantener un equilibrio metabólico preciso.

Diálogo entre el cuerpo y la microbiota

El Dr. David Artis, coautor principal del estudio, explicó que este diálogo entre el cuerpo y la microbiota es esencial para evitar desbalances en la producción de ácidos biliares. Por su parte, el Dr. Frank Schroeder destacó que los ácidos biliares funcionan como un “semáforo” metabólico, regulando procesos clave para evitar acumulaciones perjudiciales de colesterol y grasa.

La investigación fue posible gracias a una colaboración interdisciplinaria que combinó inmunología, biología química y análisis metabólico avanzado.

Utilizando técnicas de metabolómica no dirigida, los investigadores identificaron las moléculas generadas por ratones con y sin microbiota intestinal. Este enfoque permitió aislar las BA-MCY como moléculas dependientes de la microbiota pero producidas directamente por el organismo huésped, lo que redefine las nociones previas sobre la interacción entre el cuerpo y sus microbios.

El estudio también demostró que niveles elevados de BA-MCY pueden reducir la acumulación de grasa en el hígado, lo que sugiere posibles aplicaciones terapéuticas para tratar enfermedades como el hígado graso y trastornos relacionados con la obesidad.

Además, se descubrió que la ingesta de fibra dietética aumenta la producción de BA-MCY, subrayando la importancia de la dieta en el mantenimiento de la salud metabólica.

Otro aspecto destacable del estudio fue la detección de BA-MCY en muestras de sangre humana, lo que indica que este mecanismo podría estar presente también en las personas. Según el Dr. Mohammad Arifuzzaman, esto abre la puerta a investigaciones adicionales sobre cómo potenciar esta vía en humanos para combatir trastornos metabólicos.

El equipo investigador ya ha identificado líneas futuras para explorar cómo las alteraciones en esta comunicación entre microbiota e intestino podrían influir en diferentes enfermedades. Desde infecciones hasta inflamación crónica y cáncer, este enfoque podría tener implicaciones más amplias para el desarrollo de tratamientos dirigidos.

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