La carne roja procesada se vincula con un mayor riesgo de demencia

Consumir carne roja procesada puede elevar el riesgo de demencia. Sustituirla por opciones como pescado o frutos secos reduce significativamente ese riesgo

Comer carne roja más de una vez a la semana podría causar diabetes tipo 2

Este estudio también arroja luz sobre el beneficio de reemplazar la carne roja con fuentes saludables de proteínas de origen vegetal para reducir el riesgo de diabetes tipo 2. Crédito: 5464316719 | Shutterstock

El impacto de la alimentación en la salud sigue siendo un tema prioritario en la investigación médica, y un nuevo estudio ha puesto el foco en un vínculo el consumo de carne roja procesada podría aumentar significativamente el riesgo de desarrollar demencia. Liderado por el Dr. Daniel Wang, de la Facultad de Medicina de Harvard y el Hospital Brigham and Women’s, el trabajo sugiere que incluso pequeñas cantidades de estos productos cárnicos pueden tener efectos perjudiciales para el cerebro.

Publicado en Neurology, el estudio analizó datos de más de 130,000 profesionales de la salud, quienes participaron en dos importantes proyectos longitudinales: el Estudio de Salud de Enfermeras y el Estudio de Seguimiento de Profesionales de la Salud. Durante más de 40 años, los participantes completaron encuestas dietéticas periódicas sobre su consumo de alimentos y se sometieron a evaluaciones de salud, incluidas pruebas de memoria. Los resultados revelaron que aquellas personas que ingerían mayores cantidades de carne roja procesada tenían un 14% más de probabilidades de desarrollar demencia en comparación con quienes limitaban su consumo.

Este riesgo, según los investigadores, estaba presente incluso con cantidades relativamente pequeñas de carne procesada. Por ejemplo, el consumo diario de un cuarto de una porción estándar de tres onzas (aproximadamente dos lonjas de tocino o un perrito caliente) ya se asociaba con este incremento del riesgo. En contraste, las personas que ingerían menos de una décima parte de esa cantidad mostraban menores probabilidades de deterioro cognitivo.

El equipo de Wang destaca varias posibles explicaciones para este vínculo. Una de las hipótesis es que el alto contenido de grasas saturadas y sodio en la carne procesada eleva la presión arterial y contribuye a enfermedades como la diabetes y las afecciones cardíacas, que a su vez pueden dañar el cerebro. Otra teoría se basa en compuestos generados durante la descomposición de la carne roja procesada en el organismo. Algunos de estos compuestos, según estudios de laboratorio, pueden inducir la acumulación de proteínas amiloides, una característica clave de la enfermedad de Alzheimer. Asimismo, los nitritos presentes en estos alimentos podrían dañar el ADN de las células cerebrales.

Aunque investigaciones previas no lograron establecer una relación consistente entre la carne roja procesada y la demencia, Wang atribuye esto a las limitaciones de los estudios más pequeños y de menor duración. Su equipo, en cambio, pudo rastrear cambios en los hábitos alimenticios de los participantes durante décadas, lo que proporciona una perspectiva más robusta y confiable. Este enfoque también permitió explorar alternativas dietéticas y su impacto en el riesgo de demencia. Sustituir una porción diaria de carne procesada por opciones más saludables, como frutos secos, legumbres o pescado, resultó en reducciones significativas del riesgo, de hasta un 28% en el caso del pescado.

El estudio también examinó los efectos del consumo de carne roja no procesada. Aunque esta variante mostró una asociación más débil con el riesgo de demencia, quienes la consumían en mayores cantidades reportaron un incremento del 16% en problemas de memoria según evaluaciones subjetivas. Estas pruebas, diseñadas para detectar señales tempranas de deterioro cognitivo, incluyeron preguntas sobre dificultades para recordar nombres o encontrar el camino a casa.

Los hallazgos resaltan la importancia de la dieta no solo para la salud física, sino también para el bienestar cognitivo. Optar por fuentes de proteínas más saludables podría ser una estrategia efectiva para reducir los riesgos asociados con la demencia. Sin embargo, Wang enfatiza que estos resultados deben interpretarse como un punto de partida, ya que aún queda mucho por entender sobre los mecanismos precisos detrás de estas asociaciones.

Con planes para realizar un seguimiento a largo plazo de los participantes, los investigadores esperan arrojar más luz sobre cómo las evaluaciones subjetivas de memoria se correlacionan con diagnósticos formales de demencia y qué otras estrategias dietéticas podrían proteger la función cognitiva. Mientras tanto, este estudio envía un mensaje claro sobre los beneficios de adoptar una dieta equilibrada y moderar el consumo de carnes rojas procesadas, no solo para preservar la salud física, sino también para proteger el cerebro contra enfermedades neurodegenerativas.

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