¿Quién pagará por los daños de los incendios?
La mayoría de los trabajadores de la construcción, los encargados físicamente de la reconstrucción, son indocumentados que el gobierno federal quiere deportar
El precio humano, económico y social de los incendios que devastaron partes de Los Ángeles este mes es casi inconcebible y todavía sube. El desastre natural más grave de nuestra historia destruyó unas 13,000 “estructuras”: son casas particulares, edificios de departamentos, escuelas, centros comerciales, templos: todo lo que conforma un barrio. Ahora son cenizas.
El costo en dólares es incierto y la cifra ahora barajada, de 150,000 millones de dólares, sea probablemente insuficiente. Lo peor: al menos 27 muertos, centenares de heridos, medio millón de residentes que debieron evacuar y buscar alojamiento, vidas interrumpidas por el desastre.
Ahora, recibimos notificaciones de que en una zona tras otra se permite a los residentes volver, al menos para contemplar su pérdida. Las familias recién comienzan a confrontar un futuro incierto después de que sus casas colapsaron. Los fuegos, si bien contenidos, continúan en varios focos y se teme que los fuertes vientos vuelvan a encender nuevos incendios. Miles de bomberos todavía luchan. No descansan.,
No descansan
Tampoco descansan los responsables de la catástrofe y sus aliados.
Son los contaminadores corporativos que, a sabiendas, se beneficiaron de la contaminación que generó esta crisis.
Son las empresas de seguro cuyas elevadas primas nuestros vecinos pagaron durante años solo para enterarse que en zonas propensas a incendios muchos residentes se enfrentan a cancelaciones de seguros, a veces sin que se les haya notificado con antelación.
Son los republicanos que dominan ambas cámaras del Congreso y que anunciaron que a cambio de la ayuda federal a California que están obligados a prestar, exigen cambios políticos, concesiones y la humillación de sus rivales en el Capitolio.
Y es el presidente Donald Trump para quien este es otro juego político que le puede dar ventaja.
Todos ellos intentan imponer una corriente de opinión pública tramada para ocultar la verdad sobre la influencia del cambio climático en los incendios. Lo hacen para convertir a otros en chivos expiatorios, para que otros carguen con la “culpa”.
¿Cómo lo hacen? El método que ha funcionado de difundir mentiras por las redes sociales se ha diversificado y sofisticado. Por su intermedio y la prensa cómplice, mienten cuando dicen que no había suficiente recursos hídricos para combatir los fuegos. Que las administraciones demócratas abandonaron la gestión forestal (Trump recomendó específicamente rastrillar los bosques). Que los departamentos de bomberos son débiles por culpa de las políticas de diversidad, equidad e inclusión (DEI), con lo cual lamentan que todos los bomberos ya no sean varones blancos. Que las políticas ambientales en defensa de cierto pez del norte del estado causaron el desastre. E innumerables mentiras sobre acciones erróneas o dañinas de salvataje y lucha contra el fuego, que pululan en los medios sociales con fotografías falsificadas y frases rimbombantes.
El cambio climático
Porque esta es la verdad: la contaminación por combustibles fósiles, en California y todo el país, suministró el contexto para estos incendios forestales. Cuando existen condiciones para el inicio de fuegos, los han potenciado. Los fenómenos climáticos extremos en todo el mundo cada día ya no sorprenden. .
En California años de lluvia promovieron una vegetación desmesurada. Años subsiguientes de intensa sequía, de la que seguimos sufriendo hoy, la convirtió en combustible para los incendios.Y las ráfagas huracanadas de los vientos de Santa Ana, con dirección fluctuante e intensidad sin precedentes, intensificaron los fuegos y más que ello, propiciaron su desarrollo con su lluvia de ascuas.
Todo esto no era nuevo. No se vale negarlo. Ya en 2021, un estudio de la agencia federal NOAA, (Administración Nacional Oceánica y Atmosférica), determinó que “el cambio climático es el principal factor que aumenta el riesgo de incendios en el oeste de Estados Unidos”
Y los contaminadores también lo sabían. Lo han sabido por cerca de 70 años, como he argumentado en una columna publicada aquí, en La Opinión, en noviembre pasado.
No a la apatía
En estas condiciones, los incendios que devastaron partes de Los Ángeles este mes no deberían sorprendernos. Quizás por lo contrario, lo que sorprende es que no hayan ocurrido antes.
¿Qué hacer? Lamentablemente el conformismo y la apatía se convierten en una práctica cada vez más frecuente en el trato con el nuevo gobierno. Y California, el estado que ha sido siempre el primero en materia de innovación y adelanto tecnológico para bien de la población, comenzó a capitular, cuando este mismo mes, abandonó el plan de descontinuar los camiones diésel. No fue casualidad que esto haya ocurrido una semana antes del regreso de Trump a la Casa Blanca.
Esa capitulación, si bien podemos comprender sus razones – miedo a la represalia de Trump – es lo contrario de lo que debe hacerse.
Un buen ejemplo es la aprobación, en noviembre pasado, de la Proposición 4, que proporcionará unos 10,000 millones de dólares a temas ambientales, para mitigar los peligros de los incendios en las comunidades del estado. Prop 4 recibió nueve millones de votos y seis millones votaron en contra.
Trabajadores deportados
Una ilustración más de cómo las políticas del nuevo gobierno federal no solo propician la repetición de los incendios forestales en California y otros estados, sino que dificultan la reconstrucción posterior es la política migratoria de la administración Trump, que enfatiza la caza y deportación de indocumentados. ¿De qué manera? La mayoría de los trabajadores de la construcción en el sur de California, los que son y serán encargados físicamente de la reconstrucción, son indocumentados, y como tales están en la mira del gobierno que los quiere fuera del país.
De modo que a medida que los fuegos se apagan, la principal pregunta que surge es: ¿quién va a pagar por los daños del incendio? ¿Quién pagará por la reconstrucción de Los Ángeles?
Los principales responsables son los que deben pagar.
Y pueden.
Un documento de la Unión of Concerned Scientists del año pasado compara las ganancias de sólo cuatro petroleras, 100,000 millones de dólares solo en 2023, con los daños acelerados por sus acciones y que debe pagar el fisco o directamente los damnificados. Esas cuatro son ExxonMobil, Chevron, Shell y BP (antes llamada British Petroleum).
¿Lo harán? Su influencia en los gobiernos, independientemente del partido en el poder, es extraordinaria y no ha bajado en casi 100 años. Es difícil concebir que renunciarán a su lucro.
Lo cual no puede impedirnos decir la verdad, lo que dicta la lógica común y el sentido básico de la justicia humana.
Gabriel Lerner es el editor emérito de La Opinión.