Cómo los pequeños golpes repetidos en la cabeza impactan a nuestro cerebro
Un estudio busca entender los efectos de golpes repetidos en la cabeza en atletas y militares para detectar, prevenir y tratar daños neurológicos a largo plazo
En los deportes de contacto y ocupaciones como las fuerzas armadas, los golpes repetidos en la cabeza representan un peligro silencioso para la salud cerebral, incluso sin síntomas visibles.
Aunque las conmociones cerebrales han llevado a implementar protocolos de seguridad más estrictos, los impactos subclínicos en la cabeza aún carecen de un estándar de atención médica.
El Dr. Jeff Bazarian, profesor de Medicina de Emergencia y Neurología en el Centro Médico de la Universidad de Rochester, lidera un estudio para comprender mejor estos golpes repetidos y su influencia en la función neurológica.
A menudo, los golpes menores como cabecear un balón, impactos en el suelo durante una entrada o contactos entre cascos, no causan lesiones inmediatas pero pueden acumularse, deteriorando lentamente la función cerebral. Estos daños, según Bazarian, pueden pasar desapercibidos durante años, aumentando el riesgo de enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer o la encefalopatía traumática crónica.
El estudio, que abarcará cuatro años, involucrará a atletas universitarios de diversas instituciones, incluidos jugadores de fútbol americano y soccer de la Universidad de Rochester, la Universidad de Buffalo, la Universidad de Indiana y The Citadel. Los participantes usarán protectores bucales con sensores que registrarán la magnitud, dirección y frecuencia de los impactos en la cabeza durante prácticas y partidos. Además, se realizarán pruebas antes y después de los juegos para detectar posibles cambios en la función neurológica.
Estas pruebas incluirán electroencefalogramas, reflejo de parpadeo, tiempo de reacción mano-ojo y convergencia visual. También se medirán niveles de proteínas cerebrales, como la GFAP, mediante análisis de sangre. La Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) ya ha aprobado un test que detecta estas proteínas para evaluar lesiones cerebrales agudas.
Además, el equipo de investigación empleará tomografía de coherencia óptica (OCT) para observar cambios en la retina, un área sensible que refleja la salud cerebral. Según Bazarian, las anormalidades en la retina podrían correlacionarse con los golpes en la cabeza y servir como indicador temprano de daño neurológico.
El estudio también explorará estrategias para mitigar los efectos de estos impactos. Al final de cada temporada, los investigadores dividirán a los participantes con anormalidades neurológicas asintomáticas en dos grupos: uno descansará durante dos semanas y el otro realizará ejercicio aeróbico diario. Se espera que este último grupo muestre una recuperación más rápida, lo que podría establecer nuevos estándares para el manejo de golpes repetidos en la cabeza.
Un aspecto clave de la investigación será determinar si el intervalo de tiempo entre golpes afecta la gravedad del daño cerebral. Utilizando una máquina para practicar cabeceos de fútbol, se estudiará cómo el descanso entre sesiones influye en los cambios neurológicos. Según Bazarian, es probable que dar tiempo al cerebro para recuperarse reduzca los riesgos.
Para comprender si existe un umbral seguro de impactos acumulativos, los investigadores trabajarán con modelos animales en el Boston Children’s Hospital. Estos experimentos buscarán definir si hay una cantidad de golpes por debajo de la cual no se producen lesiones detectables o si incluso los impactos menores son perjudiciales.
Este enfoque interdisciplinario combina técnicas avanzadas de monitoreo y análisis con pruebas clínicas y experimentales, allanando el camino hacia un mejor entendimiento de cómo proteger el cerebro frente a exposiciones repetidas.
Bazarian enfatiza que este esfuerzo es solo el comienzo de un cambio hacia el monitoreo proactivo de la salud cerebral. Con el tiempo, los hallazgos podrían transformar las prácticas en deportes, el ejército y otras áreas donde los golpes en la cabeza son comunes, mejorando la calidad de vida y reduciendo el riesgo de enfermedades a largo plazo.
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