Prueba de aliento con hidrógeno y metano (HMBT) en niños: qué debemos saber

La prueba de aliento con hidrógeno y metano es clave para diagnosticar SIBO e intolerancia a carbohidratos en niños, pero faltan directrices pediátricas

Prueba de aliento con hidrógeno y metano (HMBT) en niños: qué debemos saber

La Sociedad Europea de Gastroenterología, Hepatología y Nutrición Pediátrica (ESPGHAN) ha desarrollado algunas pautas para la realización de pruebas de aliento en niños. Crédito: T.Photo | Shutterstock

La prueba de aliento con hidrógeno y metano (HMBT) se ha convertido en una herramienta diagnóstica esencial para detectar trastornos digestivos como el sobrecrecimiento bacteriano en el intestino delgado (SIBO) y problemas de malabsorción de carbohidratos, incluyendo la intolerancia a la lactosa y la fructosa.

Si bien su uso en adultos está bien establecido, la aplicación en niños sigue siendo un desafío debido a la falta de protocolos específicos para esta población.

El diagnóstico de SIBO y malabsorción en niños es crucial, ya que estas condiciones pueden generar síntomas como distensión abdominal, diarrea, dolor y problemas nutricionales que afectan su desarrollo. Sin embargo, la adaptación de los protocolos de HMBT para adultos a pacientes pediátricos enfrenta dificultades debido a diferencias en la fisiología intestinal, las tasas metabólicas y el tránsito orocecal.

Actualmente, la Sociedad Europea de Gastroenterología, Hepatología y Nutrición Pediátrica (ESPGHAN) ha desarrollado algunas pautas para la realización de pruebas de aliento en niños.

No obstante, estas presentan limitaciones en cuanto a la ejecución, la falta de valores umbral específicos y la variabilidad en la interpretación de los resultados.

Como resultado, muchos especialistas recurren al Consenso de América del Norte de 2017, cuyas recomendaciones, aunque diseñadas para adultos, pueden ajustarse para su uso pediátrico.

El consenso sugiere el uso de lactulosa para el diagnóstico de SIBO en dosis de 10 g o 15 mL, y para la intolerancia a la lactosa o fructosa, dosis de 25 g de cada azúcar.

Sin embargo, estas cantidades pueden ser excesivas en niños, generando un riesgo de falsos positivos. Por ejemplo, 25 g de lactosa equivale a unos 500 mL de leche, una cantidad que puede superar la capacidad de absorción infantil y distorsionar los resultados.

Cómo funciona el diagnóstico en niños

En niños, antes de evaluar una posible intolerancia, se debe descartar SIBO, ya que esta condición puede provocar una malabsorción secundaria de carbohidratos.

La presencia de SIBO puede alterar la digestión y absorción de nutrientes esenciales para el crecimiento, por lo que su tratamiento adecuado podría aliviar síntomas que, de otro modo, se atribuirían erróneamente a una intolerancia primaria.

Un aspecto clave de la HMBT es la medición de metano (CH₄), un gas asociado con el sobrecrecimiento intestinal de metanógenos (IMO). La producción elevada de CH₄ se vincula con el estreñimiento, un síntoma común en niños con IMO.

A diferencia del hidrógeno, cuya detección puede verse afectada por el tránsito orocecal rápido, el CH₄ se considera un marcador más estable y confiable tanto en adultos como en niños.

Estudios han demostrado que la prevalencia de metanógenos en la microbiota intestinal de los niños es menor que en adultos, lo que puede influir en la interpretación de los resultados. Aun así, algunos niños con flora metanogénica pueden producir niveles significativos de CH₄, por lo que el umbral estándar de 10 ppm sigue siendo una referencia adecuada para evitar diagnósticos erróneos.

Una vez descartado el SIBO y el IMO, se pueden realizar pruebas de intolerancia a la lactosa o la fructosa. Debido a que el tránsito intestinal de los niños es más rápido, existe el riesgo de falsos positivos si se utilizan las dosis para adultos sin ajustes. Por ello, los especialistas deben considerar la capacidad de absorción infantil y evaluar los resultados con cautela.

Para mejorar la precisión diagnóstica, los médicos pueden recurrir a la gammagrafía, que permite confirmar el tiempo de tránsito orocecal y evitar interpretaciones erróneas. Otras opciones incluyen pruebas genéticas y biopsias intestinales, aunque estas no siempre son concluyentes para diagnosticar intolerancia adquirida.

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