Las marcadas similitudes entre Colombia y Venezuela que a muchos colombianos y venezolanos a veces les cuesta admitir
El periodista venezolano de BBC Mundo, Norberto Paredes, visitó por primera vez Colombia, donde lo sorprendieron las similitudes de las que no le habían hablado

Una colombiana sonríe poco antes de que comience un partido entre Venezuela y Colombia de las eliminatorias de la Copa Mundial de la FIFA 2018 en el Estadio Pueblo Nuevo, San Cristóbal, Venezuela, el 31 de agosto de 2017. Crédito: Getty Images
Soy venezolano y visité Colombia por primera vez a comienzos de este 2025. No estaba seguro de qué me encontraría. Me habían dicho muchas veces que éramos dos pueblos muy diferentes.
Que si los bogotanos son en general más conservadores, formales y desconfiados.
O que los caraqueños solemos ser más progresistas, frívolos y confianzudos.
Nací y crecí en Caracas escuchando que las capitales de ambos países eran un mundo aparte.
Por eso mi sorpresa al salir del aeropuerto de Bogotá.
Desde las interacciones con la señora sonriente que me vendió café y el taxista que me hablaba de la economía del país, hasta las montañas que rodean la ciudad y la salsa que sonaba en el taxi, todo me hizo sentir como en casa.
Sentado en un céntrico café, me pregunto cuán similares o diferentes somos realmente.
Mucho nos une: la lengua, la religión, los Andes, el Caribe, los Llanos, la Guajira o la gastronomía, aunque para algunos esto último sea también asunto de disputa.
Prueba a sacar el tema del origen de la arepa con un colombiano y un venezolano en la misma habitación. Tendrás asegurada una conversación efervescente.
Comparar a ambos países no es asunto sencillo. Entre otras cosas, porque las idiosincrasias internas de Colombia son muy diversas.
“Colombia es un país de regiones y sus diferencias culturales son mucho más marcadas que en Venezuela”, me dice Tulio Hernández, sociólogo e historiador venezolano radicado en Bogotá.
Esto contrasta con la historia de Venezuela, un país “más homogéneo, con menos accidentes geográficos, donde hubo una unificación nacional a través de un sistema de redes de transporte”, compara Hernández.

A pesar de ello, el también escritor afirma que “no existen dos países tan parecidos ni tan interconectados, dos naciones con tantas similitudes y una historia siempre entrelazada desde el nacimiento de ambas repúblicas independientes”.
Los permanentes intercambios migratorios, económicos y culturales han incrementado dicha interconexión durante décadas.
No obstante, los sociólogos con los que hablé para esta reflexión concuerdan en que muchos colombianos y venezolanos se empeñan con frecuencia en resaltar más sus diferencias que sus similitudes.
El Caribe y los Andes
Similitudes hay muchas.
Luz Marina Rivas, profesora de Literatura e investigadora del Instituto Caro y Cuervo, afirma que las más marcadas se dan en el Caribe.
“Los caribeños en ambos países son muy abiertos. Es normal que un venezolano y un colombiano caribeño te cuenten su vida mientras hacen una fila, aunque no te digan su nombre”, afirma la profesora colombo-venezolana, quien ha vivido décadas en ambas naciones.
“Si vas a Barranquilla casi que te sientes en Venezuela”, añade.
Rivas asegura que, en contraste, el colombiano andino suele ser más reservado y menos confiado de entrada, aunque “es algo que cambia una vez que lo conoces mejor”.

“Los andinos en ambos países también comparten muchas características, pero la gran diferencia radica en que la cultura andina prevalece en Colombia, mientras que Venezuela es un país más volcado hacia el Caribe, cerca de donde se encuentran la mayoría de sus centros poblados más importantes”.
La lingüista y experta en culturas añade que incluso las ciudades andinas venezolanas tienen algo de caribeñas en comparación con las de Colombia.
“Una vez una amiga me dijo que Mérida (una ciudad en los Andes venezolanos a unos 1.600 metros sobre el nivel del mar) es el lugar más alto del Caribe y creo que estoy parcialmente de acuerdo”, señala.
Por su parte, Tulio Hernández destaca las similitudes que cualquier visitante puede captar a primera vista, como me pasó a mí apenas llegué.
“La arquitectura tradicional de ambos países se parece mucho, sobre todo en las regiones que comparten. En algunos caminos coloniales, las iglesias, las casas y las edificaciones son muy parecidas”, explica.
“El tercer país”
La frontera entre Colombia y Venezuela es una de las más porosas del continente.
Las regiones fronterizas comparten tanto en común que investigadores afirman que se da una especie de “tercer país” donde, según Rivas, las diferencias entre colombianos y venezolanos se difuminan.
No es de extrañar, dado que esta frontera de 2.219 kilómetros es relativamente reciente: dos tratados la demarcaron en 1891 y 1941.
Su última definición tiene menos de un siglo.

“No hay mayor diferencia cultural entre la gente de las ciudades fronterizas de Cúcuta (Colombia) y la de San Cristóbal (Venezuela)”, ejemplifica.
“Lo mismo pasa en zonas como el Catatumbo, la Guajira o Los Llanos y en pueblos fronterizos en Norte de Santander, Táchira o Los Llanos, donde colombianos y venezolanos hacen vida, diligencias e incluso van a la escuela o trabajan a ambos lados de la frontera, cruzándola todos los días.
En algunas partes comen también hallacas, una variedad de tamal típico de Venezuela, y cantan el cumpleaños feliz venezolano “Ay, qué noche tan preciosa”.
Y el vallenato colombiano se escucha no solamente en los pueblos fronterizos sino en toda Venezuela.
En estas zonas, los dos países también comparten poblaciones indígenas.
Los barís, los sáliba, los yukpa y los wayús o guajiros son algunos de los pueblos que viven a ambos lados de la frontera colombo-venezolana.
Varios de ellos ven la frontera como una creación arbitraria consecuencia de la colonización española.
“Para el pueblo wayuu y algunos otros no existe la frontera”, afirma Rivas.
Los Llanos
Para muchos, los Llanos, una región dividida entre Colombia y Venezuela en la cuenca del río Orinoco, es donde la frontera se hace más difusa.
“Los llaneros colombianos y los venezolanos incluso se pelean el origen de ciertas canciones”, explica Rivas.
“Pero es el mismo joropo, la misma copla, que se escucha a ambos lados”.

Cuenta la historia de una prima colombiana que estaba de visita en Venezuela y siempre creyó que “El alma llanera”, un joropo muy popular que fue compuesto por el venezolano Rafael Bolívar Coronado, era una canción colombiana.
“Lo dijo en voz alta frente a un gran grupo de venezolanos y todos estaban muy confundidos”, recuerda riéndose.
Tulio Hernández concuerda en que es difícil diferenciar la música llanera venezolana de la llanera colombiana.
La política y jerarquía social
Si bien en este viaje a Colombia aprecié muchas similitudes con mi pueblo venezolano de las que no me hablaron o reconocían, es importante hablar claro de las diferencias.
Una de las más grandes se ve en la política.
La izquierda en Colombia ha tenido una base sólida y fiel desde mediados del siglo pasado, pero durante casi toda su historia dominaron los gobiernos de derecha hasta la victoria del izquierdista Gustavo Petro en 2022.
Mientras, en Venezuela la izquierda ganó la mayoría de las elecciones en el periodo posterior a la caída de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez en 1958. Y en 1999 se instaló el chavismo con Hugo Chávez, al que admira Petro.
Hernández afirma que el venezolano suele ser más socialdemócrata y demócrata-cristiano que el colombiano.
“Yo a veces digo que el que se considera como derecha en Venezuela, como la democracia cristiana del difunto expresidente Rafael Caldera, en Colombia sería de centroizquierda”, señala.

Rivas añade que las jerarquías sociales están mucho más marcadas en Colombia.
Según cifras del Banco Mundial publicadas el año pasado, Colombia es junto a Brasil el país más desigual de América Latina.
En Venezuela, si bien hoy vive una aguda crisis económica y humanitaria que disparó el éxodo de sus nacionales en los últimos años, fenómenos como la Guerra Federal entre 1859 y 1863 desembocaron en una mayor igualdad social, de acuerdo a Rivas.
“Desde entonces, las clases sociales han estado más matizadas, al igual que las interacciones entre las mismas, en las que suele haber un trato de igualdad”, dice la socióloga.
“También hay una diferencia en cuanto a la movilidad social. En la Universidad Central de Venezuela encontrabas a gente de barrios populares que estudiaba y se mezclaba con gente de clase media alta y alta. Era normal. Eso no se ve tanto en Colombia”, añade.
Enfoque en las diferencias
“No hay nada como Caracas”, me dijo un vendedor ambulante venezolano en la plaza Bolívar de Bogotá.
La frase me hizo reflexionar. Como periodista, he tenido la oportunidad de cubrir varios temas vinculados a la migración y las fronteras en países como Alemania, Francia o Reino Unido.
Siempre me intrigó qué lleva a un ser humano a enfocarse, muchas veces, más en las diferencias entre pueblos o regiones que comparten lengua e historias comunes, como en este caso colombianos y venezolanos.
El vendedor ambulante confesó que extrañaba a sus amigos, sus vecinos y su barrio.
Pero tras unos minutos de conversación, concedió que la mayoría de las diferencias que siente entre su país de nacimiento y el que lo acogió surgen desde la melancolía.

Tuve una charla similar con una joven venezolana de Valencia que vendía arepas en una plaza en Cartagena, una ciudad bañada por el Caribe colombiano.
Rivas afirma que es natural que ambos pueblos traten de diferenciarse a través de sus particularidades para “defender la identidad nacional y proteger una cultura que ven como propia”.
“Suele incluso expresarse en la cotidianidad, como que en un lugar se le dice banano y en el otro cambur”, prosigue.
Yo añadiría el ejemplo de la cachapa venezolana y la arepa de choclo colombiana, que son en esencia la misma receta o, más controversial y debatible, que en Venezuela se le dice tequeño y en el otro palito de queso.
En la Caracas que crecí, los colombianos formaban parte del día a día de los caraqueños y jugaban un rol importante en la economía del país.
Hoy esos roles se han invertido, con cientos de miles de venezolanos asentados en Colombia y contribuyendo, según varios informes, al dinamismo de sus finanzas y desarrollo.
Debo admitir que después de varias semanas en Colombia y sobre todo Bogotá, mi primera impresión de la capital colombiana fue, quizá, algo apresurada.
Bogotá es una ciudad mucho más grande y también me pareció más ordenada que Caracas.
Su urbanismo es más amigable con el peatón, a diferencia de Caracas, cuyas imponentes avenidas y autopistas parecen complacer más a los automovilistas.
Hoy, a pesar del conflicto que dura décadas y la marcada desigualdad, Colombia parece avanzar y modernizarse a un ritmo acelerado, mientras que Venezuela está estancada en los años 70.
Pensé que, probablemente, si Venezuela estuviera en una mejor situación económica, política y social, se parecería muchísimo más a la Colombia actual.
Dudo si la crisis política venezolana hará que ambos países diverjan aún más o si los migrantes venezolanos en Colombia harán que las diferencias se sigan difuminando, como en “ese tercer país” que yo, por lo menos, ya siento que me llevo dentro.
*Con reportería de José Carlos Cueto, corresponsal de BBC Mundo en Colombia.

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