Sólo con unidad y acción popular será vencido el autoritario Trump
Por décadas, LA ha sido conocida como el epicentro de la resistencia a favor de los derechos plenos de los inmigrantes

Angelinos manifiestan su indignación con la actual administración. Crédito: Richard Vogel | AP
Un aire de la represión autoritaria de Trump flota en el ambiente de zozobra angelino. Han quedado impresas en la mente colectiva escenas análogas a los tiempos convulsos en naciones devastadas por dictaduras, huérfanas de un mínimo de humanismo. El magnate quiso dar un golpe de estado cuando sus hordas asaltaron el Capitolio y ahora ha dado rienda suelta a su troquelado inmoral, racista y destructor orden establecido.
Impelido por su sinrazón, ha dado la orden a autoridades de inmigración (ICE en inglés) de arremeter con saña contra el pueblo migrante, cuya ausencia de documentos migratorios no le impide, más bien lo impulsa para ser protagonista en el aparato productivo de California y del resto del país. Científicos sociales han acreditado que ese segmento poblacional es necesario en las más inconformes actividades que mantienen a nuestro estado como la cuarta economía mundial.
Ante ese rostro fascista que se propone establecer un histórico récord de deportaciones, se han puesto de pie mexicanos, mexicoamericanos, latinoamericanos, estadounidenses y de otras nacionalidades, quienes han ondeado el pendón de la justicia, la historia y los derechos humanos y civiles para frenar la andanada de Trump, que sólo genera incertidumbre y terror, como lo postula el gobernador Gavin Newsom, quien se encuentra en el primer plano contra el autoritario ocupante de la Casa Blanca. Por eso ha convocado a los californianos de bien a levantarse contra el mandatario al que acusa de “demoler el proyecto histórico del país”. Y pide no rendirse,
Con una feroz embestida contra migrantes, Trump quiere doblegar a California y al resto de estados y ciudades gobernadas por demócratas, bajo el argumento patán de que los migrantes han convertido a otroras “idílicas urbes en escenas de distopía del Tercer Mundo”. Tamaña ofensa habremos de cobrársela.
No podemos permitir tampoco que los agentes federales invadan en forma violenta campos agrícolas, centros de trabajo en zonas urbanas, barrios, centros comerciales, escuelas e iglesias para realizar arrestos y deportaciones de presuntos trabajadores indocumentados a quienes la autoridad federal continua describiendo como “criminales peligrosos”.
Esto ha lastimado al ser nacional y causado honda herida espiritual al pueblo agraviado. Por eso, el pasado sábado más de cinco millones de personas de los más variados orígenes étnicos salieron a las calles de más de 2,100 ciudades y pueblos del país para protestar contra Trump, según “ No Kings”, organizadora de las movilizaciones.
Correspondió a las ciudades de Los Ángeles y Nueva York el gran honor de constituirse en vanguardias de este movimiento que busca preservar y expandir las conquistas del “Nuevo Contrato Social” de la época del presidente Franklin D. Roosevelt y de la revolución a favor de los derechos civiles conquistados en la década de los sesentas del siglo pasado, un movimiento que favoreció y ensanchó los derechos de las minorías raciales, las mujeres y de otros sectores históricamente discriminados.
Por décadas, Los Ángeles ha sido mundialmente reconocido como el epicentro de la resistencia y de la lucha a favor de los derechos plenos de los inmigrantes indocumentados. Esto ha quedado más que claro a lo largo de los más recientes episodios de lucha.
A principio de febrero miles de estudiantes del Sur de California expresaron de diversas formas su respaldo a los derechos de sus padres y familiares indocumentados. Dichas marchas y protestas, fueron encabezadas mayormente por estudiantes de escuelas públicas angelinas, se prolongaron por alrededor de diez días y constituyeron una suerte de huelgas que estremecieron la consciencia de la sociedad civil pero de forma marcada conmovieron a los dirigentes de la causa de los inmigrantes que hasta ese punto no habían respondido a los ataques del presidente Donald Trump en contra de los indocumentados.
Este aparente y extraño silencio se rompió cuando la Coalición Derechos Plenos para los Inmigrantes convocó al pueblo a tomar las calles del centro de la ciudad de Los Ángeles el 9 de marzo pasado para demandar un alto a los arrestos y deportaciones e impulsar la demanda histórica de una reforma migratoria con un camino a la ciudadanía.
Desde esta plataforma se multiplicaron los llamados a una nueva jornada de marchas y demostraciones públicas durante el tradicional desfile del Primero de Mayo, Día del Trabajo, y así favorecer y reforzar la agenda migratoria que desde hace más de 39 años de forma consistente demanda una ley que extienda el derecho a la legalización de más de 11 millones de trabajadores indocumentados. Salieron a ejercer su derecho a la manifestación pública miles de trabajadores de todo el país.
La respuesta de la administración Trump a este reclamo justo y pacifico fue ordenar a la secretaria de Seguridad Nacional, Kristi Noem, y al Zar de la Frontera, Tom Homan, elevar el promedio de arrestos y deportaciones por día de aproximadamente 1,200 a por lo menos 3,000 diarios.
Para poder cumplir esta orden ejecutiva, fue dispuesto el desplazamiento de 4,000 miembros de la Guardia Nacional acantonados en cuarteles de California y de cerca de 1,000 infantes de Marina. Esto enardeció los ánimos de la población angelina y exacerbó la manifestación pública. Se multiplicaron las acciones en solidaridad con la creciente lucha a favor de los inmigrantes en Los Ángeles, Nueva York, Chicago, Austin, Seattle, y Washington.
El pasado 13 de junio, Trump anunció la cancelación de las redadas y arrestos de trabajadores indocumentados en las industrias de los hoteles, restaurantes, plantas procesadoras de carne y en los campos agrícolas. Casi a la misma hora de ese mismo día una corte federal en California anunció una decisión de 36 paginas mediante la cual certificaba que el presidente tomo control de la Guardia Nacional del Estado de forma ilícita y le ordenó que regresara la comandancia suprema al Gobernador Gavin Newsom. Pero apenas una hora después, el Noveno Circuito de la Corte de Apelaciones congeló esa decisión. Al escribir este texto, se desconocía el fallo final de ese tribunal, que iba a producirse este martes 17 de junio. Podría ser el viernes próximo.
La represión contra el senador californiano Alex Padilla fue otros de los actos distintivos de barbarie de la administración Trump. Él iba a formular una pregunta a la secretaria de Seguridad Nacional, Kristi Noem, quien estaba en una conferencia de prensa, pero la respuesta iracunda de agentes federales, fue tundirlo, tirarlo al piso y esposarlo. “Si eso me pasa a mí, que soy senador, que se puede esperar un trabajador del campo o de la ciudad”, expresó el legislador, cuyos padres fueron indocumentados cuando llegaron de México a California. El progenitor fue cocinero en restaurantes y ella limpió casas, pero siempre inculcaron a sus hijos que el mejor camino es el hacer de los libros su patria. Tenemos que entender que lo que le sucedió al Senador no sólo lo agredió en su persona sino que se causó un grave daño a toda la institución del Senado Federal de EU.
Mientras tanto, el presidente Donald Trump desde la Casa Blanca despotricaba contra los trabajadores indocumentados acusándolos de ser invasores y de operar a favor de un poder político extranjero y de constituir un ejército de terroristas. Y llegó al extremo de señalar que las banderas mexicanas que proliferan en las protestas son señal de la invasión de los connacionales de ese país.
No satisfecho con todas esta acciones racistas y clasistas, en un discurso frente a soldados acuartelados en “Fort Bragg”, en Carolina del Sur, Trump declaró que los inmigrantes indocumentados no deberían de reclamar derechos ni constitucionales ni otros, porque ni siquiera deberían ser considerados seres humanos ya que en realidad son tan solo “animales”.
Para rematar, el pasado 16 del presente, en Alberta, Canadá, donde se celebra la cumbre de los países miembros del G-7, Trump anuncio su retorno urgente a la Casa Blanca, aludiendo razón de Estado, por los peligrosos enfrentamientos bélicos en que se encuentran enfrascados tanto Israel así como Irán. Debido a este inesperado suceso, canceló la reunión que tenía previsto con la presidenta de México, doctora Claudia Sheinbaum Pardo. Al mismo tiempo, la secretaria de Seguridad Nacional anunció que no habría ninguna pausa a los arrestos de indocumentados en todas las ramas en donde trabajan en el país, y que la persecución de inmigrantes se intensificaría de forma muy en particular en las ciudades de Los Ángeles, Nueva York, y Chicago.
Urge que continuemos fortaleciendo los lazos de unidad entre todos nosotros, prestando particular atención a las relaciones con el resto del pueblo estadounidense progresista, como ya ocurrió el sábado pasado en las manifestaciones bajo el lema “No Kings Here”, o sea, No Reyes En este País.
Ya quedo claro que la ofensiva antidemocrática, y anti trabajador, que ha desatado esta administración que encabeza el descendiente de migrantes alemanes, será una lucha a largo plazo, y su desenlace no está garantizado que nos favorezca. Pero lo que también está muy claro es que sin unidad y cooperación y un gran espíritu de lucha entre todos nosotros seguro que la balanza se inclinara en nuestra contra, que somos los que constituimos las mayorías del país, incluyendo a los trabajadores indocumentados y sus familias. Es tiempo de concientización, responsabilidad y acción.
Queda también para la retina histórica, a Trump, a su narcisismo y una presunción sin límites, presidiendo al desfile militar conmemorativo de la creación del ejército nacional, al que se sumó su cumpleaños 79. Al mejor estilo de Benito Mussolini cuando convocaba a las masas a idolatrarlo. Habrá que preguntarse: ¿dónde quedó uno de los padres del nazismo? En el basurero de la historia, donde le hará compañía el fascista Trump.
*Juan José Gutiérrez es director ejecutivo de la Coalición Derechos Plenos para los Inmigrantes.