Una pregunta ronda tu mente al quitártelos: ¿Pueden unos lentes no adecuados empeorar mi vista?
En niños y adolescentes, cuyos ojos aún están en desarrollo, usar lentes mal graduados sí puede afectar negativamente el desarrollo visual

Pueden provocar fatiga visual, dolores de cabeza, mareos, visión borrosa o doble. Crédito: Shutterstock
Usar lentes no adecuados no empeora la vista a largo plazo en adultos, pero sí puede causar molestias y síntomas temporales. Los anteojos con una graduación incorrecta no dañan la salud ocular permanentemente, pero pueden provocar fatiga visual, dolores de cabeza, mareos, visión borrosa o doble, y cansancio ocular debido al esfuerzo extra que realizan los ojos para enfocar.
En niños y adolescentes, cuyos ojos aún están en desarrollo, usar lentes mal graduados sí puede afectar negativamente el desarrollo visual, ya que sus ojos no están plenamente formados y requieren una corrección adecuada para evitar problemas futuros.
Además, lentes rayados o sucios pueden dificultar la visión y causar fatiga visual, pero tampoco dañan la vista de forma permanente. Tampoco hay evidencia científica de que usar lentes correctos durante largos períodos debilite la vista o cause dependencia visual. Por el contrario, las gafas adecuadas reducen el esfuerzo ocular y ayudan a prevenir molestias.
Percepción de daño visual
Algunas personas cuando comienza a utilizar unos determinados lentes, y perciben que su visión es “mala” cuando se las quitan, interpretan incorrectamente que estos empeoraron su visión.
Cuando usas lentes inadecuados y al quitártelos ves peor que originalmente, se deben principalmente a que los ojos se han acostumbrado a la corrección errónea y al esfuerzo extra que hicieron para compensar esa prescripción incorrecta. Esto puede causar síntomas como visión borrosa, fatiga visual, dolores de cabeza, mareos y dificultad para enfocar correctamente al retirar las gafas.
El uso de lentes con graduación incorrecta no suele dañar permanentemente la vista, pero sí provoca que los ojos se tensen y se fatiguen porque están trabajando más para ajustar el enfoque. Por eso, al quitarte los lentes, puedes experimentar temporalmente una visión peor o más borrosa que la que tenías sin ellos, pues el ojo intenta readaptarse a la falta de la “corrección” que tenía puesta, aunque esta fuera errónea.
Este fenómeno es común cuando:
- Llevas gafas con lentes deterioradas o muy diferentes a tu graduación real.
- Has cambiado la graduación y tus ojos aún no se han adaptado.
- Usas lentes con una prescripción equivocada que sobrecarga la vista.
Estos síntomas suelen ser fatiga visual, visión borrosa, sensación de ardor o sequedad en los ojos, mareos e incluso enrojecimiento. Sin embargo, el mal uso de lentes no suele causar daño irreversible. Para evitar estos efectos incómodos, es importante usar lentes con una graduación adecuada y revisarte la vista con un especialista regularmente.
¿Cuándo debo hacerme un examen de la vista?
Debes hacerte un examen de la vista según tu edad, factores de riesgo y presencia de síntomas o problemas visuales.
En niños, se recomienda el primer examen a los 6 meses de edad, otro a los 3 años y otro al iniciar la escuela. Para niños pequeños, las revisiones deben ser más frecuentes, incluso mensuales si hay problemas visuales o factores de riesgo como antecedentes familiares o nacimiento prematuro.
Adultos jóvenes (hasta 40 años) sin problemas deben hacerse un examen cada dos años, pero se aconseja hacerlo anualmente si hay síntomas o riesgo.
Los adultos entre 40 y 60 años deben realizar exámenes cada 1 a 3 años, con controles más frecuentes a partir de los 40 años debido a cambios visuales típicos de la edad.
En mayores de 60 años, se recomienda un examen al menos una vez al año o cada dos años, debido al mayor riesgo de enfermedades oculares como cataratas o glaucoma.
Mientras que las personas con antecedentes familiares de enfermedades oculares, diabetes, hipertensión, o que presenten síntomas como visión borrosa, dolor, lagrimeo excesivo, deben acudir al oftalmólogo con más frecuencia para descartar o tratar problemas.
¡Oh, llegó la presbicia!
Si rondas los cuarenta años y has notado que ves perfecto y al día siguiente, como si te hubiesen montado una brujería, ya no lo haces y empiezas a tener problemas visuales y ni siquiera puedes leer lo que antes era normal, es que la presbicia ha tocado tu puerta.
La presbicia, o vista cansada, suele comenzar a notarse entre los 40 y 45 años de edad, y continúa empeorando gradualmente hasta alrededor de los 65 años. Es una pérdida gradual de la capacidad del ojo para enfocar objetos cercanos, y es una parte natural del envejecimiento.
Esta afección se debe a la pérdida de elasticidad del cristalino, la lente natural del ojo que ayuda a enfocar la luz en la retina. Con el envejecimiento, el cristalino se vuelve menos flexible y le resulta más difícil cambiar de forma para enfocar objetos cercanos.
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