Qué es Quirón y cuál es su significado en la astrología
La mitología narra que se trató de un centauro herido que conoció el dolor y decidió ayudar a otros

Quirón no rige ningún signo del zodiaco. Crédito: Shutterstock
Quirón, también conocido como el “sanador herido”, es un planetoide que orbita de forma irregular entre Saturno y Urano. En astrología es interpretado como el símbolo de nuestra herida más profunda, aquella que nunca termina de sanar por completo, pero que contiene claves esenciales para el crecimiento interior.
En una carta astral, la posición de Quirón revela esa vulnerabilidad persistente: esa área en la que la persona siente que “falla” o está incompleta. Aunque la herida es dolorosa, también se le considera un portal hacia la luz: el reconocimiento consciente de ese dolor permite activar dones que ayudan no solo al individuo, sino también a otros.
El mito griego nos enseña su origen: Quirón fue un centauro renombrado por su sabiduría y dotes curativas. Fue herido accidentalmente por una flecha envenenada lanzada por Hércules, lo cual le provocó una herida incurable. A partir de esa experiencia, el centauro simbólico comprendió el dolor ajeno y dedicó su vida a sanar, convirtiéndose en arquetipo de enseñanza sobre sufrimiento y redención.

Aunque Quirón no rige ningún signo del zodiaco, los astrólogos suelen relacionarlo con Virgo —por su sensibilidad hacia la imperfección— y con Sagitario —por su vínculo con la enseñanza y la sabiduría trascendente. En cualquier caso, su influencia es potente: cuando Quirón aparece retrógrado en una carta, pone en pausa la sanación, obliga a revisar cómo esa herida afecta los ámbitos señalados por la casa correspondiente.
Un aspecto clave es el retorno de Quirón, que ocurre aproximadamente hacia los cincuenta años de edad. Se considera un momento climático del camino interior: una oportunidad para re-elegir cómo vivir con esa herida, abrazarla y transformarla en una fuente de luz. En esa fase, el individuo es invitado a integrar lo que ha evitado y a emerger con mayor conciencia.

Según su signo o casa astrológica, Quirón manifiesta distintos tipos de heridas.
- En Aries (o casa 1), la herida puede estar ligada a la identidad: un sentimiento de que no se pertenece al mundo, de fallar en el “yo”.
- En Tauro (o casa 2), puede manifestarse como una inseguridad respecto al valor personal, la abundancia o el cuerpo.
- En Géminis (o casa 3), la herida se vincula con la comunicación: dificultades al expresarse o traumas relacionados con hermanos.
- En Cáncer (o casa 4), el dolor puede residir en el hogar o la infancia, con rechazo a las raíces y deseos de rehacer un espacio interno.
- En Leo (o casa 5), la persona puede sentir que nunca fue vista, o que sus talentos creativos fueron ignorados; sanar implica reconectar con el niño interior.
- En Virgo (o casa 6), la herida tiende hacia la autoexigencia, la sensación de fracaso o imperfección profunda.
- En Libra (o casa 7), la lesión se vincula al vínculo: relaciones dolorosas que marcan el temor a depender o perderse en el otro.
- En Escorpio (o casa 8), se expresa a través de traumas profundos, rupturas o heridas psíquicas que exigen transformación interna.
- En Sagitario (o casa 9), la fractura tiene relación con la fe, las creencias y las promesas rotas; sanar implica descubrir al maestro que reside dentro.
- En Capricornio (o casa 10), el trauma puede emerger de figuras de autoridad demasiado exigentes, proyectando una vida de demostrar valor externo.
- En Acuario (o casa 11), Quirón señala heridas sociales: sentirse diferente, excluido o incomprendido dentro de grupos.
- En Piscis (o casa 12), la herida puede tener raíces prenatales o emocionales muy antiguas; el camino de sanación implica una inmersión espiritual y reconexión con lo invisible.
En definitiva, Quirón recuerda que la herida no es un defecto que debe esconderse, sino un espacio que puede transformarse en un centro de sabiduría. En la carta natal, no es un “error cósmico”, sino un punto luminoso que nos llama a sanar con valentía y empatía, y en ese proceso descubrir que en el dolor yace la semilla del despertar.