Por qué la disputa Trump-Petro perjudica a ambos países
Si se daña la relación de seguridad más estratégica para EE.UU. en América Latina, saca ventaja el crimen organizado, advierten expertos

Los encontronazos entre Trump y Petro han sido frecuentes desde que el estadounidense regresó a la Casa Blanca en enero de 2025. Crédito: Getty Images
La alianza contra el narcotráfico entre Estados Unidos y Colombia parece más frágil que nunca.
La relación más estratégica para Washington en la región vive los últimos meses en discordia, con dos líderes, Donald Trump y Gustavo Petro, vehementes en estilo y contrarios en política.
Desde que el estadounidense regresó a la Casa Blanca en enero, los choques entre ambas administraciones son frecuentes, con amenazas de guerras comerciales, llamadas de embajadores a consulta y recortes de ayuda financiera de por medio.
Este domingo alcanzó su más alto grado de tensión, cuando Trump acusó a Petro de fomentar la producción de drogas en Colombia y anunció la suspensión de pagos y subsidios al país sudamericano.
Esto después de que Petro denunciara que funcionarios de EE.UU. asesinaron a un colombiano y violaron la soberanía de Colombia en uno de los múltiples ataques que militares estadounidenses están ejecutando contra presuntas embarcaciones narco en el Caribe desde principios de septiembre.
Durante décadas, Bogotá recibió millones de dólares en ayuda militar de Washington para combatir a narcotraficantes y guerrillas.
Con la ayuda en suspenso y la alianza en entredicho, expertos consultados por BBC Mundo apuntan que aquí pierden tanto Colombia como EE.UU., con el crimen organizado como claro aventajado.
Cómo es la alianza entre EE.UU. y Colombia
A comienzos de 2000, Colombia se convirtió en uno de los principales destinos de ayuda y financiación estadounidenses a través del llamado Plan Colombia.
Washington aprobó un gran aumento del gasto militar para combatir a grupos narcotraficantes, reducir el flujo de drogas hacia EE.UU. y empoderar a la Fuerza Pública colombiana.
A esta inversión se le atribuye el debilitamiento de la guerrilla de las FARC, entonces en guerra con el Estado y que en 2016 firmó un histórico tratado de paz con el gobierno colombiano y se desmovilizó.
Desde aquellos años, la asistencia estadounidense se ha reducido y ha sido cuestionada.
A pesar de los éxitos militares contra grupos armados y que -sobre todo desde 2016- Colombia ha vivido años de relativa estabilidad y seguridad, hay analistas que dudan sobre si a largo plazo resolvió realmente el problema de las drogas.
El investigador Héctor Galeano, del Instituto de Altos Estudios Sociales y Culturales de América Latina y el Caribe, recuerda que la producción de cocaína hoy está en números récord en Colombia, al igual que las áreas cultivadas de coca, aunque el Gobierno colombiano defiende que decrece el ritmo de expansión de cultivos desde 2021.
La propia campaña militar de EE.UU. en el Caribe para combatir el narcotráfico demuestra paradójicamente que el fenómeno sigue sin erradicarse en la región y que continúa siendo una preocupación prioritaria para Washington.

Por otra parte, el empoderamiento de la fuerza pública durante el Plan Colombia también trajo efectos colaterales.
Grupos paramilitares acabaron envueltos en abusos contra civiles y algunos miembros desmovilizados se integraron posteriormente al negocio del narcotráfico.
Del mismo modo, el alto número de militares a comienzos de 2000 propició también una numerosa reserva de soldados retirados, jóvenes, que en ocasiones se vincularon a conflictos extranjeros y acusados de mercenarios.
Apoyándose en varias fuentes, la Oficina en Washington para América Latina (WOLA) estimó que en 2024 la ayuda estadounidense a Colombia sobrepasó los US$400 millones, a pesar de la reducción en fondos de los últimos años.
“Colombia es, de lejos, el socio más cercano en la lucha antinarcóticos en todo América Latina para EE.UU. Por muchos años, fuerzas militares de ambos gobiernos trabajaron juntas combatiendo al crimen organizado”, le recuerda a BBC Mundo Elizabeth Dickinson, analista del International Crisis Group.
“Han sido casi tres décadas de inversión estadounidense, entrenamiento y un nivel de coordinación sin precedentes”, complementa la investigadora.
La alianza convirtió a Colombia y EE.UU. en países interdependientes en seguridad.
El país sudamericano cuenta hoy, en parte gracias a la ayuda estadounidense, con uno de los ejércitos más poderosos de América Latina.
Mientras que Dickinson señala que Washington depende mucho de Bogotá para sus operaciones antinarcóticos: “alrededor del 80% de la inteligencia que EE.UU. utiliza para interceptar drogas en el Caribe viene de Colombia”.
Debilitamiento
La ayuda militar no es la única fuente de financiamiento que recibió Colombia en las últimas décadas.
A través de Usaid, la agencia de política exterior y ayuda al desarrollo con la que Washington brindaba asistencia internacional, Colombia puso en marcha varios proyectos de paz y crecimiento, especialmente en zonas deprimidas y de conflicto.

Pero a comienzos de este año, la administración Trump anunció el desmantelamiento de facto de la agencia, y el país sudamericano, el mayor beneficiario de la misma en la región, vio comprometidas muchas de sus iniciativas y perdió decenas de puestos de trabajo.
“Las otras fuentes de ayuda provienen del Departamento de Estado en forma de financiamiento civil y de defensa”, explica Dickinson.
La asistencia que existe hoy y a la que Trump pareció referirse en su anuncio de recortes, según la experta, financian capacidades en Colombia de comunicación, inteligencia y equipamiento, como helicópteros.
“Pero más allá de estas cuestiones financiadas, las operaciones de incautaciones, captura y de alto valor que Colombia realiza son coordinadas con frecuencia con Estados Unidos. No se pierde solo la ayuda económica, sino la relación institucional de ambos países que combaten una amenaza compartida”, apunta la experta.
A mediados de septiembre, EE.UU. descertificó por primera vez en 30 años la lucha antidrogas de Colombia, abriendo la puerta a un recorte financiero.
Sin embargo, Washington emitió una exención para mantener la ayuda y que la descertificación quedara en un toque de atención.
Un mes después, el escenario temido parece concretarse.
Momento inoportuno
La última desafección entre Trump y Petro, de la que aún se desconoce la magnitud definitiva, llega en el momento más inoportuno posible para ambas administraciones.
Trump libra una cuestionada cruzada contra narcotraficantes en el Caribe y desde septiembre buques militares estadounidenses han atacado a presuntas embarcaciones narco acabando con la vida de al menos 29 personas.
Petro, por su parte, lucha por traer la paz total a Colombia que en este año parece colapsar con múltiples crisis de seguridad protagonizadas por grupos armados en regiones como el Catatumbo, Cauca y Valle del Cauca y el sicariato del precandidato presidencial Miguel Uribe Turbay en Bogotá.
Para sus cometidos, ambos gobiernos parecen necesitarse, aunque también, a la vista de las últimas tensiones, encaminados a desentenderse.
“Lo de Petro y Trump estaba claro que iba a detonar en cualquier momento, especialmente después de los bombardeos de EE.UU. contra las lanchas del Caribe”, analiza para BBC Mundo el investigador Galeano.
Petro ha criticado con dureza la postura bélica de Trump contra las drogas y, durante semanas, denunció que al menos uno de los múltiples ataques de EE.UU. se había producido contra una embarcación colombiana con colombianos a bordo.

El pasado sábado, el presidente colombiano se hizo eco de un reporte publicado por el medio estatal RTVC que expone que en un ataque contra una lancha el 16 de septiembre se encontraría un pescador colombiano llamado Alejandro Carranza.
En eso se basó para acusar al gobierno de EE.UU. de asesinar a un colombiano y violar la soberanía del país.
Horas después, Trump anunció la suspensión de la ayuda y advirtió, según interpretó la Cancillería de Colombia, “plantear una intervención ilegal en territorio colombiano”.
El recorte de la ayuda y el empeoramiento de las relaciones impactarían la seguridad colombiana, “debilitando la habilidad de las fuerzas de seguridad para controlar a grupos armados. Sería un golpe devastador”, dice Dickinson.
“Pero también resulta difícil entender la decisión de EE.UU. en un momento en que tiene tensiones con Venezuela por sus operaciones en el Caribe, ¿por qué enfrentarte a tu aliado más cercano cuando la seguridad regional ya está en juego?”, se pregunta Dickinson.
“Que se afecte la alianza golpea a los dos países. Colombia necesita a EE.UU. y EE.UU. necesita a Colombia. Hay bases militares que EE.UU. utiliza en Colombia con acuerdos incluso firmados durante este gobierno de Petro”, recuerda Galeano.
“En todo esto, ganan las bandas criminales. Mientras Trump se empecina en el Caribe, los narcos sacan la droga por el Pacífico, en Ecuador y Colombia, que según informes es por donde más estupefacientes salen en Sudamérica”, añade el experto.
Historial de fricciones
Desde que Trump regresó a la presidencia estadounidense en enero, las fricciones entre ambos gobiernos apenas han tenido semanas de respiro.
A finales de ese mes, Petro y su homólogo estadounidense se amenazaron con una guerra comercial después de que el colombiano retornara un vuelo con deportados colombianos procedente de EE.UU., denunciando las condiciones en que estos viajaban.
La crisis se solucionó en horas frenéticas, pero la espina quedó clavada.
Cuando el precandidato presidencial y opositor Miguel Uribe Turbay fue baleado en público en Bogotá a comienzos de junio, el secretario de Estado de EE.UU., Marco Rubio, vinculó el hecho a “la violenta retórica izquierdista proveniente de los niveles más altos del gobierno colombiano”.

Semanas después, ambos gobiernos llamaron a sus representantes diplomáticos a consulta, un movimiento que en relaciones internacionales suele interpretarse como preámbulo a romper relaciones bilaterales.
Entonces se mantuvieron, pero en septiembre Washington asestó dos duros golpes al gobierno petrista.
Primero retiró a Colombia la certificación en la lucha contra las drogas y días después revocó la visa de Petro después de que este protagonizara una vehemente protesta pro palestina en Nueva York.
Ahora, con la suspensión de pagos y subsidios estadounidenses y el tenso antagonismo entre Petro y Trump, muchos temen que lo peor esté todavía por venir entre dos países que analistas describen como condenados a entenderse.

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