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Las 5 pick-ups vetadas en EE.UU. por el “Chicken Tax”

Una ley comercial de los años sesenta sigue marcando el destino de las pick-ups en Estados Unidos. Gracias al “Chicken Tax”, modelos exitosos nunca llegarán

Referencia de la Toyota Hilux

Referencia de la Toyota Hilux. Crédito: Toyota. Crédito: Cortesía

En Estados Unidos, el país de las camionetas, no todas las pick-ups tienen la oportunidad de brillar. Aunque los consumidores se consideran fanáticos de estos vehículos robustos y versátiles, una medida comercial impuesta hace más de medio siglo sigue siendo una barrera infranqueable para modelos extranjeros.

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Su nombre es tan curioso como su efecto devastador: el “Chicken Tax”, un impuesto que cambió para siempre la industria automotriz y que hoy impide que algunas de las pick-ups más atractivas del mundo crucen las fronteras estadounidenses.

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Un impuesto nacido de una guerra… de pollos

La historia del “Chicken Tax” se remonta a comienzos de la década de 1960, cuando Estados Unidos inundó Europa con exportaciones de pollo a bajo costo. El éxito de las aves estadounidenses provocó una guerra comercial: países como Francia y Alemania impusieron aranceles a los productos agrícolas provenientes de EE.UU.

En respuesta, el entonces presidente Lyndon B. Johnson aplicó medidas equivalentes. En 1963, su gobierno estableció un arancel del 25% sobre ciertos productos europeos, entre ellos las papas, el brandy y los camiones ligeros.

Con el paso del tiempo, los impuestos sobre los alimentos desaparecieron, pero el de los vehículos comerciales se mantuvo, convirtiéndose en una de las políticas más duraderas y polémicas de la historia económica estadounidense.

El objetivo era claro: proteger a la industria automotriz nacional. Y lo logró. Marcas como Ford, Chevrolet y Ram consolidaron su dominio, mientras los fabricantes extranjeros se vieron obligados a construir sus pick-ups dentro del país o, simplemente, renunciar al mercado. Sin embargo, este proteccionismo también tuvo un costo: los consumidores estadounidenses perdieron acceso a modelos innovadores, eficientes y populares en otros continentes.

Cinco pick-ups que no cruzarán el océano

Hoy, el “Chicken Tax” sigue vigente y aplica a cualquier camioneta o vehículo comercial ligero que no se fabrique en territorio estadounidense. Eso significa que importar una pick-up desde Asia o Europa implica pagar un 25% adicional sobre su valor, volviéndola económicamente inviable.

Estas son cinco de las grandes ausentes del mercado norteamericano, auténticas joyas del segmento que el público estadounidense solo puede admirar desde lejos.

Toyota Hilux: la leyenda indestructible

La Toyota Hilux es probablemente la pick-up más famosa que nunca se ha vendido en Estados Unidos. Su reputación de fiabilidad es legendaria: ha sobrevivido pruebas extremas en desiertos, montañas y hasta zonas de guerra.

Compacta, eficiente y con una impresionante capacidad todoterreno, la Hilux sería una seria rival para modelos como la Ford Ranger o la Chevrolet Colorado. Sin embargo, el “Chicken Tax” encarecería tanto su precio final que resultaría imposible competir con las opciones locales.

Paradójicamente, Toyota sí vende la Tacoma en EE.UU., un modelo diseñado para cumplir las normas y fabricado en el país, pero que no alcanza el estatus mítico de la Hilux.

Volkswagen Amarok: elegancia con sello europeo

Desarrollada por Volkswagen y fabricada en Sudáfrica, la Amarok combina potencia, diseño y lujo en un formato poco común para una pick-up. Su versión más reciente comparte plataforma con la Ford Ranger, pero ofrece un interior más refinado, materiales de alta gama y tecnología avanzada, como el sistema de sonido Harman Kardon y un completo cockpit digital.

Aun así, su importación resultaría prohibitiva debido al arancel del 25%. Volkswagen optó por concentrarse en mercados como Europa, Sudáfrica y América Latina, donde la Amarok ha conquistado a quienes buscan un equilibrio entre trabajo, aventura y confort.

Referencia de la Volkswagen Amarok
Referencia de la Volkswagen Amarok. Crédito: Volkswagen.
Crédito: Cortesía

Mitsubishi Triton: agresiva y tecnológica

Conocida también como L200 en algunos países, la Mitsubishi Triton se destaca por su diseño robusto y su eficiente motor diésel turbo de 2.4 litros. Además, ofrece equipamientos avanzados como control de crucero adaptativo, alerta de punto ciego y una cabina moderna con materiales de calidad.

A pesar de cumplir con los estándares de seguridad estadounidenses, el alto costo del arancel la deja fuera del mercado. Para Mitsubishi, que tiene una presencia limitada en Estados Unidos, sería imposible vender la Triton a un precio competitivo. Es un ejemplo claro de cómo el “Chicken Tax” frena oportunidades comerciales y limita la diversidad.

Ineos Grenadier Quartermaster: el lujo que paga el precio

La única excepción notable es la Ineos Grenadier Quartermaster, una pick-up británica inspirada en los clásicos todoterreno. Este modelo sí se vende en Estados Unidos, pero pagando el “Chicken Tax”.

Esa tarifa se refleja directamente en su precio: el modelo cuesta $86,900 dólares, unos $15,400 dólares más que la versión SUV del mismo vehículo. Su exclusividad la convierte en una opción de nicho para quienes buscan un todoterreno auténtico, sin importar el costo adicional.

La Ineos Grenadier Quartermaster
La Ineos Grenadier Quartermaster. Crédito: Ineos.
Crédito: Cortesía

Isuzu D-Max: eficiencia japonesa sin pasaporte

La Isuzu D-Max es una de las pick-ups más equilibradas del mercado global. Con un motor diésel de 1.9 litros y 148 caballos de fuerza, ofrece un manejo estable, bajo consumo y un diseño moderno. Aunque comparte ciertas similitudes con la Chevrolet Colorado, la D-Max ha desarrollado una personalidad propia, centrada en la durabilidad y la practicidad.

Desde que Isuzu terminó su alianza con General Motors, la producción se trasladó fuera de América, lo que la dejó automáticamente fuera del alcance de los compradores estadounidenses.

El “Chicken Tax” ha logrado lo que se propuso: blindar la industria estadounidense de camionetas. Sin embargo, también ha limitado la competencia y la variedad. Los consumidores siguen fieles a los modelos nacionales —como el Ford F-150, el Chevrolet Silverado o el Ram 1500—, pero a costa de perder acceso a alternativas más asequibles, eficientes y versátiles.

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