La supremacía blanca se normaliza y se instala en el poder
Expertos en el tema indican que el nacionalismo cristiano no quiere libertad de fe sino que domine el gobierno
Con la llegada de Trump a la presidencia, el supremacismo blanco se ha normalizado en el país. Crédito: Alex Brandon | AP
Las ideas supremacistas blancas, antes relegadas a los márgenes de la sociedad estadounidense, se han infiltrado cada vez más en los espacios políticos y culturales dominantes, moldeando debates, influyendo en las políticas y alimentando la polarización.
Durante la Videoconferencia: La normalización de la supremacía blanca: De los márgenes de la vida cotidiana a los centros del poder estadounidense, organizada como American Community Media (ACoM), se habló de cómo las narrativas e ideologías supremacistas blancas se han normalizado en el discurso público e influyendo incluso en la creación de nuevas leyes.
Pero ¿cómo han ganado legitimidad las ideas extremistas y excluyentes en la política, la religión y la vida pública estadounidenses?
Sanford F. Schram, profesor adjunto de Ciencias Políticas en la Universidad de Stony Brook (SUNY) y coautor de Hard White: The Mainstreaming of Racism in American Politics, dijo que la causa inmediata fue la elección del primer presidente no blanco en la historia de Estados Unidos, Barack Obama, pero el nacionalismo blanco ya venía ganando terreno en la política convencional.
“John GaNS destaca en su libro “When the Clock Break”, que figuras como Pat Buchanan, durante la era Reagan, comenzaron a influir en el Partido Republicano con una versión edulcorada de lo que el líder del Ku Klux Klan, David Duke, había estado promoviendo”.
Señaló que finalmente, surgió el Tea Party como reacción a Obama, y Trump llevó esta ideología hasta la Casa Blanca, en una creciente ola de resentimiento racial, especialmente en lo que respecta a la inmigración.
“Ahora, la nueva generación de jóvenes, sobre todo en internet y en redes sociales como Twitter, difunde memes neonazis como si fuera lo más moderno”.
Hizo ver que el nacionalismo blanco tiene una larga historia, pero se ha vuelto más frecuente en la política convencional que durante la era Trump.
Heath Druzin, periodista y presentador del podcast Extremely American, cubre la normalización de los movimientos extremistas y paramilitares, así como el nacionalismo cristiano dijo que en los rincones más oscuros de internet, hay una cantidad alarmante de personas que sienten cierta simpatía por Hitler en este momento, y que no tienen ningún problema en decirlo abiertamente.
“ Hemos pasado de un meme que decía algo así como “todo lo que no me gusta es Hitler”, burlándose de la gente por comparar cosas que no les gustaban con Hitler, a pensar: “Oye, quizá Hitler no esté mal”.
Dijo que eso demuestra hasta qué punto se ha intensificado esta normalización, y recordó cuando en 2015, Trump dijo que los inmigrantes traían drogas, delincuencia, eran violadores, y algunos, suponía, eran buenas personas.
“Ese tipo de discurso en política se ha vuelto mucho más aceptable. Las redes sociales también tienen mucho que ver, porque mucha gente empiezan a decir cosas que no dirían cara a cara o en público. Reciben mucha aprobación en línea porque pueden ser anónimos y no tienen que lidiar con las reacciones negativas en persona”.
Así que dijo que ahora vemos a líderes políticos diciendo cosas que, en otras circunstancias, no se atreverían a decir, y existen foros en línea donde se sienten cómodos expresándolas.
“Todo esto se ha acelerado enormemente. Vemos cómo ideas que serían aborrecibles para cualquier político tradicional se vuelven bastante aceptables, de una manera que, hace diez años, habría sorprendido incluso a la mayoría”.
Matthew D. Taylor, doctor, investigador del Institute for Islamic, Christian and Jewish Studies (ICJS); autor del libro The Violent take it by Force (Los Violentos toman por la fuerza) dijo que uno de los cambios más significativos de los últimos diez años, a partir de la primera campaña de Trump en 2015, es la incorporación de un nuevo grupo de actores cristianos radicales a estos movimientos.
“La forma de cristianismo de mayor crecimiento y dinamismo, tanto en Estados Unidos como en el mundo, se da en la intersección de la gobernanza no denominacional. Es decir, una supervisión y regulación mínimas, combinadas con la espiritualidad carismática”.
Explicó que cuando hablamos de carismático en el contexto cristiano, no nos referimos a una personalidad magnética, sino a la conexión con dimensiones sobrenaturales de la experiencia, intentando recuperar lo que entienden como el espíritu sobrenatural de la iglesia primitiva.
“Así pues, podemos considerar esto como una especie de ala no denominacional del pentecostalismo que crece a pasos agigantados por todo el mundo, con un crecimiento muy rápido en Estados Unidos”.
Observó que Trump ha logrado, de manera singular, integrar a esta coalición en los círculos más amplios de la extrema derecha.
“Esta coalición, si bien es multiétnica, también alberga muchas ideas de supremacía cristiana, muchas narrativas antiguas que han construido una especie de mitología que ha unido a la derecha en torno a la idea de Trump como una especie de cuasi mesías que viene a liberar a Estados Unidos y, en algunos casos, a Israel, y a reconfigurar el orden mundial”.
Observó que estas narrativas han activado a la coalición MAGA de una manera muy particular, tanto en sus vertientes más racistas como en las más supremacistas cristianas, y estamos viendo cómo se entrelazan estas ideas en la política actual.
Devin Burghart, director ejecutivo del Institute for Research & Education on Human Rights(IREHR) dijo que para comprender esta ola de activismo de extrema derecha es necesario entender las diferentes corrientes políticas que la impulsan.
“Desde hace más de 30 años, estos movimientos se han expandido exponencialmente. Cuando empecé, había unos activistas radicales, hoy solo en un segmento del movimiento, tenemos el negacionismo del COVID y el movimiento antivacunas”.
Precisó que durante el punto álgido de la pandemia, pudieron rastrear a 2.4 millones de activistas en todo el país, fácilmente expuestos a estas ideas, compartiendo el pensamiento paranoico y, participando en el resentimiento racial que hoy se ha vuelto tan común.
“Este tipo de activismo no solo genera impulso para el movimiento en las bases, sino que también tiene una influencia real e importante en la política”.
Afirmó que en un informe de 2022, documentaron a 875 legisladores estatales que se habían unido a uno o más grupos de extrema derecha. “Abarca desde grupos paramilitares y negacionistas del COVID hasta organizaciones antisemitas y organizaciones inspiradas en QAnon”.
Subrayó que esto tiene consecuencias cuando los legisladores estatales dan su visto bueno a estos grupos; y al hacerse miembros por un lado, facilitan que ideas que antes estaban relegadas a los márgenes se incorporen directamente al debate público y se conviertan en políticas públicas”.
Destacó que hoy, dos estados que han aprobado leyes contra la geoingeniería basándose en las mismas teorías conspirativas que antes se consideraban ridículas.
“Así que esas ideas, antes marginales, ahora se integran directamente en el debate público y se están popularizando”.
Lo que es más, puntualizó que en un análisis de 2024, descubrieron que casi 1000 legisladores estatales se unirían a esos grupos.