Camioneros amparados con TPS transportan su carga con el alma en vilo
Viven con la preocupación de perderlo todo, su empleo, su casa, sus camiones y ser deportados
Carlos Revelo y Luis Celaya tienen varias cosas en común: son inmigrantes centroamericanos, trabajan como choferes de camiones de carga en los puertos de Los Ángeles y Long Beach, y están amparados por el Estatus de Protección Temporal (TPS).
Pero a la vez, estos dos troqueros comparten su preocupación porque la administración del presidente Trump decidió ponerle fin al TPS.
“La noticia ha sido un golpe muy duro. Si se acaba de verdad este programa, vamos a quedar desamparados. Tendríamos que vender casas y camiones”, dice Carlos Revelo, un inmigrante de El Salvador.
El TPS es un estatus de protección temporal que ha permitido a los inmigrantes beneficiados obtener un permiso de trabajo a renovar cada dos años, estar en el país legalmente con tranquilidad y sin temor a una deportación. Ha sido otorgado por el gobierno estadounidense a países afectados por desastres naturales y guerras civiles.
Pero el año pasado, el gobierno de Trump lo canceló para casi 200,000 inmigrantes de El Salvador beneficiados con este programa, y le puso fecha límite hasta septiembre 9 de 2019. El beneficio ha estado vigente para esta población desde que dos terremotos en un mes causaron una destrucción masiva en el “pulgarcito de América” en 2001.
A los hondureños les dio hasta el 5 enero de 2020 para que busquen cómo regularizar su estatus migratorio o se prepararen para regresar a su país de origen. EEUU extendió el programa a Honduras luego del paso del huracán Mitch en 1998.
El gobierno de Estados Unidos dice que ha pasado mucho tiempo y ambos países ya se recuperaron de esos desastres naturales. Aunque muchos grupos han protestado y abogado, y se han introducido proyectos de ley en el Congreso, por el momento nada parece impedir que estos alivos caduquen.
Carlos Revelo salió a los 18 años de El Salvador en 1994 cuando la Guerra Civil en su país acababa de terminar, y no había empleo para los jóvenes. Llegó al área de Los Ángeles en 1996.
“Aquí me casé y tuve dos hijos que ahora tienen 21 años y otros 15 años”, recuerda.
Su vida le cambió cuando en 2001 le dieron el TPS.
“Este programa ha sido un gran apoyo. Antes del TPS, yo trabajé en mantenimiento y construcción, ya con el TPS saqué mi licencia para manejar camiones de carga. Y en 2002, hice realidad mi sueño de comprar una casa en Lancaster”, cuenta.
“El TPS nos trajo una gran alegría. Ahora yo tengo dos camiones de carga que son de mi propiedad y trabajo por mi cuenta”, relata.
Carlos ha corrido con suerte porque gracias a que tiene una entrada legal al país, y a que su hijo mayor recién cumplió 21 años, pudo iniciar recientemente su proceso de residencia.
“Me siento muy afortunado porque voy a tener la oportunidad de arreglar mi estatus migratorio, pero lamentablemente no es el caso de la mayoría de mis compañeros troqueros tepesianos. Hay salvadoreños, hondureños y nicaragüenses que trabajan como camioneros, y no tienen una manera de agarrar la residencia”, dice.
Carlos considera que la principal consecuencia de no contar con la protección del TPS, es que no podrían renovar su licencia de manejo comercial, que en el caso de los Tepesianos se las dan solo por los años que dura el permiso de trabajo.
“Además, tenemos una identificación federal para entrar al puerto, la tarjeta Twic. Para obtenerla, necesitamos un permiso de trabajo”, comenta.
Y asegura que la mayor consecuencia es que se quedarían sin trabajo.
Sin opciones
Luis Celaya es un inmigrante hondureño de 54 años amparado con el TPS y sin ninguna opción de momento para arreglar su estatus migratorio. Su esposa también está protegida con este programa.
“Vine de Honduras en 1994. En 1998 me dieron el TPS y llevo 20 años como troquero en los puertos. Soy dueño de mi propio camión de carga y pude comprar casa en Palmdale”, platica.
“El TPS me ha permitido ofrecer una mejor vida a mis tres hijos. Ellos tienen 16, 10 y 7 años”, dice de estos chicos nacidos en Estados Unidos.
Revela que el anuncio del fin del TPS los ha puesto en una situación muy dura. “Tengo tres hijos ciudadanos de Estados Unidos. Una vida hecha aquí. No queremos regresar a Honduras con la delincuencia que se vive allá. Regresar es ir a morir”, enfatiza.
Confía que la eliminación del TPS significará la ruina total para los troqueros amparados con este programa.
“Yo tengo mi propio camión. Ya no podría renovar mi licencia comercial para conducir camiones de carga”, explica.
En pos de que no llegue ese punto, Luis ha venido participando activamente, presionando porque continue el TPS.
Y no es el único.
Hoy miércoles 3 de octubre, a las 8:30 a.m. los camioneros de los puertos locales tienen planeado rodear con un convoy de media docena de tráilers el Centro de Detención Metropolitano del Servicio de Migración y Control de Aduanas (ICE) que está en el centro de Los Ángeles.
Después de la demostración, llevarán a cabo una caravana por la autopista 110 hasta el parque Wilmington Waterfront del puerto de Los Ángeles donde tendrán otra protesta a las 11:00 a.m.
El impacto
El Sindicato Internacional de Cargadores ( International Brotherhood of Teamsters, reveló que entre el 6 y 12% de los camioneros de los puertos de Los Ángeles y Long Beach, tienen el TPS.
Son hombres con mucha experiencia que se dedican a transportar mercancía y productos de los contenedores de los puertos y vías férreas a las bodegas para su distribución en la región y el país.
Adán Álvarez, portavoz del sindicato de camioneros, dijo que sin el TPS, los beneficiados perderán sus empleos de la noche a la mañana porque no podrán contar con una licencia comercial y credencial de identificación como trabajador del transporte (twic).
Un reporte de los Teamsters anticipa que podría haber un retraso en el transporte y entrega de cargas, porque se estima que hay 1,400 de camioneros con TPS en todos los puertos del país.
“El impacto más fuerte será para las familias de los camioneros de los puertos con TPS porque perderían su empleo y la capacidad para satisfacer las necesidades básicas como la vivienda, comida y otros cuentas”, dice Álvarez.
También están en riesgo de deportación y separación indefinida de sus familias. Por eso es que a medida que se acerque la fecha límite para que termine el TPS, el estrés y el miedo aumentarán.