Sangre latina salvó pasajeros de JetBlue
David González sometió al piloto Clayton Osbon, quien perdió la cabeza y puso en riesgo a cerca de 150 personas
Nueva York – La patria se lleva en la sangre. Por eso, aunque David González se crió brincando por Williamsburg, Brooklyn, lo que corre a través de sus 6’4″ de estatura es la sangre puertorriqueña de sus padres. Y esa -asegura- fue la que se le activó con fuerza el pasado martes, cuando su vida y la de otros 149 pasajeros se vio en peligro mientras volaban de Nueva York a Las Vegas.
González es ese hombre alto y de 325 libras, que se aprecia en los videos sometiendo a la obediencia al piloto Clayton Osbon, quien ese día perdió la cabeza y puso en riesgo a cerca de 150 personas.
“Yo creo que todo fue un milagro”, cuenta el exoficial correccional en entrevista telefónica. “Cuando fui a tumbarlo, le pedí a Dios que nos pusiera a todos en buenas manos y me le tiré encima pensando que pasara lo que tuviera que pasar. Todavía no he podido ir a la iglesia a dar gracias, pero este sábado (hoy) bautizan a mi sobrino y allí estaré”, adelanta.
En cuanto a si el ahora piloto suspendido Osbon debe volver a trabajar, responde con franqueza que “ese hombre no debería volver a volar un avión jamás”.
A González, que tiene familia en Aguadilla, al noroeste de Puerto Rico, no le pasó por la mente que algo así le iba a ocurrir. Relata que cuando tomó el vuelo 191 de Jet Blue, ocupó dos asientos en la segunda fila, para estar cómodo. Desde ahí fue que vio al capitán salir de la cabina y lanzarse contra la puerta de un baño que estaba ocupado. En cuestión de segundos, también notó que el copiloto cerró la puerta de acceso a la cabina y por los gritos de Osbon se enteró de que le habían cambiado la clave para entrar.
“Tenemos aterrizar este avión, estamos bajo ataque”, gritaba Osbon mientras golpeaba con fuerza la puerta que da acceso a la cabina. “Pensé en mi esposa Rosalía, en mis cinco hijos, me pasaron rápido por la mente. Pero sabía que ellos estaban en buenas manos. El peligro lo estaban enfrentando los demás pasajeros del avión”, cuenta.
Fue en ese momento “que la sangre latina se me activó por todo el cuerpo… Cuando yo me criaba, aprendí un montón de técnicas de defensa propia y eso fue lo que usé. Tuve que aplicarle una llave como para asfixiarlo y ahí fue que sus rodillas se doblaron y se tiró al piso”, dice.
Una vez controlado, Osbon seguía hablando hasta “de Irán. Y yo le dije ‘tú eres el que vas a ir a Irán ahora mismo'”.
Tres días más tarde, González asegura que su mayor recompensa fue poder dar testimonio “del compromiso que tenemos los hispanos, no solo con los nuestros, sino con toda la gente de Estados Unidos”.
Ayer, al subir al avión para regresar a Nueva York, lo recibieron llamándole el “héroe americano”, pero “yo le dije al capitán: ‘eso yo lo hice una vez… ¡Y estoy listo por si tuviera que hacerlo de nuevo!”.