Por qué el denigrado pero inmejorable ladrillo vale su peso en oro
Los ladrillos están con nosotros desde los albores de la civilización. Y siguen siendo fundamentales para la construcción
“Encontré una Roma de ladrillo y la dejé cubierta de mármol”. De eso se dice que se jactó el primer emperador romano, César Augusto, hace 2.000 años.
Si lo hizo, estaba exagerando. Como han argumentado Diane Favro, profesora de la Universidad de California en Los Ánges, y otros, aunque el emperador construyó o al menos comenzó una serie de nuevos edificios de mármol, Roma siguió siendo en gran medida una ciudad de ladrillo, y, por supuesto, no menos gloriosa por esa razón.
Pero el desdén de Augusto se ubica dentro de una larga tradición de denigrar a uno de los materiales de construcción más antiguos y versátiles.
El gran escritor de arquitectura romano Vitruvio los menciona solo de pasada. La gran Enciclopedia de Ciencias, Artes y Oficios de 1751 de Denis Diderot no incluye ninguna imagen de fabricación de ladrillos.
Tal vez sea porque un ladrillo es algo tan obvio: la gente ha estado aprendiendo a construir estructuras simples -así como grandiosas- de ladrillo durante muchos miles de años.
La estructura más grande hecha por el hombre en el planeta, la Gran Muralla China, está construida en gran parte de ladrillo. Los jardines colgantes de Babilonia estaban hechos de ladrillo, al igual que:
- los asombrosos templos de Bagan, en Myanmar, también conocido como Birmania
- el Taj Mahal, en India
- el poderoso castillo de Malbork, en Polonia
- el Palazzo en Siena
- el Duomo en Florencia
- los puentes de Isfahan, en Irán
- Hampton Court Palace, en Londres
- Santa Sofía, en Estambul
- el puente colgante de Clifton, en Bristol
- el edificio Chrysler, en Nueva York
De hecho, los ladrillos parecen haber estado con nosotros desde los albores de la civilización.
De la cuna de la civilización
Los más antiguos fueron encontrados en Jericó, en Jordania, por la arqueóloga Kathleen Kenyon en 1952.
Tienen entre 10.300 y 9.600 años de antigüedad, y son simplemente hogazas de barro, secadas al sol, que luego se apilan y se pegan con más barro para construir sueños.
El siguiente gran paso en su desarrollo fue el simple molde de ladrillo, también originario de Mesopotamia.
Tiene al menos 7.000 años de antigüedad, y fue representado con gran claridad en una pintura de una tumba en Tebas, Egipto, que muestra un grupo de trabajadores haciendo ladrillos.
El molde de ladrillo es un rectángulo de madera, con cuatro lados pero sin parte superior o inferior, en el que se puede empaquetar arcilla y paja para hacer ladrillos más rápidamente y con más precisión.
Estos moldes no deben haber sido tan fáciles de hacer como uno podría imaginar pues son anteriores al uso del metal, aunque una vez construidos, hicieron que los ladrillos de lodo fueran mucho más baratos y de mejor calidad.
Sin embargo, incluso en un clima seco, los ladrillos de barro secados al sol no suelen durar.
Los ladrillos cocidos son mucho más duraderos, son más resistentes e impermeables.
A 1.000ºC
La fabricación de estos últimos, calentando arcilla y arena a una temperatura de alrededor de 1.000°C, ha sido posible durante muchos miles de años, pero a un alto precio.
Las cuentas de la tercera dinastía de Ur, que datan de unos 4.000 años, señalan que por una pieza de plata se podían comprar 14.400 ladrillos de barro secado al solo 504ladrillos de barro cocido.
En otras palabras, casi 29 ladrillos de barro por 1 pieza de arcilla cocida.
Para la época babilónica, 1.500 años después, las tecnologías de hornos habían mejorado tanto que el precio había caído a entre 2 a 5 ladrillos de barro por uno de arcilla cocida.
No obstante, los ladrillos de barro baratos y fáciles de hacer siguen siendo el material más popular para construir casas en gran parte del mundo.
Inmejorable
El ladrillo es una de esas tecnologías antiguas, como la rueda o el papel, que parecen ser básicamente imposibles de mejorar.
“La forma y tamaño de los ladrillos no difieren mucho de un lugar a otro”, según el “Tratado Rudimentario sobre la Fabricación de Ladrillos y Azulejos” de Dobson, publicado por primera vez en 1850.
Hay una razón simple para el tamaño: tiene que caber en una mano humana.
En cuanto a la forma, la construcción es mucho más sencilla si el ancho es la mitad de la longitud.
Por eso, si miras de cerca algunos edificios que parecen distintivos de ciertas culturas -el minarete o alminar de la Mezquita Kalan, en Uzbekistán; el Castillo Herstmonceux, en Inglaterra o las Pagodas Gemelas de Suzhou, en China- encontrarás que los ladrillos son todos iguales.
Es precisamente la uniformidad del ladrillo lo que lo hace tan versátil.
Atemporales
Y tienen otra ventaja: pueden reutilizarse casi indefinidamente.
Muchos edificios medievales, por ejemplo, fueron construidos simplemente reciclando los ladrillos de construcciones anteriores, como la catedral de St Albans, en Inglaterra, que fue hecha con ladrillos rescatados de la ciudad romana Verulamium.
“Los ladrillos enfrentan el pasodel tiempo maravillosamente“, escribe Stewart Brand en su libro “How Buildings Learn”.
“Pueden durar casi para siempre. Su superficie rugosa toma una hermosa pátina que sigue mejorando durante siglos”.
La producción de ladrillos todavía utiliza métodos tradicionales en muchas partes del mundo.
Sin embargo, la automatización se está abriendo paso gradualmente en la mayoría de las partes de la producción de ladrillos.
Las palas hidráulicas excavan la arcilla, lentas cintas transportadoras transportan ladrillos a través de hornos de túneles largos, y las carretillas elevadoras desplazan palés de ladrillos apilados con precisión.
Todo esto hace que el ladrillo sea más barato.
No obstante, el mundo de la construcción ha tendido a resistir la automatización: el clima y las demandas únicas de cada sitio requieren trabajadores bien capacitados.
El albañil ha sido celebrado durante mucho tiempo como un símbolo de la honesta dignidad de la mano de obra cualificada, y las herramientas de albañilería apenas han cambiado desde el siglo XVII.
Pero, como en muchas otras profesiones, hay indicios de que los robots pueden llegar a retar a los albañiles.
Un albañil humano puede colocar 300-600 ladrillos por día. Los diseñadores de SAM -abreviatura de Semi-Automated Mason o albañil semiautomático- afirman que puede poner 3.000.
¿Y el ladrillo mismo?
Varios diseños de ladrillos entrelazados, como si se tratara de Lego, están ganando popularidad en todo el mundo en desarrollo.
El resultado final tiende a ser menos fuerte e impermeable que el que se consigue con los ladrillos y el mortero tradicionales, pero son más rápidos y baratos de colocar.
Y si tienes albañiles robot, ¿por qué no darles manos más grandes para que puedas hacer ladrillos más grandes?
Adriano X es un brazo robótico que coloca ladrillos gigantescos que ningún albañil humano podría manejar.
Tal vez no deberíamos anticipar ningún cambio rápido, sin embargo.
El predecesor de SAM en 1967, el “Motor Mason” o “Albañil motor”, dio lugar a afirmaciones similares, y más de medio siglo más tarde, los albañiles humanos no sólo siguen con nosotros sino que seguro nos acompañarán por más tiempo.
El ladrillo sin duda lo hará.
Tim Harford escribe la columna “Economista clandestino” en el diario británico Financial Times. El Servicio Mundial de la BBC transmite la serie 50 Things That Made the Modern Economy. Puedes encontrar más información sobre las fuentes del programa y escuchar todos los episodios o suscribirte al podcast de la serie.
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