Cuelga el uniforme de cartero para dedicarse al activismo social
Se retira del servicio postal después de tres décadas de servicio; sus prioridades serán trabajar en la inseguridad alimentaria y los niños en la frontera
Después de 35 años de servicio, Carlos Marroquín colgó el uniforme de cartero, pero no para quedarse en su casa sentado en un sillón todo el día, sino que se dedicará de tiempo completo a servir a los demás.
“Estoy contento de continuar mi vida de servicio, ayudando a aquellos con más necesidad sobre todo en la educación para los niños migrantes en la frontera México-Estados Unidos; y a quienes sufren de inseguridad alimentaria en Los Angeles ”, dijo.
Marroquín trabajó con la Fundación Yes We Can World en la edificación de la primera escuela móvil para niños migrantes en Tijuana, y ahora recaudan fondos para construir la tercera escuela que podría quedar de nuevo en Tijuana o en Ciudad Juárez.
Nació en Guatemala hace 62 años, pero llegó a vivir a Estados Unidos hace más de 50 años. “Era un niño cuando vine a vivir a este país”, recuerda.
Aunque residió un tiempo en el este de Los Ángeles, ha vivido la mayor parte de su vida en el área de Hollywood.
Después de estar 3 años en el servicio militar y la reserva del ejército, surgió la oportunidad de trabajar para el servicio postal.
“Entré de cartero en 1986 cuando tenía como 25, 26 años. En ese tiempo estaba recién casado y buscando trabajo”.
Ya en labor de entrega de cartas, llegó a ser representante sindical de los carteros.
Marroquín dice que ser cartero es un trabajo duro.
“A veces, hay que entregar cartas en medio de una tormenta, cuando el calor no se aguanta, o cuando hay mucho humo por los incendios y el aire está todo contaminado”.
Y hubo días, en los que a pesar de no sentirse muy bien de salud, salía a la calle a cumplir con la entrega de cartas.
Pero también durante los 35 años de servir como cartero, le tocó ver los cambios en el servicio postal.
“El trabajo se ha incrementado, pero no han aumentado los empleados. La gente no dura. Es mucho estrés. A veces las jornadas son de 12 a 14 horas”.
Incluso teme que el servicio postal se encamine hacia la privatización, algo de lo que habla desde que comenzó como cartero. “Los cambios que se han dado apuntan hacia allá”.
El cartero jubilado reconoce que los salarios son buenos y reciben pago de horas extras, seguro médico, de vida y jubilación.
Sin embargo, comenta que es difícil mantener la estabilidad porque los precios siguen subiendo.
Algunos de los días más difíciles que recuerda como cartero, fue cuando en 2001 se colocaron esporas de ántrax en polvo en cartas enviadas a través del servicio postal de Estados Unidos. “No sabíamos cómo nos podía afectar”.
Una situación similar se vivió con la epidemia del Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (VIH) y el sida.
“No sabíamos cómo se transmitía. Había mucha desinformación. Mi ruta por muchos años fue West Hollywood, y precisamente fue una de las áreas más golpeadas con el sida”.
La siguiente pandemia que le tocó librar en las calles, fue covid-19. “Yo sufro de asma severa y tuve la suerte de que por mi condición, el médico me sacó del trabajo”.
Además dice que el servicio postal se tardó tiempo en poner en marcha un plan de protección para los trabajadores de correos.
Desde muy joven, a la par que entregaba correspondencia, se involucró en el activismo social.
“Empecé en 2007 cuando vino la crisis de los embargos y quise ayudar a la gente a través del movimiento Occupy Fights Foreclosures”.
Pero ese fue solo el comienzo. “He participado en las luchas contra el desamparo, la pobreza y la inseguridad alimentaria”.
Ha sido miembro del Consejo Vecinal de Hollywood y de la organización Shower of Hope, enfocada en los desamparados.
En lo político fue fundador de la Brigada por Bernie Sanders en Los Ángeles.
Es también operador voluntario del banco de comida Urban Partners Los Ángeles que reparte comida cada sábado en las calles 8 y Vermont del barrio de Koreatown.
“Es el banco de comida más grande del condado. Entregamos alimentos que duran una semana a las familias”.
Reveló que recientemente recibió una oferta para trabajar en la Aids Healthcare Foundation como director de comida. “Es un nuevo programa de alimentos que va a funcionar en 42 países y a alimentar a 1.5 millones de personas”.
Sobre el proyecto de escuelas móviles en las ciudades fronterizas mexicanas, dijo que ha consistido en transformar autobuses donados en una aula escolar para apoyar con educación a los niños migrantes que están en la frontera.
“Tenemos ya el compromiso del Departamento de Educación de México para donarnos”.
A sus 62 años, Marroquín se siente orgulloso de jubilarse del servicio postal. “Como mis 4 hijos ya son mayores, entre 24 a 37 años, podré dedicarme de tiempo completo a ayudar a la comunidad.
Hizo un llamado a la comunidad a participar con donativos para convertir en aula un tercer camión para los niños migrantes.
Puedes donar en: https://www.gofundme.com/f/help-me-build-a-mobile-school