Consulados eficientes y la urgencia de fortalecer políticamente a la comunidad mexicana en EEUU
Es imperioso que la Secretaría de Relaciones Exteriores, encabezada por el canciller Marcelo Ebrard, redoble esfuerzos para optimizar la representatividad institucional de las y los mexicanos en el exterior
Lejos quedaron aquellos tiempos de tersa normalidad cívica. Desde furibundos e inexcusables asaltos al Capitolio hasta discrepancias diplomáticas otrora impensadas, la actual circunstancia de Estados Unidos es a todas luces inédita y turbulenta.
Nuestro vecino palidece, y su autoridad moral está en caída libre, y sin fondo a la vista. Sus propias contradicciones propiciaron esta suerte de implosión. El peor enemigo de Estados Unidos es Estados Unidos. Los más extremistas de sus ciudadanos intentan estérilmente enmendar el agrietado edificio: llamando a la violencia; asfixiando vidas negras; deportando o enjaulando inmigrantes; condenando al ostracismo a periodistas; celebrando ensayos golpistas en otras geografías; policializando escuelas; y abandonando a la niñez al acecho de sociópatas empistolados. La crisis es profunda. Y la promesa de bienestar ilimitado y ascenso social para todos los ciudadanos –columna ideológica del Estado estadounidense– resquebrájase inexorablemente.
Las y los mexicanos en Estados Unidos no somos ajenos al atestiguamiento de tal descomposición. Y somos acaso la única comunidad que puede salvar al barco en hundimiento. En efecto: nuestra gente posee tal poder. Ya somos un ejemplo de fraternidad universal por el apoyo continuado a nuestras familias al sur del Río Bravo.
Más de 50 mil millones de dólares aportamos a la economía mexicana. Más de 1 billón de dólares engloba nuestro poder adquisitivo en Estados Unidos. No pocos elementos culturales distintivos –que ya se asumen nativos en la Unión Americana– provienen de la raíz mexicana. Moral, Economía y Cultura.
También somos el pilar económico de dos grandes naciones: a una la sostenemos con trabajo productivo; a la otra con nutridas remesas. Más de 50 mil millones de dólares aportamos a la economía mexicana. Más de 1 billón de dólares engloba nuestro poder adquisitivo en Estados Unidos. No pocos elementos culturales distintivos –que ya se asumen nativos en la Unión Americana– provienen de la raíz mexicana. Moral, Economía y Cultura.
¡Somos potencia en estos rubros! Sin embargo, tal como señala el Presidente de México Andrés Manuel López Obrador, no acabamos de consolidarnos como una fuerza política determinante en Estados Unidos, a pesar de nuestros asombrosos dígitos: cerca de 40 millones de mexicanas y mexicanos radicados en las diferentes geografías del país vecino.
La comunidad cubanoamericana, con sus escasos 4 millones influye más –y negativamente– en el acontecer político estadounidense. Y esta condición deficitaria de la comunidad mexicana se explica esencialmente por dos razones: uno, la escasa educación académica o especializada con la que México expulsa a sus connacionales; y dos, la condición de ilegalidad e indocumentación a la que nos condena el crónico desprecio del gobierno norteamericano. Esto tiene que cambiar. ¡Ya!
Desde la Coordinación Internacional del Instituto Nacional de Formación Política del Partido Morena nos hemos propuesto contribuir a subsanar esta situación de atraso político. Tenemos el firme compromiso de elevar el nivel de formación política de las y los mexicanos en Estados Unidos. Y no retrocederemos en esta misión, ni para agarrar impulso.
Sin embargo, en el renglón que concierne a la regularización/normalización migratoria de nuestra comunidad, necesitamos urgente y comprometidamente del apoyo de la Secretaría de Relaciones Exteriores. No basta con encomendarse a la reforma migratoria proyectada –aunque sin efecto al presente– por el gobierno del Presidente Joe Biden. También es indispensable que los consulados y embajada efectúen el trabajo que les atañe, y expidan eficazmente –y de manera oportuna– la documentación que proporciona identidad: matrícula consular, licencia de manejo, pasaporte y credencial para votar.
De modo que tales identificaciones acrediten la nacionalidad e identidad mexicana para los efectos que mejor convenga el o la portadora; por ejemplo: ejercer derechos políticos en México. Cabe hacer notar que, hasta el momento, la transformación añorada e impulsada por las y los paisanos al norte del Río Bravo aún no se palpa a cabalidad. Todos los testimonios de la comunidad advierten que los consulados están rebasados, y esta situación genera mucho malestar entre nuestros connacionales, tal como fue expresado recientemente en el Encuentro de Comunidades Mexicanas con el Secretario de Relaciones Exteriores en la ciudad de Los Ángeles.
El obradorismo es la primera fuerza que mira al norte e integra como actores políticos –y ya no solo de manera enunciativa– a la cuarta parte de la nación alojada en Estados Unidos. Esta es la oportunidad histórica –largamente invocada– para maximizar esfuerzos y ayudar a empoderar a nuestra comunidad. Es imperioso que la Secretaría de Relaciones Exteriores, encabezada por el canciller Marcelo Ebrard, redoble esfuerzos para optimizar la representatividad institucional de las y los mexicanos en el exterior.
Con ello gana México. Y gana Estados Unidos. Es la posibilidad del win-win que tanto codician los profetas del éxito en nuestros tiempos.
(*) Arsinoé Orihuela Jr., trabaja de enlace del Instituto Nacional de Formación Política / Twitter: @arsinoeorihuela