“No he defraudado a la joven guerrillera que fui”: entrevista con Dora María Téllez, la excompañera de armas de Ortega que fue liberada
La mítica guerrillera sandinista, política e historiadora fue una de los 222 opositores liberados y deportados a Estados Unidos por el gobierno de Daniel Ortega
Si hay una opositora especialmente incómoda para el gobierno de Daniel Ortega en Nicaragua es Dora María Téllez.
Bajo el seudónimo de la “Comandante Dos”, Téllez (Matagalpa, 1955) luchó mano a mano con Ortega en la revolución sandinista que en 1979 puso fin a más de cuatro décadas de dictadura de la familia Somoza.
Tras participar en los primeros gobiernos sandinistas como ministra de Salud, la exguerrillera e historiadora se desencantó y pasó a la oposición para reivindicar los ideales de democracia y justicia social que consideraba olvidados.
Su antiguo compañero de guerrilla, que ocupa el poder desde 2007, nunca se lo perdonó.
En junio de 2021 Téllez fue encerrada en la temida cárcel de El Chipote en Managua por “traición a la patria” y más tarde se le imputó el cargo de “conspiración”.
Tras más de un año y medio en prisión, llegó el jueves a Washington D.C. en un vuelo desde Managua junto a otros 221 disidentes que permanecían encerrados en varios penales del país o -los menos- bajo arresto domiciliario.
El gobierno de Ortega y su esposa, la vicepresidenta Rosario Murillo, deportó a Estados Unidos a los opositores, desde estudiantes hasta sacerdotes y políticos, a quienes consideró “traidores a la patria” y les revocó la nacionalidad nicaragüense.
Entre ellos destaca la figura legendaria de Dora María Téllez, a quien BBC Mundo entrevistó en la capital estadounidense 24 horas después de su llegada.
¿Por qué cree que los han liberado?
Porque resistimos más que el régimen.
Esta es una lucha de resistencia. El régimen no aguantó la solidaridad internacional, las oraciones, los ruegos que las personas hacían por nosotros en las iglesias o en sus casas, la presión de los nicaragüenses, de los gobiernos y organizaciones internacionales para nuestra liberación.
Nosotros resistimos y no hubo un solo preso que pidiera perdón a Daniel Ortega y Rosario Murillo, que les dijera ‘sáquenme de la cárcel y hablo bien de ustedes’. Ni uno.
¿Qué sintió cuando se vio libre?
Ya montada en el avión, sentí una emoción contradictoria. Es un enorme desgarramiento por salir de Nicaragua, pero a la vez la alegría de ser libre. Estamos en libertad aquí en Estados Unidos, pero tenemos derecho a estar en libertad en Nicaragua. Es nuestro derecho como personas y ciudadanos.
Dicen que se vivieron momentos emocionantes en el avión.
Sí. Vi a mi pareja después de un año y 8 meses de no hablar con ella, porque estaba presa en otra galería.
Era el encuentro con las personas a quienes no habíamos visto, que no habíamos tocado, no habíamos abrazado, conversado, por mucho tiempo; los presos que estaban en la (cárcel La) Modelo, las mujeres… es una cosa muy fuerte.
¿Cómo lleva que le hayan quitado su nacionalidad nicaragüense?
Francamente a mí nadie me puede quitar la nacionalidad nicaragüense. Ni Daniel Ortega ni nadie.
Yo nací en Nicaragua, soy hija de nicaragüenses y tengo derecho por territorio, por sangre, esas son mis raíces y nadie me puede quitar mi nacionalidad.
Y el derecho a acreditar mi nacionalidad lo vamos a recuperar junto con todos los derechos de los nicaragüenses, porque no es solo con nosotros. Los Ortega-Murillo les han quitado la nacionalidad a todos los nicaragüenses: no tenemos derecho al voto, a la libertad de expresión, de movilización, de nada.
¿Cómo eran las condiciones de la prisión donde pasó 20 meses?
El Chipote es una cárcel de máxima seguridad donde cuatro mujeres estábamos en condiciones de aislamiento, en celdas separadas individuales, sin nadie con quien conversar y con prohibición de hablar con cualquier persona. Pasé 20 meses prácticamente en total silencio.
Y yo estaba en una celda totalmente oscura. Estaba sellada con una losa de concreto arriba, y si entrabas desde el pasillo simplemente no veías. Cuando regresaba del área de sol tenía que esperar 20 minutos para ver las cosas de la celda.
¿Qué fue lo más duro?
Las privaciones totales. El régimen de esa cárcel está diseñado para que estés privado de todo: de las visitas familiares, de la conexión con tu familia, de tu capacidad para defenderte conversando con un abogado, de libros o actividad social. La socialización se reduce a cero y esa es una forma de tortura emocional y psicológica.
He tenido dos veces hambre en mi vida: una fue física, de alimentos, extrema, y esta vez fue hambre de la vida, de no tener nada para leer. Leía las etiquetas de las bebidas que me llegaban; me sabía de memoria cuántas calorías tenían, cuántos gramos de azúcar, cuanta proteína, quién las fabricaba y dónde, la fecha de vencimiento, el número de lote, todo.
¿Qué secuelas le han quedado?
Yo he salido con despigmentación en la piel, problemas en la vista, de equilibrio, problemas en los dientes, y también ciertas lagunas de memoria que una tiene que ir recuperando a medida que va contactando con la realidad.
Cada vez que salgo a la luz me voy balanceando, porque tengo una pérdida de equilibrio por los cambios de luz, de estar siempre en la oscuridad.
Hay otras personas que perdieron dientes y sufrieron trastornos de ansiedad, del sueño y problemas en la piel.
Lleva toda la vida luchando en Nicaragua. ¿Va a seguir la pelea desde fuera? ¿Qué planes tiene?
Los mismos. Los nicaragüenses tenemos derecho a recuperar la totalidad de nuestras libertades. Vamos a seguir peleando por ello hasta que lo logremos, y lo vamos a lograr. Estoy convencida de que estamos muy cerca de recuperar nuestros derechos como ciudadanas y ciudadanos.
¿Qué le hace verlo cerca?
Creo que el régimen está en un proceso de descomposición que se está acelerando, y la evidencia es el exceso de control. Además, recurrir a una acción sin precedentes de expatriar forzosamente a más de 200 nicaragüenses es una muestra de su incapacidad de enfrentar la resistencia del pueblo nicaragüense y la solidaridad internacional.
¿Cómo se van a organizar?
No sabemos todavía porque es muy pronto. La cárcel es como un mareo, tienes que ajustar un poco, estabilizar, y pensar. Los compañeros están de momento hablando con sus familias y viendo qué hacer.
¿Qué queda de la Dora guerrillera?
Yo misma. Es mi pasado y yo soy mi pasado. Estoy aquí porque estuve allá.
En la cárcel uno de los interrogadores me hizo una pregunta y yo me negué a responderle sin ver a mi abogado ni a mi familia. Y él me dijo: ‘Sos una rebelde’. Y pensé, qué alegre, ser rebelde a los 14, 16 o 22 años es una maravilla, y serlo a los 65 que tenía entonces es otra maravilla.
Los seres humanos siempre queremos estar mejor, así que tenemos que rebelarnos contra lo que está mal. Si no hay rebeldía no hay progreso.
Si le hubiéramos dicho a la Dora guerrillera lo que iba a ocurrir en Nicaragua, ¿qué habría pensado?
Que alguien me estaba haciendo un mal cuento. Francamente, creía que la revolución abría puertas a una Nicaragua distinta. Siento que la convicción democrática de la revolución sandinista no era tan profunda como la de justicia social, pero no me hubiera imaginado que evolucionaba a una dictadura del estilo de la de los Somoza.
Siento que soy consecuente conmigo misma y con la joven que yo era. Me coloco frente a aquella joven guerrillera y siento que no la he defraudado.
¿Y cómo se posiciona hoy ideológicamente?
Yo soy una mujer de izquierdas, pero no de la izquierda de modelo autoritario, sino de la izquierda democrática. Creo que tiene que haber libertades individuales, libertades sociales y derechos sociales y económicos; que tiene que haber una economía de mercado pero también la preocupación por mejorar las condiciones de la mayoría de las personas de nuestros países que son extremadamente pobres. Ningún país puede salir adelante con la pobreza extrema y las carencias que tenemos.
¿Cómo ve la izquierda en América Latina?
Está evolucionando. Siento que la izquierda autoritaria de los años 60, 70 y 80, incluso la izquierda autoritaria de Chávez, viene siendo desplazada por otros modelos como el de Colombia, el de Lula en Brasil, Chile o Uruguay.
Es una izquierda que actúa como izquierda democrática y eso me hace muy feliz, porque ese desplazamiento del modelo estalinista es esencial en América Latina.
¿Y qué hay del eje de la izquierda Nicaragua-Venezuela-Cuba?
Cuba dudo que sea de izquierda y Daniel Ortega no es de izquierda; no tiene ideología. Es un oportunista político cuya única ambición es el poder y puede hacer cualquier malabar de cualquier naturaleza para sostenerse en el poder.
¿Cómo se torció el sandinismo en Nicaragua, desde luchar contra una dictadura hasta la situación actual?
Es un tema complejo. Pero lo que es un hecho es que dentro del sandinismo se engendró lo que yo llamo el orteguismo, que es el núcleo ideológico y político de esta dictadura; eso está ahí frente a nosotros. Y está claro que las dos grandes fuerzas políticas del siglo XX, el liberalismo y el marxismo, ambas engendraron dictaduras.
Usted luchó mano a mano con Ortega. ¿Cree que era un idealista que cambió o que siempre buscó el poder?
No sé, es algo que me interesa poco. Lo que sí me interesa es que Daniel Ortega y Rosario Murillo tienen una dictadura, una tiranía sobre Nicaragua y los nicaragüenses, y que esa tiranía la vamos a liquidar. Vamos a recuperar nuestros derechos y libertades.
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