“Los soviéticos gritaban ¡Colombia, Colombia!”: Myriam Guerrero, la capitana eterna cuyo talento la llevó a jugar en la URSS
Myriam Guerrero es considerada una de las pioneras del fútbol femenino en Colombia, no solo como jugadora sino como entrenadora. En esta entrevista, nos habla de la experiencia inolvidable que vivió en la URSS
“A mí me tocó la ventanilla y lo que más me impactó fue que a medida que el avión descendía todo estaba absolutamente blanco. La nieve era impresionante. Los árboles estaban totalmente pelados”.
Myriam Guerrero y sus compañeros se enterarían después de que la temperatura era -28 grados centígrados.
“No llevábamos ropa adecuada para ese invierno, íbamos con zapatillas de voleibol. Estábamos todos congelados”, recuerda.
Habían aterrizado en Moscú, era el año de 1987.
Venían de un viaje que había durado 27 horas: tras salir de Bogotá, hicieron escalas en Perú, Cuba, Canadá y Alemania.
“No conocíamos el idioma. La única palabra en ruso que sabía decir uno de mis compañeros era Курица (se pronuncia koo-ri-tsa) que significa pollo”.
Así, entre señas y muchas ganas de estudiar, Guerrero asumió el reto de vivir poco más de dos años en la Unión Soviética.
Allí, una de las pioneras del fútbol femenino en Colombia, la llamada “capitana eterna”, viviría uno de los momentos más inolvidables de su trayectoria.
Y todo comenzó, como se lo cuenta a BBC Mundo, con lo que pensó era una broma.
“¿Era en serio?”
Aunque la odontología le había guiñado el ojo, cuando llegó el momento de decidir qué estudiar en la universidad, Guerrero optó por la Educación Física.
Desde niña amaba el fútbol, especialmente jugarlo.
En la Universidad Pedagógica Nacional fue una de las impulsoras y jugadoras del primer torneo de fútbol femenino interuniversitario.
“Salimos campeonas”, evoca. “Hubo mucha participación de equipos y también del público. Fue muy llamativo”.
En el último semestre, su entrenador les habló de unas becas para estudiar en la Unión Soviética que ofrecía ese país.
– Guerrero ¿quieres irte para Moscú?
– Sí, de una
Lo que su tutor no sabía es que su pupila creía que él le “estaba tomando del pelo” y que ella le respondió en broma.
A las dos semanas, el entrenador se le acercó:
-Ya está todo listo con lo de la beca, ¿cómo vas con lo del pasaporte y todo lo demás?
– ¿Era en serio?
– Claro, muy en serio, está lista la oferta, es solo hacer los papeles necesarios para salir a Moscú y empezar nuestra especialización
Guerrero se entusiasmó mucho, pero había algo que le preocupaba.
La pregunta
“¿Cómo le decía a mi mamá que iba tan cerquita?”, dice con un sonrisa.
No le quedó más que armarse de valor.
– Madre tengo algo que consultarle… Es que hay una propuesta para estudiar fútbol becada y me quiero ir
– ¿Es muy lejos?
– No es lejos… Es más bien lejísimos
– Lo importante es que usted sepa lo que quiere, lo que va a hacer. Yo la apoyo en lo que sea
Su madre trabajaba como asistente de cocina en un restaurante en el centro de Bogotá.
“Hizo maromas para ayudarme a pagar los trámites del pasaporte y sacó un crédito para pagarme el pasaje de ida. Se convirtió en una hermosa realidad”.
Guerrero tenía 22 años y recuerda que en Moscú, “en un mundo sin internet, cuando nos pasaban la mensualidad, dejábamos 20% en una llamada mensual de tres minutos”.
Parte de esos valiosos minutos se iban en lágrimas de hija y madre. “Eso era muy duro”.
Recorriendo el bloque soviético
Guerrero y los otros becarios se pusieron a estudiar intensamente el idioma hasta que pudieron empezar las cátedras de la especialización en el Instituto Central de Educación Física de Moscú.
Allí, se organizó un torneo de fútbol 8 con las comunidades extranjeras, las colonias, una especie de mundialito.
El campeonato era para hombres, pero Colombia presentó en su nómina a una mujer.
“Al comienzo pusieron resistencia porque decían que no era un campeonato mixto, pero me dejaron jugar”.
Después de esa competición, se vinculó al equipo femenino de fútbol 8 de la universidad.
“Recorrí con ellas muchas ciudades de la Unión Soviética para participar en torneos universitarios y amistosos”.
“En uno de ellos, me vio el entrenador del equipo femenino de fútbol 11 de la Universidad de Malajovka y habló con mi entrenador porque me quería en su equipo”.
Una vez formalizado su “fichaje”, Guerrero jugó con ellas torneos nacionales y, en uno de ellos, buscaban un cupo para participar en un campeonato europeo.
Recuerda que en ese clasificatorio era la única extranjera y no olvida algo que la marcaría.
La barra
Tras hacer “un campeonato muy redondo”, consiguieron llegar a la semifinal, en la cual ella marcó un gol.
“Yo siempre celebraba mis goles haciendo el avioncito, salí corriendo a la esquina, vinieron mis compañeras y me abrazaron”.
“Obviamente, en la barra no decían Myriam o Guerrero, gritaban ‘¡Colombia, Colombia!’.
Eso fue supremamente emocionante. Imagínate escuchar de la barra que griten el nombre de tu país cuando ni saben de ti”.
Pero no es que no supieran nada de ella. De hecho, entre partido y partido la afición se fue interesando en ella.
“Comencé jugando como volante de creación, tenía el ADN sudamericano del enganche, de pasar bien el balón, la gente estaba emocionada de ver cómo me desenvolvía en la cancha y empezó a preguntar quién era yo”.
“El ‘¡Colombia, Colombia!’ de esa semifinal fue todo para mí, fue recordar mi tierra, mi madre, mi idiosincrasia, sonaba tan bonito. No sé si ellos lo habían practicado, pero sonaba bello”.
En la final, perdieron 2-1, pero la alegría de esa experiencia se mantiene intacta para Guerrero.
Así como conoció a muchas personas y lugares y aprendió de culturas diferentes, sus compañeras se enriquecieron con ella.
“Me preguntaban sobre Colombia, sobre la vida allá, les llamaba la atención mi ropa porque era diferente a la de ellas, me preguntaban por la televisión, la vida social. Estaban fascinadas con mis relatos”.
En una de sus temporadas de vacaciones, trabajó en una fábrica “limando tuercas gigantes” y con lo que ganó, viajó a varios países de Europa.
El momento de regresar a Colombia llegó. Era 1989.
“Un mañana con nosotras”
“Me encuentro con un país con un inconsciente social en el que el fútbol estaba arraigado a lo masculino, en el que las mujeres debíamos estar en la cocina, procreando hijos, haciendo las labores del hogar, no había una aceptación plena de que las mujeres estuviesen en el ámbito futbolístico”.
Se vincula con la Universidad Nacional de Colombia, donde ayudó a organizar el equipo de fútbol femenino.
“Y empezamos a romper barreras”.
“Queríamos mostrarles a los hombres que las mujeres podíamos jugar y a las mujeres que sí había una posibilidad de hacerlo, que había un mañana con nosotras”.
Uno de los objetivos era conseguir que la liga de fútbol de Bogotá organizara un torneo de mujeres.
En una oportunidad, a su entrenador, que también estaba a cargo de un equipo masculino, “se le ocurrió hacer una incursión muy atrevida, como la que habíamos hecho en Moscú y en un torneo (a nivel aficionado) me inscribió como jugadora”.
En esa ocasión, los futbolistas solo tenían que mostrar su documento de identidad.
“Al llegar al centro de la cancha, imagínese la reacción del juez principal”. Y evoca el diálogo:
– ¿Y usted qué está haciendo aquí?
– Vine a jugar fútbol
-Pero este no es un torneo mixto
– Pues no sé, aquí está mi nombre en la plantilla y aquí está mi documento
La dejaron jugar a “regañadientes”.
“Jugué el primer tiempo y el maltrato por parte de mis contrincantes fue total, no solo físico sino verbal”.
“Me pegaron muy duro, me pellizcaron, pero yo sabía a lo que me estaba exponiendo. Yo lo que quería era llamar la atención de la liga”.
Para su “satisfacción”, le hicieron un penalti y con ese gol, ganaron.
Mensaje recibido
Al día siguiente, su entrenador recibió la notificación de que si no la retiraba de la plantilla, el equipo sería expulsado del torneo.
“Le dije: ‘Sácame, ya sentamos un precedente, ya la liga entendió que hay mujeres que queremos jugar.
Eso fue a mediados de año y al final de año, la liga estaba organizando el torneo”.
Poco a poco, junto a otras pioneras fue despejando el camino.
Con la selección de Bogotá, Guerrero se coronó en los torneos nacionales que se disputaron en 1994 y 1997.
“Después, la división aficionada de fútbol colombiano emite un comunicado diciendo que Colombia va a participar por primera vez en un torneo sudamericano, que sería en 1998 en Mar del Plata, Argentina”.
Guerrero tuvo “el privilegio” de ser la capitana de la primera selección. Por eso, en su país también la conocen como “la primera capitana”.
En ese torneo, los diez países de la confederación sudamericana participaron. Colombia, que terminó de quinta, ganó dos partidos y perdió otros dos, uno de ellos frente a la avasallante Brasil, que se alzó con el trofeo.
En 2001, Guerrero decidió retirarse como jugadora.
La oportunidad de dirigir un equipo le llegaría con un club femenino de la capital y cuando se abrió la convocatoria para entrenar la selección de Bogotá, salió electa. Con sus jugadoras quedó campeona en dos ocasiones.
Y el reto de dirigir la selección femenina colombiana no tardó.
“Fue una experiencia mágica, tan mágica como cuando fui jugadora”.
Fue la primera directora técnica y, hasta ahora, la única.
En 2003, condujo a sus pupilas al tercer lugar de la Copa América.
Mundial 2023
Está “muy emocionada” con la selección que representará a su país en el Mundial Femenino de Australia y Nueva Zelanda.
“Esperemos que se logre la amalgama de lo individual con lo colectivo para que Colombia esté a la altura de los rivales que tiene y logremos pasar a la siguiente ronda”.
Las convocadas por Nelson Abadía son una mezcla de experiencia y de juventud.
Está, por ejemplo, Catalina Usme, uno de los motores que llevó a Colombia a clasificar por primera vez a un mundial, el de Alemania 2011.
También está Linda Caicedo, quien a sus 18 años es considerada una de las mejores jugadoras del mundo.
Milita en el Real Madrid y no es la única que juega en el exterior, varias de sus compañeras pertenecen a clubes españoles y brasileños.
Esa fue una puerta que Guerrero abrió varias décadas antes. Y es que se le considera la primera futbolista colombiana que jugó en el exterior.
“Veo a muchas jugadoras de la talla de Linda e incluso, me atrevería a decir, de un mejor nivel. Es un equipo muy completo”, dice al hablar de la selección.
La pequeña Šeki
Guerrero no oculta el orgullo de ver cuánto ha avanzado el fútbol femenino en su país.
“Todas las pioneras del fútbol femenino pusimos unas bases muy sólidas, hace 30 años, y lo que estamos viendo son los acabados de ese edificio que todavía le falta mucho, pero va por buen camino”.
Hay muchas vivencias, recuerdos de la infancia, de cuando era la única niña que jugaba en la calle con su hermano, con sus primos y vecinos.
Los otros niños le decían cariñosamente Šeki, en honor al yugoslavo Dragoslav Šekularac, figura del Estrella Roja de Belgrado, que también jugó en varios clubes colombianos a finales de los años 60 y principios de los 70.
“Me convertí en la goleadora de los equipos y ya no era que me aceptaban, sino hasta que se peleaban por mí porque generalmente cuando éramos pequeños jugábamos por un helado, una gaseosa, un roscón (pan con dulce de guayaba y azúcar).
Sabían que conmigo tenían garantizado el premio”.
¿El momento más bonito de esa época?
“Cuando pasaban unas señoras y se alarmaron porque me vieron jugando, mis compañeritos salieron en mi defensa para que nadie me molestara”.
Y cómo lo consiguieron.
Recuerda que puedes recibir notificaciones de BBC Mundo. Descarga la nueva versión de nuestra app y actívalas para no perderte nuestro mejor contenido.